viernes, 31 de octubre de 2014

Nacho Guerrero también hace las fotos del día

Niña de azúcar

Foto de Nacho Guerrero

Año: 2009



Ignacio Guerrero Olivares inició en Chihuahua la cultura de la foto artística y ha sido fotógrafo productivo y perfeccionista desde hace 40 años. Tiene en su archivo un caudal de vistas impresionante, paisaje, retrato, historia, publicidad, modelaje, texturas; nada escapa a su mirada. Es Premio Chihuahua de Arte Fotográfico y maestro de varias generaciones de fotógrafos que en su estudio trabajaron y aprendieron técnicas y ciencia de la imagen.

Carmen Julia Holguín Chaparro presentó su libro




En la Mediateca Municipal de ciudad Chihuahua se presentó el jueves 30 octubre 2014 el libro de poemas El que tenga oídos…, de Carmen Julia Holguín Chaparro. Comentaristas fueron las escritoras Virginia Aceves, Liliana Poveda y Margarita Muñoz. Presidió el acto el maestro Ramón Gerónimo Olvera, jefe de la Editorial del Municipio de Chihuahua.

La crónica mexicana de Linda Flores

Uriel


Por Linda Flores


Hace dos años me llamó Lucha Castro, con la voz cortada me dijo “Linda, vengase al Barzón porque mataron a Ismael y a su esposa”. Cuando llegué, un joven se dirigía a la puerta; tenía dos peceras en los ojos, con peces gordos y rojos adentro. Un joven delgadito. No quería lo vieran llorar los que estaban ahí; algunos hombres, entre ellos dos casi tan jóvenes como él y tres señoras.

Caminaba hacia la salida, quería huir de la tristeza del ambiente. Nos topamos de frente; como si fuéramos conocidos, nos abrazamos y lloramos juntos. En ese momento me di cuenta que era uno de los hijos de Ismael Solorio, más tarde supe que se llamaba Uriel, era el menor de los tres hermanos que ese día habían quedado huérfanos.

A su papá, el señor Ismael Solorio, lo vi golpeado una semana antes. Les había pedido al secretario general de gobierno Raymundo Romero, a Wilfrido Campbell secretario de gobernación, y a cinco asesoras, seguridad y protección. Él bien sabía que, por protestar, el crimen organizado podía arrebatarle la vida a cualquier persona que no se “pusiera de su lado”. Como si hubiese sido una sentencia, una semana después se cumplieron sus palabras.

Así fue como quedaron huérfanos Ismael, Erik y Uriel, quienes sin saberlo, hoy, dos años después, estarían siendo igual de criminalizados que miles de jóvenes que salen a las calles de todo el país a ejercer el derecho a la indignación por la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa de Iguala, Guerrero.

Uriel Solorio, el joven a quien conocí un día que seguramente será uno de los más tristes por el resto de su vida, en una acción de hacer visible que el crimen de sus padres sigue impune, igual que el de miles de personas más en Chihuahua, acompañado por otro joven, se subieron a un balcón que mandó construir el gobernador César Duarte, estructura que por cierto costó varios millones de pesos y que los únicos que se benefician son él, su esposa, otros políticos y Juan Gabriel, y es en las noches del 15 de septiembre que lo usan para dar “el grito de Independencia” y desde ahí ser vistos y fotografiados.

Uriel y el otro joven tuvieron que subir por fuera del palacio de gobierno porque las puertas estaban cerradas, y cuando estaban colgando una lona que hacia alusión a la conmemoración de la muerte de sus padres, elementos de seguridad del palacio de gobierno desde adentro les rosearon gas pimienta y los jalaron metiéndoles violentamente al palacio de gobierno. Acción que causó que hombres y periodistas entraran por las ventanas del palacio para sacar a los jóvenes de ahí.

Creo que de haber estado los familiares de los jóvenes desaparecidos en Guerrero, la familia del joven normalista a quien torturaron brutalmente y le borraron el rostro, y cualquier ciudadano consciente que sabe que la tortura y la desaparición son constantes en todo México, habría reaccionado igual; sin pedir permiso a nadie entraría a rescatar a los jóvenes.

La impotencia y la digna rabia habrían sido compartidas, sentimientos de quienes sabemos que el crimen con el único que está organizado es con el gobierno.

Dentro de palacio hubo actos que duelen, un guardia de seguridad, un hombre adulto lloró de impotencia, debe ser terrible ser parte de quienes deben provocar, pero también debió ser grande el terror para responder a los manifestantes. A diferencia de algunos funcionarios de gobierno, de ningún modo creo que alguien disfrutara del llanto del guardia que al igual que los manifestantes era una víctima de la circunstancia.

Allí también una mujer que conozco y estimo por ser una mujer sensata, y madre de uno de mis afectos, aunque no comparto ni comulgo con los espacios desde los cuales ella trabaja, sí he podido ver que su labor es con vocación, tanta que el motivo para que estuviera en el palacio de gobierno era pedir ayuda para que una persona de bajos recursos pudiera tener una silla de ruedas.

Sin ser ella parte de los guardias que metieron a los jóvenes, ni de los barzonistas que los querían rescatar, mientras los minutos pasaban volando sufrió una caída que le causó una fractura. Acción de la cual ahora se están beneficiando quienes deben justificar por qué el crimen de Ismael y Manuelita ha quedado impune; por qué siguen desapareciendo mujeres y asesinando jóvenes; por qué siguen violando brutalmente a mujeres, niñas y niños; por qué hay miles de personas sin empleo; por qué es bueno construir un balcón para solo algunos; por qué el vivebus sigue siendo una estructura costosa e insegura; por qué, aunque la enfermedad es para todos, la salud es para pocos; por qué habrá más impuestos; por qué quienes trabajan como funcionarios públicos deben ser parte del partido que tenga la gubernatura en ese momento; por qué ya no se hablará del aeroshow; por qué quienes hacen la cultura oficial son ajenos a la realidad y no cuentan con la formación profesional pero sí tejen redes amistosas con quienes producen y usan las instituciones de cultura para ordeñarlas y seguir perpetuando la realidad cruenta que vivimos.

Me duele saber que una mujer inocente es usada por gente mezquina que quiere seguir perpetuando la miseria social en la que vivimos, me aterra pensar que algo más pudo ocurrirle a ella o a cualquiera de las mujeres del barzón, mujeres que estimo y admiro.

Me indigna cómo algunos medios de comunicación, que tienen de patrocinador oficial al gobierno, con sus letras hacen parecer a las víctimas como indignas de vivir la vida, indignas de ser lloradas y recordadas.

Me indigna hasta la medula cuando dicen que “los del barzón son incongruentes” que “los activistas debieran actuar de tal o cual forma”, que les griten a los jóvenes cuando los ven marchar “pónganse a trabajar, güevones”, “por eso los matan”, “el fuego no se apaga con fuego”.

Si de algo estoy segura es que nadie de quienes estuvieron ayer ahí disfrutó lo ocurrido.

Quisiera que hubiera un protocolo para trabajar el dolor y la indignación. Que gobierno y políticos estuvieran organizados con la ciudadanía y no con el narco. Que Uriel nunca se hubiera subido a colgar esa lona, y que sus días fueran menos tristes. Que su mamá y su papá estuvieran vivos.


Linda Flores poeta: política y promotora social. Desde 2009 escribe en Facebook un muro que desde su inicio se volvió popular por su fuerza, su gracia y su ingenio: Linda Flor Es. https://www.facebook.com/pinolita.es?ref=ts&fref=ts

jueves, 30 de octubre de 2014

Jessica Aguirre Porras

Es como un sueño

Foto de Jessica Aguirre Porras.


Jessica Aguirre Porras estudió artes visuales en la Facultad de Artes y literatura en la de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Ivette Royval


El mesero y la turista

Por Ivette Royval

Todos los días tomaba el ferry para ir a su trabajo. Era mesero en un hotel de la zona turística de Cancún. De sus antepasados heredó la piel rojiza y los ojos de obsidiana, no así la estatura; se enorgullecía de poseer un cuerpo esbelto y espigado, lo cual lo distinguía entre los demás empleados del hotel.

No le gustaba la temporada alta; la playa se llenaba de vacacionistas y no había manera de atenderlos a todos. Si no hacía bien su trabajo, alguno se podría quejar con el gerente y eso se reflejaría indudablemente en su salario, ya de por sí mezquino.  

Por  eso se paseaba entre las palapas o los camastros llenos de gente, que a él más bien le parecían charales o ballenas secándose al sol, y esperaba con diligencia a que salieran de su letargo, para hacerle algún pedido.

―¡Boy! ―escuchó que le gritaban.

Un poco enceguecido por el sol, levantó la mano para ver de dónde provenía la voz y se acercó al camastro de un charalito particularmente bello, que sin ningún pudor se volteó boca arriba y dejó ver unos senos prominentes de aureolas rosadas. Aunque ya había visto senos muy parecidos a los de aquella chica (las turistas jóvenes suelen andar topless), se quedó estático, por  unos segundos brilló en sus ojos el deseo.

―You like them, don’t you?

―What’s not to like, dear?

Ella rió divertida y le encargó una cerveza.

Cuando él se la trajo, ella  había vuelto a cubrir sus pechos, le dio las  gracias y le extendió un billete de 50 euros.

―That’s not necessary, Ma’am.

Ella repuso tajante:

―I insist.

Entonces alargó su mano, tomó el billete y sintió como sus dedos acariciaban los suyos de manera un tanto atrevida.

Cuando terminó su jornada laboral, se montó de nuevo en el ferry. Iba ofuscado y ni siquiera pretendió entablar una conversación con sus compañeros de trabajo, como era su costumbre. Tenía la vista fija en el abismo del agua y la mano en el bolsillo del pantalón. Creía que esa caricia había estado fuera de lugar y se enojó consigo mismo por haberla propiciado.

Se sintió un poco más tranquilo al recordar que no tendría que ir a trabajar al día siguiente, puesto que era su día libre. No estaba de humor para atender a niñitas frívolas y coquetas que parecían no conocer  los límites  de la cortesía. Y sin embargo, mientras caminaba por el malecón para ir al centro, no hacía más que pensar en ella y en sus senos de botón de durazno.

Como si hubiese  invocado al diablo, la chica se materializó en mitad de la calle (“¡Speak of the devil and he doth appear!”) Enfundada en unos ajustados y minúsculos shorts de mezclilla, con una blusa floreada, pamela de paja y sandalias color turquesa, la vio dirigirse al mercado, pero después la vio titubear y cambiar de rumbo.

No pensó que le reconocería sin el uniforme de mesero. Las turistas rara vez se percatan de lo que sucede a su alrededor, mucho menos del mesero en turno.  Pero se equivocaba, ella muy sonriente le hizo señas desde lejos y él no tuvo más remedio que ir hacia donde estaba.

Era el tipo de chica que figuraba en su lista de mujeres inalcanzables, pero su actitud de desenfado y hasta cierto punto de insolencia, la habían vuelto más accesible y terrenal. 

―You’re not working, are you? Otherwise you would be wearing your uniform, right?

―No, Ma’am, today is my day off, and yes, Ma’am, I would be wearing my uniform if I was working

―All my friends are gone and I’m stuck here until 8:00 pm when my flight leaves. I’ve already checked out of my hotel and I feel awfully lonely and lost. Would you keep me company?

¿Por qué le pediría eso? ¿Por qué diablos no podría irse a emborrachar a algún bar hasta que saliera su vuelo, como lo hacían todas?

―Yes Ma’am I guess i could keep you company for a while.

―Awesome! Wait here and do me a favor, stop calling me, Ma’am, cause I feel like I’m 80 or something.

La cara de la chica se iluminó y corrió hacia la tienda donde había dejado encargado  su equipaje: un par de maletas pequeñas y una mochila que se echó en la espalda y corrió de vuelta hacia donde él la esperaba.

―Let me  buy  you  a drink ―le dijo, y se encaminaron a uno de los bares  del centro. La temperatura era agradable y soplaba una brisa que movía los  cabellos castaños de la chica, debajo de la pamela.

Le costaba trabajo creer que una turista que apenas si conocía, y cuyo  nombre ignoraba incluso, le estuviera invitando un trago. ¿Qué pensarían sus compañeros si la vieran con ella?

La respuesta llegó en el gesto de desaprobación que hicieron  los clientes del bar cuando los vieron entrar y sentarse juntos. Seguro pensarían que él se estaba aprovechando de ella. Estuvo tentado a irse cuando vio que tardaba mucho en salir del baño, pero pensó que dejarla ahí sola y sin decirle nada, sería descortés.

―You’re not planning on leaving me, are you? 

―Of course not ma’a…

―My name is Brittany, what’s yours?

―Akbal

―Pleased to meet you

―The pleasure is all mine, Brittany.

Sentado frente a ella, notó que se había retocado el maquillaje y que se había puesto perfume. Esa muestra de coquetería lo halagó e hizo que bajara la guardia. Charlaron y bebieron cerveza un par de horas hasta que ella sugirió dar un último paseo por la playa.

Era mediodía y a él, más que dar un paseo, se le antojaba irse a su casa, ducharse y dormir hasta el día siguiente. Pero decidió seguirle el juego ya por compromiso, ya por curiosidad.

Aunque él insistió en pagar la cuenta del bar, ella se rehusó y le entregó su tarjeta de crédito al mesero, quien murmuró entre dientes:

―Gandalla hijo de puta. ―A él se le encendió el rostro de coraje, pero contuvo su ira  con tal de que no se armara un pleito enfrente de la chica.

Cuando salieron ella le preguntó:

―What did he tell you that made you so mad?

―Some stupidity.

Siguieron caminando en silencio, hasta que Brittany gritó:

―I’ll raise you to the ocean.

Soltó las cosas en la arena, se quitó las sandalias y corrió zigzagueante hasta que casi la tumba una ola. Luego la vio hacer arcadas. Él se acercó despacio y sonriendo le dijo:

―You don't hold your liquor very well, do you, young lady?

La verdad es que él también se sentía un poco mareado y no era para menos, había demasiada humedad en el ambiente y el alcohol se le había subido a la cabeza. Tuvo que hacer un  esfuerzo para no vomitar, como lo había hecho ella antes.

―Shut up i can tell you’re about to puke too! ―ella recogió su bolso del suelo y sacó una botella de agua, le dio un trago y se la pasó. ―How long until  your plane leaves honey? I think im getting tired of babysitting you. ―le dijo mientras bebía.

―Fuck off boy!

Cerró el puño e hizo el intento de golpearlo en la boca del estómago. Él detuvo el golpe y las venas de su brazo se tensaron para resistir el ataque, pero luego la atrajo hacia sí y hundió los dedos en sus muslos firmes. Ella gimió y quiso replegársele.

―Im sick of girls like you

―You girls are all the same aren’t you? ―le dijo mientras la apartaba bruscamente.

Entonces Akbal sintió dentro de sí la espiral  azul del desencanto y se alejó sin decir nada más.


Ivette Royval es licenciada en administración financiera por el Tec de Monterrey, pero nunca ha ejercido. Desde joven le apasionó la literatura y por esa razón cursó un semestre de letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras, estudios que abandonó por motivos personales. Algún texto suyo aparece en la revista española Centro de Estudios Poéticos.