Una promesa
Por Guadalupe Ángeles
En otra parte
del mundo existe un árbol, un viento o una leyenda que ha de salvarte.
Ante esa
promesa, pronunciada quizá milenios atrás, rescatada por el ánimo tan propio de
ella, que resucitaría al más antiguo de los animales sobre la tierra con el ojo
simple de la niñez que nunca le abandonó; ante esa promesa, en ella, edificó su
andar por el mundo. Sí, ella podía imaginar (recordar quizá) cómo su mirada se
detuvo en las páginas de aquel libro leído hace tantísimos años, páginas
hermosamente impresas en las que la promesa permanecía oculta, tal como los
seres de profundidades, aquellos agitan sus cuerpos delicados al impulso de corrientes
marinas, ahora heladas, ahora cálidas, lejos de toda mirada.
Sí, ahí estaba
la promesa, ella solo debía conocer el nombre (y la figura por supuesto) de
todos los árboles existentes; solo debía saber dónde nacía cada uno de los
vientos bautizados por los hombres a lo largo de la historia. E ir ahí. Exponer
su cuerpo a esos vientos. Abrazar esos árboles.
¿Tarea de toda
una vida? Quizá. Pensaba en ello al avanzar bajo el agua, ahí, donde le era
imposible olvidar a la niña de estatura inverosímil que duerme en lo profundo
de la fábrica abandonada, entretejidos sus brazos a su cabello igualmente
inacabable; venía aquella imagen a su pensamiento y era tan real como cada una
de sus certezas, porque gracias a ellas ha nombrado árboles y busca su abrazo
con la ingenuidad fingida de quien sabe que ninguna orfandad carece de ese
impulso para abrazar árboles y es ahí, en ese movimiento de la voluntad, donde
encuentra la forma ideal para dar el primer paso para salvarse.
Era una tarea
infinita, quizá, pero no temía continuarla porque desde la infancia, sin
saberlo, la había iniciado; y si bien es cierto que ningún ser finito es capaz
de llevar a buen término una tarea infinita, también es cierto que empeñarse en
ella vale para dar sentido a la existencia.
Fue así, luego
de ser recibida con un amor inesperado y hasta entonces desconocido en aquella
ciudad tan lejos de la suya, donde conoció el nombre de aquel viento y un poco
en serio y un poco en broma hizo la pregunta que le abrió una nueva ruta en el
múltiple camino hacia la salvación: ¿Me da un cierzo para llevar?
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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