jueves, 31 de diciembre de 2015

Elvira Catalina Gutiérrez: La luna

La luna

Por Elvira Catalina Gutiérrez

Eres una bellota de la que crecerá un roble,
la semilla se sembró en noche de luna
Brillo, oscuridad, sombras, tiene la luna
Sencilla y clara, ladrona de luz
Engañosa, encantadora
Nos revela una ilusión
Un lobo aúlla
Sube la marea, olea la conciencia y la inconsciencia
Sueños y voces del universo sin forma
Es difícil escuchar la fuerza
Ves lo que quieres ver y escuchas lo que quieres oír
La luna te aleja de la verdad,
es un riesgo su sensualidad
Déjate llevar por la intuición
Suelta el hilo mundano de los placeres fáciles,
instintos animales
Deja de comer y beber tanto
Sin desesperar camina entre las tinieblas
En breves momentos de placer refuerza la esperanza
Actúa y cree que la luz brillará
Resuelve el misterio, esa es tu meta
Habrá un eclipse lunar
cuando la luna y el sol se besen: sal
después del beso
El sol y la luna fundidos,
deslumbrantes
Una fuerte luz naranja, se refleja en los girasoles
Llega un hada,
ríe de alegría
Las cosas ya son lo que parecen ser
Disfruta a tus hijos, regocíjate en ese amor
Los motivos, las circunstancias son insignificantes
Se abrió un portal
Estas en otra dimensión
Colorea todo cuanto tocas
Las sensaciones ficticias de la luna
se convierten en un mensaje de felicidad
Los sueños se hacen realidad
Vive los momentos de luminosidad y brillo
de la alegría de estar conectada con la paz del universo
Lo que es común en el mundo de las hadas
Experiencia extraordinaria para los humanos
Espera tiempos de gozo, optimismo y maravillosa energía
Realmente un regalo.


Elvira Catalina Gutiérrez Carrete es licenciada en letras españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Tiene maestrías en educación y en periodismo. Ha trabajado como profesora de literatura y en radio con un programa de promoción de la lectura.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Elko Omar Vázquez Erosa: Entre signos de agua







Entre signos de agua

Por Elko Omar Vázquez Erosa

Signos de agua es un libro que se compone de dos poemarios: En el nombre del agua, de Norma Luz González Rodríguez y Palabras silentes, de Alfonso Chávez Salcido.

En el nombre del agua, Norma Luz González Rodríguez:

La ausencia del agua, que fertiliza los sueños y algunas veces representa la esperanza en el versátil imaginario de Norma, se convierte en enormes extensiones de tierra cuarteada donde los amantes se buscan y ocasionalmente se encuentran para luego separarse, como ocurre en “Desierto para dos”:

Tornas a la tierra cuarteada,
con los ojos ásperos
desmoronándose en polvo
¿por qué no quisiste ser tierra húmeda
donde atrapar raíces?

La falta de agua, según Norma, es incapacidad de amar y resequedad del alma. Así, en el poema “En busca de humedad” leemos:

Pobre,
padeces necrofilia
–temor a la respiración ajena.

Si no quieres mis latidos
me los quedo yo.

El agua que no llega es desencuentro y se niega a calmar la sed, tal como vemos en “Sumergir las redes”:

Sumerjo las redes,
para recogerlas desiertas
            o arrancar de otros la exhalación;
nutrirme del ciclo vida-muerte.

En cambio estar lleno de agua es desbordarse de alegría, pleno de sangre… cuyo pariente es el vino. Echar un barco de papel a los torrentes furiosos que llevan a lo desconocido, a la exploración del otro y al descubrimiento de uno mismo. Y cito de “Día de San Juan”:

Vestido de blanco,
está mi cuerpo desnudo
frente a quien moja la tela,
volviéndola traslúcida.

El día indicado por el calendario
para la fiesta del agua,
juego a bañarme con otros niños
que con la humedad
            van dejando de serlo.

Y no solo es explosión de alegría, globos que revientan, líquida metralla, sino a veces brisa, caricia fugitiva de ternura, intimidad. Norma nos dice en “Paracaídas al mar”:

No hay recetas para ir a la cama.
Mi mejor plan es
un paracaídas hecho de otros brazos,
rumbo al fondo de mi propio mar.

Pero el agua es mujer y también es caprichosa, como consta en “Navegante”:

No creyó que hablase con la mar
aquel lenguaje de mujeres,
que impredecibles se alejan
            cubiertas de lluvia.

O, de acuerdo con “Momentos en balde”, el agua es como el capricho de algún seductorcillo que se ha decidido a utilizar en contra de la mujer sus propias armas:

Cierro mis ansias con llave,
es preciso esperar.
Hay un instante exacto
en que vienen la poesía, la lluvia y tú:

cuando se les humedece la gana.

El agua no siempre es agua, y es que a las salamandras, espíritus del fuego, les gusta disfrazarse de ella, quizá porque en los desiertos y en los infiernos, y en diversas orquestas, hay criaturas envidiosas que sienten curiosidad por ser tan populares como, con perdón de ustedes por el espantoso término periodístico, el líquido elemento. Esto lo sabemos por “Espejismo” y otros textos prohibidos por el Santo Oficio:

Una imagen acuosa
levita en el aire.
            Música de un concierto.

No obstante hay demonios que se redimen y prefieren dejar el mito para volverse bichos endémicos aunque pasen, para la gente superficial, por seres políticamente correctos que dejaron de fumar para abrazar el agua. De “Salamandra” citamos:

Perdió los pulmones
fumando fogatas.
Las consumía inundada de lluvia
mojada en lumbre.

Si damos crédito a “Maremoto en Asia” el agua también contiene la desgracia, visiones apocalípticas y el gusto de las lágrimas:

Sobre Asia
se vertió el mar Índigo.
aún más salobre se desborda
            el océano en mis párpados.

Dijimos… o dije yo… o alguien lo dijo por mí, que la poesía de Norma es versátil, un imaginario musical en el que coexiste el desierto y la primigenia selva tropical; la tundra (al agua le da por congelarse) y el bosque; el mar y los estuarios.

A veces es Chihuahua –citado hasta el hartazgo– a veces Oaxaca… Oaxaca, que se asoma en poemas como “Manantial” y “Árbol del Tule”. Cito íntegro este último poema por su delicioso parentesco con los cuentos de hadas, y porque no tiene nada que envidiar a los mitos germánicos ni a los vaporosos murmullos de los persas:

El ahuehuete con raíces de lagarto
traspasa dos mil años de insomnio,
Anciano aguador que bebe del tiempo
mientras recoge sombras.

Si hacemos caso a “Confluencias” el agua también es tormenta, liberación y posibilidades infinitas, pero Norma, como una verdadera poeta intuye, en “La conquista a un mar”, que:

En el mar blanco,
            cada página una ola,
que se baña en tinta.

Mojados mis dedos
entre líneas
levantan un caracol.
            Pergamino coniforme de secretos líquidos.

Y es que las páginas de un libro también fluyen como el agua y desembocan en el océano infinito de la imaginación.


Palabras silentes Alfonso Chávez Salcido

Mientras que En el nombre del agua, de Norma Luz González Rodríguez, es como una serie de arroyuelos furiosos que se abren paso por pendientes pedregosas, ansiosas por llegar al mar o de volver a los orígenes, Palabras silentes, de Alfonso Chávez Salcido, es como un río profundo y tranquilo.

La poesía de Chávez Salcido semeja una suave llovizna plena de melancolía, con olor a tierra mojada, que bendice con sus gotas las calles de Chihuahua.

“Signos del agua” es el poema que da nombre a este libro y en él se reflexiona sobre el quehacer literario, como seguirá haciendo el autor en poemas como Encrucijada, Diluvio íntimo, Los silencios no son ausencias, Palabras silentes (que da nombre al segundo poemario), y otros.

Para Chávez Salcido la lluvia es dulce, un pretexto para la ensoñación y la nostalgia, para la ocupación vouyerista de mirar por la ventana. En su poema “Lluvia” el maestro nos dice:

Intento traducir lo que dice la lluvia, cuando graba en el concreto su mensaje anegado.

Letras húmedas y penetrantes que aturden los oídos resecos.
La niebla tañe un laúd de inundación, queriendo
ahogar con frases largas, lamentos y sueños, las caras borrosas en las ventanas.

En “Nada” averiguamos que el agua también es tiempo que fluye y que no podemos retener, ya que se escapa por entre los dedos de las manos:

Nada de lo que tenemos es nuestro
pertenece                no sé              a las cosas de la realidad
Igual a un árbol
            lago
                        un mar

Podemos tocarlas             sentir su cercanía

Luego debemos dejarlas             para que otros las vivan
con tristes ojos de melancólica visión.

Chávez Salcido no es un poeta bucólico, su inspiración viene de las calles, que menciona en muchos de sus poemas, como en “Calle”

La calle nunca calla
            se despereza constantemente
                        aplastando soledades
los momentos de siempre
                        igual que ayer o mañana
hábitos que pesan en los cuerpos
                                   todo en su sitio
                                               el mismo lugar
idénticos pasos mecánicos que recorren la ciudad
canto al desamor   imágenes de rostros en concreto
domesticación de libertad,
                                   mansedumbre.

Poeta hegeliano (si se nos permite el “terminucho”), a Chávez Salcido le gusta enumerar los contrarios. Así, en “Conjugación en primeras personas”, leemos:

yo       te miro en la penumbra
        te pierdes en el frío salón
yo       persigo tus silencios
        abres una sonrisa como flor

La memoria de los poetas bebe de los orígenes. Chávez Salcido imagina el Mar de Tetis que alguna vez cubrió a Chihuahua:

Chihuahua

Palabra de agua
            nómada
perdida en el primigenio mar de Tetis,
memoria antigua
en las playas del océano imaginado.

Ríos de lágrimas cobrizas
sembradas en el viento.
Pinos y mezquites que cantan a las noches frías.

Vocales dulces mezcladas con espinas,
suelo arrugado,
permanente espera
de que el aire traiga la tormenta.

El sol se va todas las tardes
            vestido de oro,
la noche se recuesta en su almohada
                        de nubes.

Enciende su lámpara de luna
y cantan los grillos
en la noche invernal
con alas rotas
para explotar estrellas
y alumbrar la oscuridad.

El agua son los ojos de la amada, sitio fértil para el alma del poeta, como consta en el poema “Hábitat II”:

Puedo vivir en tu mirada
con la eternidad en las pupilas
donde surgen los anhelos
en torrente

El libro cierra con el poema “Quimera”, en el mismo tono memorioso y apacible:

Una voz acaricia la tarde.
Se abre la ventana del recuerdo,
sueño elegido.
En la casa con flores y espinas
se oculta el follaje gris de la soledad.
La luz se enciende.
Las paredes revientan con humedad salina
                        y acordes de nocturno
Sonidos de tiempo ido,
¿cómo volver al camino sin pisar la memoria con el pie desnudo?,
¿qué tan real eres para verte bajo la luz de un farol callejero cualquier noche?

Ambos autores consiguen crear dos poemarios que se entrelazan en sus concepciones y crean una unidad. Se trata de un libro altamente recomendable para leer una tarde lluviosa, de preferencia en un granero con techo de zinc donde azoten las gotas furiosas.


Elko Omar Vázquez Erosa nació en 1974. Estudió ciencias de la información en la Universidad Autónoma de Chihuahua. Fue reportero en El Heraldo de Chihuahua y en Televisa. Publicó cuatro libros de poesía, entre ellos El refugio. En una entrevista, le dijo a una hermosa periodista: “No he hecho nada importante con mi vida. Solo escribir poemas”.

martes, 22 de diciembre de 2015

El Güero Chuy. Relato de Gabriel Borunda







El Güero Chuy



Por Gabriel Borunda



―Verás, yo no tenía mucha fe en Dios, así como tú.

―¿Y ahora de dónde tan rezandero, mi buen? Y usted que se las come ardiendo con lo de la ciencia y esas cosas.

―Esto que te voy a platicar ocurrió cuando yo entré a la haischool. Me inscribí en la de El Paso, que en esos tiempos solo tenía alumnos blancos, o mexicanos hijos de políticos. Nosotros, los del segundo barrio, no podíamos ir ahí.

―¡Chale!

―El caso es que me daban carrillón; me decían el pachuco, una jainita se me acercó y empezamos a platicar, güera pero muy buena onda, no era la que más rifaba, pero estaba bonita y me surtían un día en la mañana y otro en la tarde por ella, pero yo nomás platicaba. ¿Quién diría que terminaríamos casados?

―¿A poco es la gringuita que vive con usted?

―Esa mera.

―También camella de maestra ¿verdad?

―Sí, en el Comunity.

―Yo no era muy religioso, ni católico ni cristiano, pero todos los días los compas del barrio me recibían bien madreado y estaban alistando una madriza para los güeros de la escuela. Pero un par de compas seminaristas, uno cristiano y otro católico, nos hacían rezarle a diario al Güero Chuy. Una tarde al salir de la Public Library ya venía para el barrio cuándo se me aprontan como quince güeros de la escuela y me reclaman que esté saliendo con la Katy; ni pa’onde correr. En eso se para un Chevy de colores bien acá, deslumbrantes, como si estuviera hecho con luz y se baja un cholo chingón, muy Zootsuit, se apea, se mete las manos en los bolsillos y empieza a darle a la cadena. Con él andaba un tal Pedro que ya quería tundir a los anglos, pero el Güero lo para con un ademán. El Pedro había sacado un fierrón, tremendo machete, los otros compitas que estaban en el Chevy ya le iban a brincar, pero con un gesto el güero los calmó.

―Les dice a los anglos: lo que quieran con este bato, aquí conmigo. Voltea a ver los otros del Chevy y les dice: los demás no se van a meter, yo solo tengo para todos. Billy, el jefecillo y jugador de futbol se le arranca y todos los demás también. ¡Nombre, mi chavo! El Güero a puras patadas, trompones, los otros ni lo veían. Allí se quedaron madreados.

―Volvió al Chevy y lo puso a dar saltos. Luego me dijo: “Usted nomás hábleme cuando me necesite, que para eso estoy, para apalancar a los cholos y a los paisas”. Algo me dijo de los salmos pero ya no lo recuerdo. Ya después me dijeron: ese cholo es Dios, el Güero Chuy, en el confiamos, él nos cuida. Desde entonces creo en Dios.

―¿Y por qué no se ha ido del barrio, mi buen?

―Porque ahí está el Güero Chuy y yo no me alejo de él, ni la Katy ni mis hijos.



Gabriel Borunda Olivas es licenciado en letras españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua y maestro en filosofía por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Entre sus libros publicados hay estos: Asesinato en la biblioteca, Para empezar a escribir y La lectura de los jóvenes en Chihuahua.