viernes, 29 de junio de 2018

Dolores Gómez Antillón. Primavera

Primavera

Por Dolores Gómez Antillón

La primavera renació con fuerza, los campos florecieran y las praderas  adquirían su manto verdes. Los animales andaban entusiasmados, la naturaleza despertaba del letargo  invernal.
En los parques y en la calle se miraban parejas enamoradas.
Algunas damas recibían flores acompañadas de tarjetas que excitaban profundas fibras de los sentidos e incitaban al encuentro.
Neverías repletas, cafés, restaurantes, cines y salones de baile.
Todo era algarabía y contento. El ritmo de la gente era rápido y alegre.
Sin embargo no todas las personas gozaban de la misma energía, algunos permanecían taciturnos y ajenos a toda la fiesta.
Ruth era una chica que nunca había experimentado la relación con algún novio, parecía que nadie la veía aunque era agraciada y tenía grandes ojos color miel. A sus treinta años había estudiado danza, música y teatro. Había trabajado en puestas de escena de muchas obras. Su talento era admirable.
No asistía a evento de otra índole, ni siquiera a una fiestecilla informal entre compañeros. Siempre de la escuela a su casa. Vivía sola pues sus padres tenían que trabajar, eran campesinos y vivían en la sierra, en un pueblito llamado Matachic, tenían unas tierritas donde sembraban maíz y frijol.
A Ruth le faltaban dos semestres para terminar. Ganaba buen dinero en presentaciones con su grupo , ya que muchas personas los contrataban para sus  fiestas, y con la puesta en escena de algunas obras en el Teatro de la Cuidad.
Un día, en el salón de música, cantaba Ruth Perfume de gardenias y dio la casualidad de que al escuchar su voz, un productor entró al salón y se quedó extasiado por la voz  y la belleza de la intérprete a la que aplaudió con entusiasmo, la felicitó y le propuso que cantara en el Hotel Victoria. Le dio las gracias y aceptó, aconsejada por su maestra, quien le prestó el primer traje de noche para su debut. Un vestido que parecía  hecho a su medida, color azul marino, bordado con pedrería.
Su debut fue gran éxito y en tres temporadas pudo comprar una casita, vestuario, en fin, lo necesario para vivir bien.
Cada fin de semana el hotel estaba lleno, ya que Ruth había cobrado gran popularidad. Un año después, César, el productor, la invitó a celebrar el éxito. Ella con una sonrisa aceptó encantada.
Fueron al Hotel Hilton. Después cenar deliciosos manjares la invitó a bailar. La tomó del brazo y en la pista iniciaron la danza. La orquesta  tocaba La flor se la canela y después siguieron otras y tantas melodías. Ella se sentía amada en sus brazos y el conjuro inició.
César era un hombre alto de cuerpo atlético, tez clara y pelo castaño. Lo que más atraía en él eran sus rasgados y grandes ojos claros y su hermosa sonrisa. Al iniciar la siguiente pieza, la abrazó con mucho cariño y sintieron sus cuerpos tan íntima y deliciosamente  atados en un  nudo de pasión y amor. Sus labios se unieron en un beso febril y placentero, el deseo se apoderó de los sentidos y con en silencio se tomaron de la mano y tomaron una habitación del hotel para volar hacia las mismas puertas del Paraíso.
El ocaso pintaba el cielo de dorados, ocres y magentas; a lo lejos un relámpago traspasaba el firmamento.




Dolores Gómez Antillón es licenciada en letras españolas con maestría en educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que después llegó a ser directora. Ha publicado los libros Rocío de historias cuentistas de Filosofía y Letras, Apuntes para la Historia del Hospital Central Universitario y Voces de viajeros.

Erbey Mendoza. Metamorfosis

Metamorfosis


Por Erbey Mendoza


Como un crítico mordaz  tras la ofensa,
el marlín lleva la fina y honda estocada
en la punta de los labios.
Su salto hasta los aires es un clavado al revés.
A diferencia de su vecino morfológico,
el pez espada, el marlín lleva además
una vela en el dorso –orgullosa bandera
que ondea en las profundidades de altamar.
Azul velero submarino, el istiophorus
surgió de una esquirla del tridente de Poseidón.
Su acorazado perfil camuflable,
a más de cien kilómetros por hora,
le dio a Hemingway la llave del Nobel.
Es, con todo esto, una viva tragedia
pues constituye otra gema en el catálogo
de animales en peligro.
Nunca he visto uno.
Pero ayer, tras conocer por internet
a los narvales, mi pequeño hijo,
en plastilina naranja Vinci ablandada por el verano,
pasó del unicorne mamífero glaciar
al momento en que el pez vela
curva su lomo en el aire
con la vela y la estocada en todo su esplendor:
―Mira papá, en qué se convirtió el narval.










Erbey Mendoza es profesor en la licenciatura de lengua inglesa y en la maestría de humanidades en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es candidato a doctor en filosofía y estudios de la cultura por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ha publicado los libros La expedición punitiva (traducción) y En torno de los días (poesía, en coautoría con Víctor Córdoba).

jueves, 28 de junio de 2018

Giorgio Germont. Como da vueltas la vida en Rusia

Como da vueltas la vida en Rusia

Por Giorgio Germont

Se acerca una fecha importante. El próximo mes, el 17 de julio para ser exactos, se cumple el centenario de la ejecución o asesinato de la familia Romanov.
Ocurrió en Ekaterinburg a manos de un pelotón de soldados bolcheviques por orden de Vladimir I. Lenin.
La familia real llevaba meses en cautiverio con sus destinos balanceándose en el alambre tenso de la historia. Muchos años después fueron descubiertos uno por uno los cuerpos masacrados de los soberanos y sus hijos y su guardia personal.
Qué increíble cambio de fortuna ver ahora a los Romanov elevados a la santidad por la iglesia ortodoxa rusa. Han sido declarados mártires de la patria y sepultados en el templo de Cristo redentor en Moscú.
Las celebraciones para honrar a los Romanov están en marcha. El czar Nicolás II, Alejandra, María, Anastasia, Tatiana, Yelena y Alexei, el heredero, todos fueron ejecutados en la casa del ingeniero Ipatiev en Ekaterinburg. Sus restos fueron esparcidos por diversas partes tratando de cubrir el hecho sangriento.
En la casa Ipatiev se ha construido “La Iglesia sobre la sangre” por decreto de la jerarquía ortodoxa y se dispone a comenzar una tradición de peregrinaje al sitio del martirio por miles de creyentes. Los soberanos y sus hijos fueron canonizados ya desde el 1981.
Con motivo del gran evento funerario, el alcalde de Ekaterinburg, Evgeny Roizman, ha hecho una invitación a miembros de la familia real de Inglaterra para asistir a las celebraciones de los “Días de la realeza”. El czar Nicolás II era primo hermano del rey Jorge V de Inglaterra. Los dos soberanos eran de un parecido físico impresionante. Según la historia, el soberano inglés negó asilo a su primo durante los días tan tensos cuando Lenin derrocó la monarquía.
En 1918 la revolución bolchevique que cobró millones de vidas, mas estaba en temprana etapa, pues duró hasta noviembre de 1922 cuando se logró la paz en Rusia.
Ya descansan en paz los Romanov pero no así “Iván el terrible.” Iván IV, alias “el terrible (Grozny), el primer czar, el que dio nombre a la ciudad de Grozny en 1557, era un alcohólico. Él mismo fundó el sistema de las tabernas públicas e impuso tarifas que engordaban las arcas del estado.
Los actos vandálicos que la historia atribuye a Iván son sangrientos, incontables y despiadados hasta el grado de haber asesinado a su propio hijo por un pleito doméstico banal. He ahí el cuadro más famoso de toda Rusia, “Ivan el terrible llorando sobre el cadáver de su propio hijo.”
Pintado por Ilia Repin, la obra de arte sufrió un acto vandálico en 1913 y fue reparada por el mismo pintor.
En fechas recientes se ha creado una campaña de saneamiento histórico por parte del gobierno ruso, incluyendo a Vladimir Putin, para tratar de limpiar la reputación del terrible soberano. En Octubre de 2016 Vadim Potonsky, alcalde de la ciudad de Oryol fundada por Iván, hizo construir una estatua para celebrar los hechos positivos del monarca, quien expandió a su más extensa dimensión los límites del Imperio ruso. Sin embargo el busto se removió después de estar a la vista del público por una hora solamente. Fue debido a la violenta oposición pública que se niega a aceptar que laven el nombre del terrible czar en contra de los hechos asentados por la historia.
Y mientras la controversia continúa, un nuevo actor hizo su aparición, Igor Podporin. El pasado viernes 26 de mayo del 2018, en Moscú, Igor Podporin, un ruso de 37 años de edad, bajo la influencia del vodka, causó daño sustancial al mismo cuadro al romper la valla de protección de la galería Tretyakov y golpear repetidamente el lienzo con una barra metalica. Confesó su crimen y aseguró que perdió el control y bajo el efecto del vodka manifestó físicamente su opinión que el cuadro no debía ser mostrado al público.
En sus tiempos Iván impuso en Grozny la paz, pero eso no había de durar mucho. No hay espacio para enumerar aquí la lista de hechos violentos entre Rusia y Chechenia pero sí para observar un cambio inverosímil. El héroe checheno más famoso fue el líder nacionalista Hadji Murad, quien trató de refugiarse en Rusia cuando surgió un conflicto interno entre sus compatriotas con el afamado clérigo Shamil.
La biografía de Murad es relatada con delicada exactitud por la pluma de Leo Tolstoy, una obra maestra mundial. Murad muere en la gesta pero aparece como un héroe invencible y eterno pues ni siquiera la muerte le arranca el espíritu de lucha nacionalista.
Murad ha sido inspiración de muchos guerrilleros islámicos.
Ahora se han dado vuelta los papeles en Grozny.
La federación rusa ha logrado instalar como dirigente de Chechenia a un checheno de pura sangre, hijo de Ahmat Kadyrov, el primer gobernante instituido por Putin, un clérigo que fue víctima de un asesinato en el 2009.
El nuevo dirigente se llama Ramzán Kadyrov, un checheno de fama internacional que traspasa las fronteras. El nuevo gobernador checheno es aliado de Putin y sujeto leal de la federación rusa. El dirigente ha causado noticias en las primeras planas por su puño de hierro en el mando y su obsesión por el futbol a tal grado que la selección de Egipto usó el estadio de Grozny para prepararse para el munidal FIFA 2018.
Sin embargo es famoso tambien por inumerables violaciones de los derechos humanos en Chechenia y asociaciones semi delictuosas con mafia organizada en Moscú.
Tal parece que en Chechenia existe ahora un gobernante que es una combinación de Iván el terrible y Hadji Murad.
La zona del Caúcaso sigue siendo un foco de intensa controversia y violencia. Nada nuevo, lo ha sido por cientos de años.






Giorgio Germont estudió medicina en la UACH, ejerce su profesión en Estados Unidos. Ha publicado tres novelas: Treinta citas con la muerte (2005), Dos miserables entre la luz y la oscuridad, (2011). Ambas recibieron sendos galardones como finalistas de los concursos USA BEST BOOK AWARDS en los años 2007 y 2011 respectivamente. Las versiones en español de la primera, titulada Mis encuentros con la muerte y la segunda con el mismo nombre se publicaron en 2012 por Editorial Perfiles. En 2016 publicó su novela Rayo azul.

Liliana Poveda. Segunda llamada

Segunda llamada

Por Liliana Poveda

Para el Mono Múnera

Dónde te escondes, viejo Leo,
un hombre no se niega a vivir por nada.

Allá tan lejos no te pueden alcanzar
la voz de la mujer que llama a la leche vespertina,
el canto del agua sobre las piedras de un río que aún transcurre y nadie ve.

¿Cómo vas a regresar
de esa habitación sin puerta?

Detrás de los muros hay una fiesta de mangos
y, alumbrando, tintinean
las hojas de un álamo viejo.

Han venido a esperarte
los parques que transitaste,
ahora poblados de niños nuevos.
Están aquí
las flores de un guayacán,
el sabor de la naranja,
el perfume del azahar y los contornos del aire.
La niñez de tu hija
un nombre anclado a tu barba,
los tangos, las copas rotas.

Todos te esperan.

El amigo que sabe de aquella canción terrible
—tú llegaste a mí cuando me voy—,
las miradas con luz de los que se hicieron hermanos,
la mujer que, a veces, mira tu foto y sonríe,

el licor que escucha las penas, aunque no pueda soliviarlas,
los mamarrachos que ayudan a mantener la cordura,
la promesa de otro día,
los restos de humanidad
que aún le caben al mundo.

Vuelve, viejo querido,
aléjate de la ausencia.
Quédate cerca del beso que te dedica Gea,
de esta sal,
del intento de existir,

de los intentos de ser de todos modos.

Junio 23, 2011.






Liliana Poveda se ha dedicado a la educación, investigación y escritura de textos educativos, formación docente y comunicación. Es autora de libros de texto para secundaria en formación cívica y ética, otros de preparatoria y para docentes en temas de formación ciudadana. También tiene publicado un libro de poemas que se llama Voces y erratas.

miércoles, 27 de junio de 2018

Renée Nevárez Rascón

Acerca de Árboles en mi memoria libro de Martha Estela Torres Torres


Por Renée Nevárez Rascón  


El libro de cuentos Árboles en mi memoria de Martha Estela Torres Torres es de una profusión y diversidad tan rebullidas como ciertamente son los árboles de la primavera, infinitos en la sorprendente repetición de sus patrones fractales, y a la vez distintos unos de otros en sus corvaduras.
Nos asombra en primera instancia la imaginación de la cuentista y su generosidad para contar historias que van desde la inocencia de un niño hasta la más aterradora visión diabólica.
En este tipo de relatos, oscuros o de suspenso, Martha Estela se percibe cómoda y sustanciosa literariamente. Crea una atmósfera minuciosa en la estética de su relato con la que envuelve al lector para que ningún cabo quede sin resolver. No permite la sombra de la duda, nos lo da todo, lo aclara todo; su lectura es diáfana, aunque muchas veces la conclusión se revela distinta a la lógica y al sentido común.
Sus personajes son hombres y mujeres de una psicología definida y profunda, sin datos que nos distraigan. Aún si el cuento es narrado a manera de diálogos, las razones y sentencias que los propios personajes muestran como una carta abierta pueden ser identificados plenamente por el lector.
El relato así narrado es vertiginoso en la pluma de Martha Estela, pues abre un horizonte rápido a partir del cual somos capaces de comprender la fórmula del cuento y el espíritu con el que fue concebido.
Tal como la rauda escritura de Margarite Yourcenar, Martha Estela empieza como un potro que cabalga y no descansa hasta que llega, y no nos permite descansar.
El cuento “Punta diamante” que es un diálogo sin guiones ni comillas, es un claro ejemplo.
En dicho relato la autora escribe en un lenguaje absolutamente coloquial hasta el delirio; delirio en el denso ambiente de la trama y delirio en el lenguaje de sus protagonistas. Este delirio de alguna u otra manera nos acompaña durante el resto de la lectura.
Esta autora nos recuerda en ocasiones a algunos grandes talentosos delirantes como Henrich Böll en su libro Opiniones de un payaso en el cual delira a través de un monólogo sin fin en el que no perdemos ni una sola de sus líneas, donde el escritor nos arrastra emocionalmente a su infierno personal y también a su gloria literaria: el único factor de triunfo en la obra doliente.
Martha Estela recoge de García Márquez el perfil atormentado y lleno de misterio, de magia y de sombras del pasado de sus personajes. Cualquiera de las historias que ella relata, leyendas horribles o románticas podrían ser el argumento para un Cien años de soledad o un La cándida Eréndira y su abuela desalmada, pero ella lo condensa y así, hechos una acordeón conceptual, nos entrega el sumum de sus causas.
Algunos de los universos de esta autora son irreales y sin embargo cercanos a nosotros; tal vez sean las mismas leyendas o fantasías, ya sea por el aire de su lenguaje netamente chihuahuense, por las calles, los paisajes, los objetos familiares o las personalidades iguales a las que diariamente vemos en nuestros propios universos.
Así, nos topamos de frente con su cuento “Estilismo y expresión”, que detalla, a partir de un diálogo ininterrumpido las banalidades que es posible escuchar en una estética desde la vanidad personal hasta las terribles noticias de nuestra situación social.
La peluquera y la clienta se internan verbalmente en el aciago mundo del narcotráfico, empezando por la esperpéntica, protozóica y desquiciada moda narco. Las imposibles botas de pico tan grande como el ego del que las porta, las camisas de arrebatadas tonalidades, los cinturones como una evocación del triunfo que, por más que nos lo impongan, jamás será reconocido.
Esto nos conduce a una importante reflexión, planteada entre líneas por la escritora: ¿Acaso Chihuahua ha sucumbido también finalmente a los encantos del realismo mágico?
Reducidos por causa de la pobreza, la ignorancia o la desesperanza surgen por ejemplo los héroes enmascarados de la calle con su filosofía del desastre y la derrota sublimadas; surge la santa muerte como una anticonsuelo después de que se han agotado las oraciones y la imaginación de la fantasía religiosa que en los mexicanos es indispensable. Ellos trasladan ese mismo fervor, pero a la oscuridad. Tal vez allí se sienten a sus anchas, merced a esa vieja  propensión inquebrantable por la negrura.
Los personajes de este cuento, a la vez gracioso y aterrador, nos hablan de una situación que podría ocurrir en cualquier lugar de nuestra ciudad, en la que se ha terminado el reino de la cordura para entrar en del cucaracherío moral de quienes ordenan a punta de terror y violencia, impunemente.
En este cuento observamos hasta dónde un diálogo como ése, hablar de la realidad tal como es, sin tapujos, tal como nosotros mismos la pensamos a diario, nos puede en un momento destruir. Las temibles consecuencias. Nos vemos reflejados en aquella clienta y aquella peluquera porque es una realidad, un lenguaje y un sitio comunes en el que nos vemos las caras cada día.
No sopesamos ya el bien y el mal sino para protegernos de ambos por igual; Martha Estela sugiere que este es el realismo mágico en el que nos hemos visto envueltos sin querer, realismo en el que los personajes disparatados, ofensivos y grotescos triunfan (como es el caso de la película Salvando al soldado Brian) y nosotros, después de la hecatombe como sucede en la película La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen nos sentamos a aplaudir, hipnotizados por el carisma del personaje sin importar su calidad moral, sus valores o sus frutos.
Historias cercanas y peligrosas como esta o de crítica por el detrimento en el que han caído nuestras preferencias nos mueven algo por dentro, la toda junta humanidad que somos: el ningunero aplaudiendo el sinsentido y la desvergüenza, y nos dejan desnudos del alma frente el espejo que entre todos conformamos, anigunándonos, escondidos detrás los unos de los otros.
En otro de sus cuentos, “La lámpara de Aristo”, la escritora nos enfrenta con otra realidad, producto del cucaracherío político que nos asola: es la realidad de los maestros universitarios, aquellos que con maestrías, doctorados y cientos de exámenes por revisar cada semana, aceptan los contratos temporales que no les permiten obtener antigüedad en tanto no consigan un “tiempo completo”. A 70 pesos la hora de clase, estos maestros ganan menos que un empleado de la limpieza, quien además sí tiene servicio médico.
Aristo es uno de esos seres “culturales” a los que es fácil demorar el pago por misteriosas y divinas providencias burocráticas. La cultura en esta ciudad, sin duda, no es un negocio rentable, es lo que piensa la mujer de Aristóteles.
En sus propias palabras se pregunta: “Por qué será que la cultura y la educación que promueve la justicia y el sueldo igualitario entre hombres y mujeres nos tiene a nosotros tan pobres?” Ella no entiende ni el amor de Aristo por la cultura ni al resto de la humanidad que la minimiza. “Los políticos piensan”, asegura ella, “que todo lo creemos, que tenemos una rayita y una ruedita en la frente, pero aunque somos pobres, todavía pensamos y sabemos cómo se mueve el mundo y cómo son algunos que se rebelan a los de arriba, porque no les dejaron el puesto que les ofrecieron y luego los asilencian con candidaturas, lanzando a sus señoras de la cocina a la presidencia… Y no hablo de equidad de género”, continúa diciendo ella, “ese pa´ mí que ya es una lucha de poder, hablo de la equidad de vida, de correspondencia en las cosas simples.”
De este modo ocurre en Chihuahua donde es difícil subsistir todo el mundo, y más para los “seres culturales”. En un lugar donde la cultura es el último pececito en la cadena alimenticia, estas palabras adquieren un peso real por sí mismas.
Existe en nuestra sociedad un grave problema cultural y artístico que repercutirá en todo lo demás. Sin la sensibilidad, la creatividad, la locura, la visión y la comprensión de un “ser cultural”,  corremos el peligro de la sin conciencia y la ceguera. La cultura no tendría por qué ser un lujo, sino una forma de preservar nuestro vínculo como humanidad que se ha trascendido a sí misma a través de las eras, y sin embargo continúa haciéndose las mismas preguntas.
Este “Gutierritos” de Martha Estela que todos hemos conocido alguna vez, o que todos los escritores hemos sido alguna vez, nos muestra el otro lado de la moneda política que se gasta hoy en día en nuestro país. Es el pececito, la insignificante abeja que, si se extingue, como asegura Albert Einstein, provocaría la extinción de todo lo demás.
En la segunda parte de este libro encontramos historias propiamente novelescas. Algunos relatos contienen posibilidades sustanciosas, situaciones y personajes que serían dignos de una atención más detallada. Sin embargo la cuentista nos deja satisfechos en cada uno, con su justa dosis, aunque imaginamos que podrían ser incluso el guión de una película. EL libro es una constante lente en la que es fácil imaginar una pantalla con los sitios, situaciones y personas que la autora describe.
Tenemos, por citar solo uno de los ejemplos, el cuento de “Margarita,” en el que claramente podemos ver a la camarguense Elsa Aguirre, a Arturo de Córdoba y a Ramón Gay interpretando los papeles estelares. Nos encontramos después con “Radiante”, el cuento de una mujer que, obsesionada con la belleza y la juventud, toma baños de luna fría. Andrea Palma, con su lánguida belleza blanca, sería esta mujer.
Tal vez Martha Estela, en otro enfoque, ya fuera del cine, hace un guiño en este relato a ciertos atormentados seres que se han convertido en sus propios enemigos, hombres y mujeres incapaces de aceptarse a ellos mismos. Acuden entonces a los remedios más extraños, y en lamentables ocasiones, definitivos. Sin embargo ellos jamás se darán jamás su aprobación. Este, señala entre líneas la escritora, es otro de los grandes males de la sociedad.
Martha Estela toma de su entorno todo lo que de él chorrea y lo reparte en este libro. Hay historias reales, fantásticas, horridas, historias cotidianas, leyendas, pesadillas, visiones que hemos tenido, hemos escuchado o hemos soñado alguna vez.
En el cuento “El filo del miedo”, la autora nos recuerda indefectiblemente a Jorge Luis Borges cuando habla del destino real de un cuchillo, implícito en su sola concepción. El cuchillo busca o espera la muerte, ese es su destino, dice Borges, y no puede sustraerse de él. Con la bárbara intención del filo, el cuchillo no intuye otra cosa, no sabría cómo hacerlo si pudiera intuir. Cada cosa posee un destino, cada uno de nosotros, también. Estamos hechos del filo de un cuchillo, del ala de una mosca o del sépalo de una flor. Todos acabamos siendo lo que somos en algún momento, nos delata un penacho invisible que cuenta nuestras historias secretas que pensamos que lo son porque no las nombramos. El caso es que ellas son el perfume de ser que otros aspiran hasta en los detalles más simples, en una sola mirada.
El protagonista de este cuento busca venganza: “Desde aquel día se me quedaron los Rodríguez guardados en el alma como brasa ardiente que me quemaba a todas horas, nomás pensaba cómo diablos hacerlos pagar lo que le hicieron a mi padre. Me ponía a pensar dónde le dolería más a Fabián para vengar la afrenta que le hicieron a mi pobre viejo; lo más fácil era pensar en su familia, pero era injusto irme contra inocentes, por eso desistí un tiempo. Pero cada vez que veía las cicatrices de mi padre, me volvían a despertar la rabia dormida”.
Tal es la historia de este cuento desgarrador que fácilmente podría convertirse en una novela dramática al estilo de Isabel Allende o de Ángeles Mastreta. Martha Estela es generosa con su arte como probablemente lo es en su vida. Entrega la riqueza de su conocimiento, es como una mano abierta donde hay un imposible lago que refleja todas las estrellas. Brinda todas sus estrellas, hasta la más ínfima, hasta la más remota; no se queda con nada en el sombrero, los conejos del mago corren por sus páginas como los pequeños conejos peludos y blancos que salían de la garganta de Julio Cortázar e inundaban su apartamento.
El libro es un libro interminable. No parece que Martha Estela haya concluido con el punto final, sino que se “huelen” otros cocimientos literarios en él, muchas más historias de este Chihuahua nuestro, plagado de vientos arenosos, de auras altas y tristes en los días de vendaval, de gente con los ojos acechantes en la proximidad del peligro, pero gente casi toda buena que se levanta con los primeros fuegos del desierto y soporta en sus espaldas el poderoso rigor del septentrión.
Chihuahua de la sed, del sequío, del dolor sombroso por las cosas acalladas, por las llagas de sus muertas, por sus madres de profundas impotencias, de marchas por el centro de la ciudad ante los ojos de la gente que no las mira, madres que a nadie importan.
Ese Chihuahua de Martha Estela que todos conocemos, lenguaje que hablamos, desde su pan hasta su soledad de piedra dormida es el tema de su libro. Encontramos elementos familiares que enseguida nos imbuyen en la trama.
“Árboles en mi memoria”, el triste relato de un entrañable manzanero que ama sus árboles, que los alimenta incluso en sus sueños, que los recuerda como si al recordarlos los alimentara, es el cuento que da nombre al libro.
El manzanero, desconsolado por la injusticia que los intermediarios cometen con los campesinos, arremete en contra de su propia cosecha, arrancando con ella las alas de su espíritu, porque el hombre, aunque lo haya enterrado al fondo de un abismo de sin razones, de olvidos y de inconsciencia, sigue siendo el hijo de la tierra, y ese vínculo, que la tierra sabe, incluso por debajo del asfalto, nos reclama a cada momento. No es solamente la tierra, es la entera vida, el cosmos, el infinito que viene a buscarnos a cada momento por los ojos de las estrellas. EL manzanero nos recuerda que aún si acabamos con nuestro mundo, con nuestra tierra, subsistirán de algún modo los árboles en un rincón de nuestra memoria, el aire verde de sus hojas sopladas por la brisa, los paisajes, el vuelo del águila, La Natura que somos, el agua que somos. Siempre seremos llamados por ella, siempre existirá el anhelo del barro en nuestros pies.
Los relatos de Martha Estela son árboles en su memoria que han sobrevivido a la poda, árboles que ahora crecen en otros suelos de otras almas. No importa quién o cómo haya podado lo que tenemos, lo que soñamos; nadie podrá podar lo que sabemos y lo que somos: de eso no hay regreso, como tampoco se regresa del amor. Es un éxodo sin destino que, así como el alma del cuchillo quiere matar, el amor lleva en su esencia la pura pasión de ser, renacer, y vivir impecablemente en sí mismo como vive la tierra de la que somos los hijos pródigos, renegados, los hijos que se han ido de la casa materna pensando que era su pasado, como Borges lo expresa en alguna de sus reflexiones.
Pensé, dijo el escritor, que Argentina era mi pasado, pero Argentina resultó ser mi futuro. Allí regresó y su tierra, siempre fértil y fresca, lo esperaba. He ahí nuestro final, el antefinal del principio que es la muerte. Esto que la tierra representa en sus entrañas, y que llevamos en nuestro destino de venas y de agua, es también, en el círculo sagrado del todo, a pesar de la poda, nuestro principio vital.

Torres Torres, Martha Estela: Árboles en mi memoria. Editorial Secretaría de Cultura de Chihuahua, México, 2018.






Renée Nevarez Rascón empezó su profesión artística como cantante y compositora durante más de 10 años en Chihuahua, hasta que fue radicar en España por 17 años. Allá se dedicó a la literatura. Actualmente pertenece al grupo Ópera Siglo XIX y se dedica a la composición musical, la escritura, el canto y la enseñanza. Es autora del libro de poemas Marea del naufragio y su obra aparece en dos antologías, una poética en El Ateneo Blasco Ibáñez de Valencia en su colección Algo que decir y otra de narrativa para la que escribió el relato poético “Eres eco” con la Fundación Max Aúb de Segorbe en su colección Caminos de la palabra.

Estilo Mápula, portada 3. La actual

Estilo Mápula, portada 3. La actual
(Autor de la foto Martín Chávez Bejarano)

Reina Castro

Color de vida

Por Reina Castro

Fíjate bien, no soy común, la vida decidió por mí. Me golpeó fuertemente hasta derribarme pero no me destruyó, ese no era su fin.
Había un propósito al otro lado del dolor. Me tenía preparado un destino extraordinario, único, intransferible e irrevocable, imposible rechazarlo. O lo tomaba con valentía o me moría.
Al principio la lucha fue por demás intensa, agotadora hasta el límite; caí en un pozo oscuro, tanto que no lograba vislumbrar ni un mínimo rayo de luz. Por un tiempo mis días se convirtieron en la noche más larga y negra jamás registrada en la historia, mi historia… Así lo sentí, así lo viví. Era yo, nadie más. Sin embargo, ninguna noche ha vencido nunca al amanecer.
Sobreviví a la tormenta, traspasé umbrales de dolor. Me reconstruí con cada parte que quedaba con infinito amor y cuidado, tal como barro en manos de alfarero. Cuando terminé de cruzar el desierto árido y frío, al pisar la tierra prometida comencé de nuevo.
Me miré al espejo y encontré un rostro transformado, iluminado con un haz de luz, lleno de matices, plagado de ilusiones; en la mirada una encendida pasión por vivir de nuevo, vivir mejor; por ser aquella que el pasado no me permitió ser, por elegir mal, porque me equivoqué.
Ya no era la misma, estaba ante aquel espejo una mujer nueva, completa, entera, fuerte, capaz… ¡capaz de alcanzar la cima!; poco quedaba incluso de la mujer de antes, de antes de caer en las profundidades, aunque en el fondo siempre fui ella y no lo sabía.
Ahí estaba yo. No hay preparación para las tragedias, suceden de manera inesperada, impactan en un instante vidas comunes que nunca más volverán a serlo. No obstante, la transformación que ocurra a partir de ese momento depende de uno mismo, solo de uno.
Ahí estaba, en todas mis facetas, redescubriéndome, reinventándome. Una gama de colores anunció mi regreso a la vida, ya no era una sobreviviente más, ahora estaba viva… ahora, ¡estoy viva! Ahora, ¡yo decido!






Reina Castro es licenciada en educación primaria. En 2012 publicó su primer libro: De víctima a vencedora, un relato hiperrealista de dolor. Posteriormente escribió otro libro también de corte autobiográfico: Todo tiene su tiempo, de poemas, publicado en 2016. Su obra aparece en cinco antologías al lado de otros escritores chihuahuenses: Amores consumados, letras encontradas, Narradores del noroeste, letras selectas, En busca de la palabra sagrada, Letras al margen XII y Entre versos y prosas. En 2018 publicó su libro Mujer –es poesía entre dos”, en coautoría con César Barrón.

Estilo Mápula, portada 2

Estilo Mápula, portada 2
(Autor de la foto Martín Chávez Bejarano)

Estilo Mápula, portada 1

Estilo Mápula, portada 1
(Autora de la foto Jessica Aguirre Porras)

lunes, 25 de junio de 2018

Lorena Sosa. El merjunje

El merjunje

Por Lorena Sosa

La señora del mercado me dio una solución a mi problema, todavía tengo sus palabras en el pensamiento:
—Usted dígale, que va de parte mía, pa’l mismo trabajo que le hizo al hijo de Concha. ¿Si lo recuerda?, el que se fue hace 10 años y volvió hace poco, besándole las manos a Petra, por haberlo ayudado.
Y yo pos' le dije que sí, porque lo vi y hasta había hablado con él.
Como me quedaba de camino, llegué de una vez con Petra, le dije que iba de parte de Doña Chonita, que quería que me ayudara como al hijo de Concha. Luego luego, me dijo que sí,  y de ahí en adelante, estuve ahorrando durante seis meses.
A mí por ser nieto de Chito me cobró nomás seis mil por todo el merjunje.
¡Y pues claro esta!, pasé primero a misa, a pedirle perdón a la Virgen, pero yo estaba desesperado y no tuve de otra. Con las manos en las bolsas, apretando bien fuerte las bolsitas donde llevaba el dinero, finalmente llegué con doña Petra. Le dio gusto verme y luego luego me ofreció un vaso de agua.
Ya sentado en la salita de su casa, me pidió el dinero, lo contó y se fue a guardarlo. Cuando regresó, me trajo seis botellas, desas de la coca de plástico. Me las puso enfrente y me dijo:
—Mira mijito, aquí está la solución, nomás que debes hacer las cosas como te las diga porque si no, olvídate del remedio y yo no hago devoluciones. Ya llevándote las botellas, es tu cosa tuya.
Yo las vi sorprendido, las botellas parecían tener Suko o Kulaid, en realidad no parecían nada distintas, pero bueno, la cosa era confiar.
—Te vas a tomar una cucharada de cada una de ellas a las 6 de la mañana, luego te vas a poner de esta cosa en el pelo, pero hasta el día que te vayas a ir, porque luego con el sol de aquí no funciona.
Una semana antes de partir, empecé con el remedio. Los dos primeros días no vi resultados, pero al tercer día empecé a pensar que tal vez yo no estaba mirándome bien. Y es que cuando iba de camino a la tiendita, la Rosa me vio y me dijo que mis ojos se veían distintos, que parecía que se me estaban haciendo azules.
En esos momentos me dieron ganas de darle un besote, ni nunca me había saludado tan contenta la condenada, yo creo que le dio gusto que fuera con su mamacita a que me diera el remedio.
Total que muy contento seguí las instrucciones y el día ya para irme, bien tempranito, me puse la cosa del pelo.
Mi madrecita se levantó igual de temprano que yo, a recoger los huevos y echarles maíz a las gallinas, puso café a hervir y cuando entró, se le abrieron los ojotes cuando me vio.
Ya tenía yo el pelo de otro color también, pero lo raro de todo es que ella me veía los ojos igual, igualitos que todos los días. Y yo a veces me veía como que si los tuviera algo cambiados y otras veces como que no, pero el pelo, ese si definitivamente, como ve, ya es otro.
Total que pa' luego es tarde, me dio la bendición y yo agarré mi morral de cosas, agarre el camión y la gente que me conocía nomas me veía, como queriéndome reconocer, pero eso a mí no me importaba, porque entonces significaba que sí había resultado el merjunje.
Pero la prueba final, esa si iba a ser la verdad, yo iba a empezar a hablar así como hablan ellos, los gringos, se me iban a venir de la cabeza las palabras hasta la lengua. Pero pues la única forma de saberlo era hablando con alguien y pues no encontré a ninguno de este lado, así que me fui directito al puente, total si todo lo demás había funcionado esto ¿por qué no?
Ya estando en frente del hombresote ese, al que yo creía parecerme, no sentía que se me vinieran las palabras, nomas me salió decir:
—No le entiendo nada.
Y es que luego luego me habló y me extendió la mano y yo no sabía lo que decía; hice un intento por que me salieran las palabras y nomás no podía, yo seguía pensando en que no le entendía nadita.
Ya luego el hombre me llevó a una salita y ahi uno que sí hablaba como yo, me dijo que necesitaba papeles, pero pues yo le dije que no los tenía. Deveras que no sé qué salió mal, si un puñal de historias oía yo de muchachos de los otros ranchos que nomás con decir “soy americano” los dejaban pasar, pero a mí ni eso me salió. Pase la noche durmiendo en la central, esperando al camión.
Cuando me subí miré que se iban subiendo de los otros ranchos y se me quedaban viendo, los muy babosos hasta se rieron. Pero Padre, como iba yo a saber que la tal doña Petra me había engañado, que el merjunje que me dio, no me iba a hacer gringo, que yo iba a seguir siendo el mismito y que lo que me puse en la cabeza, no fue más que pintura, de esa que usan las muchachas.
Ahora me ve la Rosa y se le escapa la sonrisa. Y el mentado hijo de Concha ese que yo creía que se había vuelto gringo porque la señora del mercado me dijo, nomas se había ido pa’ la costa y no pa’l otro lado, ahora entiendo yo, por qué cuando le dije:
— ¿Y cómo se come allá? —el muy alzao me respondió:
—Bien sabroso, de los mejores manjares del mar —y yo que creía que era por rico, por los dólares que había ganado.
Pero bueno, Padre, deme su perdón, por haber caído en esas creencias de la magia. Ya ve, yo sigo siendo el mismo. Con los pelos de gringo pero el mismito.






María Lorena Sosa Rodríguez estudió letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha publicado en la revista Once, de Hermosillo y en la antología literaria Las misiones del padre Kino. Durante algunos años escribió la columna Llavero en el periódico El universitario de la ciudad de Chihuahua. Es autora del libro María cabeza de empanada. Actualmente estudia una maestría en escritura creativa en La Universidad de Texas en El Paso.