viernes, 29 de junio de 2018

Dolores Gómez Antillón. Primavera

Primavera

Por Dolores Gómez Antillón

La primavera renació con fuerza, los campos florecieran y las praderas  adquirían su manto verdes. Los animales andaban entusiasmados, la naturaleza despertaba del letargo  invernal.
En los parques y en la calle se miraban parejas enamoradas.
Algunas damas recibían flores acompañadas de tarjetas que excitaban profundas fibras de los sentidos e incitaban al encuentro.
Neverías repletas, cafés, restaurantes, cines y salones de baile.
Todo era algarabía y contento. El ritmo de la gente era rápido y alegre.
Sin embargo no todas las personas gozaban de la misma energía, algunos permanecían taciturnos y ajenos a toda la fiesta.
Ruth era una chica que nunca había experimentado la relación con algún novio, parecía que nadie la veía aunque era agraciada y tenía grandes ojos color miel. A sus treinta años había estudiado danza, música y teatro. Había trabajado en puestas de escena de muchas obras. Su talento era admirable.
No asistía a evento de otra índole, ni siquiera a una fiestecilla informal entre compañeros. Siempre de la escuela a su casa. Vivía sola pues sus padres tenían que trabajar, eran campesinos y vivían en la sierra, en un pueblito llamado Matachic, tenían unas tierritas donde sembraban maíz y frijol.
A Ruth le faltaban dos semestres para terminar. Ganaba buen dinero en presentaciones con su grupo , ya que muchas personas los contrataban para sus  fiestas, y con la puesta en escena de algunas obras en el Teatro de la Cuidad.
Un día, en el salón de música, cantaba Ruth Perfume de gardenias y dio la casualidad de que al escuchar su voz, un productor entró al salón y se quedó extasiado por la voz  y la belleza de la intérprete a la que aplaudió con entusiasmo, la felicitó y le propuso que cantara en el Hotel Victoria. Le dio las gracias y aceptó, aconsejada por su maestra, quien le prestó el primer traje de noche para su debut. Un vestido que parecía  hecho a su medida, color azul marino, bordado con pedrería.
Su debut fue gran éxito y en tres temporadas pudo comprar una casita, vestuario, en fin, lo necesario para vivir bien.
Cada fin de semana el hotel estaba lleno, ya que Ruth había cobrado gran popularidad. Un año después, César, el productor, la invitó a celebrar el éxito. Ella con una sonrisa aceptó encantada.
Fueron al Hotel Hilton. Después cenar deliciosos manjares la invitó a bailar. La tomó del brazo y en la pista iniciaron la danza. La orquesta  tocaba La flor se la canela y después siguieron otras y tantas melodías. Ella se sentía amada en sus brazos y el conjuro inició.
César era un hombre alto de cuerpo atlético, tez clara y pelo castaño. Lo que más atraía en él eran sus rasgados y grandes ojos claros y su hermosa sonrisa. Al iniciar la siguiente pieza, la abrazó con mucho cariño y sintieron sus cuerpos tan íntima y deliciosamente  atados en un  nudo de pasión y amor. Sus labios se unieron en un beso febril y placentero, el deseo se apoderó de los sentidos y con en silencio se tomaron de la mano y tomaron una habitación del hotel para volar hacia las mismas puertas del Paraíso.
El ocaso pintaba el cielo de dorados, ocres y magentas; a lo lejos un relámpago traspasaba el firmamento.




Dolores Gómez Antillón es licenciada en letras españolas con maestría en educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que después llegó a ser directora. Ha publicado los libros Rocío de historias cuentistas de Filosofía y Letras, Apuntes para la Historia del Hospital Central Universitario y Voces de viajeros.

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