jueves, 14 de junio de 2018

Antología personal. Gaspar Gumaro Orozco.

Antología personal


Por Gaspar Gumaro Orozco


Aquí van  algunos textos del gran escritor Gaspar Gumaro Orozco, quien fundó la Escuela de Filosofía y Letras, hoy Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que fue durante 13 años su primer director.


1. De su libro El Ángel y el Centauro.

Jardín
El cielo moja
en el arcoíris
un colibrí...
pincel del viento
Jardín

Por amor tendrás que volver sobre tu huella
desafiar los vendavales y las emboscadas.
Por ese amor que a las aves empuja a trasvolar
cordilleras y mares
y abrir en los cielos invisibles caminos.
Por ese mismo amor el clavel despierta a un
grito inaudible de la primavera
y las ramas horadan pujantes verdes cavernas en el
azul.
Volverás cuando hayas cruzado los trópicos y los
meridianos
y visitado el lado oscuro de la vida:
ahí donde el alconcillo y el lobezno ensayan
–siendo frutos del amor primaveral– las crueles
argucias de la cacería.
Donde el moscardón carroñero y la abeja esclava
tienen
por igual su ruta de amor y muerte en el cielo.
Ahí buscarás el mismo árbol, el mismo cielo
y los recuerdos amados.
Amor y muerte.
Encrucijada de todos los caminos.
Moneda al vuelo cara-cruz aventada.
Dado maestro que rueda por todo el haz de la tierra.
Azar que sin dejar de serlo se repite
mientras exista en el viento
una briznita de hierba.


Ondeó el manto en los hombros
de aquella que trajo a mí
la tarde.
Un viento helado tendió el arco
del obscuro ciprés
y la flecha envenenada del adiós
se clavó vibrante en mi carne.


Este mi país es gris
hostil y vengativo
tornadizo
emponzoñado
cruel
inhumano.
Libre
pero bajo la ley del sol y de la sed.
Fatigoso
insano
alucinante
ardiente como el amor aplazado de por años
y frío
como del traidor la mano.
Tenebroso a plena luz y tan confiable
como la fe jurada del azor a la rata de los llanos.
Van de la mano por él
la paz de la iguana y su piedra
y el terror
¡vaina de acacia
agitada en la sangre!
que la serpiente –cortejo fúnebre reptante–
levanta fulminante desde el polvo
la muerte en un rayo ocre
que un caramillo espeluznante atrás
va denunciando.


He bebido dulcemente en el corazón de mi
bárbara estirpe
y arrojando mi copa a las llamas he visto surgir
las sombras de mis muertos.
Mi río
de su río es un afluente
sus huesos
jalones en mi desierto
sus llantos
los mares de mi regreso
sus vidas
mi libro blanco
mi libro negro.
Y mientras aúlla mi soledad y las horas me
matan
espero ante la hoguera consumida
en el borde de las sombras
la llamada de mis muertos.


 Este mismo camino que empiezo a recorrer
con mis treinta años a cuestas
es el mismo que cargado de sueños indefinidos
iba y venía cuando niño...
Y el mismo estremecimiento al ver
cómo poco a poco el sol se acerca hasta el borde
dentado de la sierra
me asalta ahora
esperando el estallido que nunca escuché
del dorado globo hiriéndose en el borde..
Todo me hermana igual
y lloro igual silenciosamente por todo.
Quizá separe más concretamente piense
que son los recuerdos del silencio opresor
los que hoy me duelen.
Solo el dolor y la decisión violenta
de arrancarse las espinas
queda
de entonces y ahora
igual.
Y esperar
no queriendo esperar el estallido y ayudando
no queriendo ayudar que se produzca.


Distancia
que el marino hace ruta
y el vagabundo pretexto
para reanudar
la canción de la rosa de los vientos
sin principio tiene un fin cierto.
Los pasos del vagabundo
retoman la canción.
Y el sol ha muerto.


Una mano estigmatizada por el clavo de la
miseria
se extiende más acá de un rostro malicento
y unos ojos brillantes de desesperación.
Y escucho a los picapiedreros en paredes
herrumbosas esculpir
a cincelazos de hambre
rostros
manos
ojos
quejas
pura desesperación.
Miseria y más miseria e injusticia retratadas
en los pórticos
de los palacios y de las catedrales
y de la llanura fértil
del remanso donde sobrenadan mis últimos
ideales de fraternidad
donde plácido se estancaba el miope arroyuelo de
mi conformidad
huyen hacia las cumbres aterradas las gacelas
por el grito de un caído en las garras del león.


Escucha
aunque te hagan daño tienes que aprender
sufriendo
a hacer historia
Si tú detestaste el despotismo
esas olas de verdes hombres
de hombres grises
máquinas bípedas azules-verdes
de altas botas, polainas blancas
y de brillantes botonaduras en la barriga
profesionales de la miseria institucional.
Si tú detestas la opresión organizada. No les
creas.
No creas nada de lo que graznan los Grandes
Buitres de las cancillerías.
Cuando te dicen ¡mata! ¡mata!
¡tu deber es agrandar los límites de nuestro
cementerio!
¡tu obligación –ciudadano– es exprimir las lágrimas
de los demás!
No les creas ni aunque juren en nombre de la patria
o de su dios ("in God we trust") mercenario.
No les creas
que ellos "acuñaron" esas monedas y juntaron la fuerza
de sus garras en una "asociación limitada" a su "interés".
van a comprarte y a venderte
porque son banqueros y agiotistas disfrazados
de salvadores
condotieros del Estado
y nada más.
Cruel e insensible el niño bestial sobrealimentado
despluma en vida una blanca paloma de Picasso
–¡sueño alado de amor que destila sangre roja real!–
y sonríe el "strong man"
quiere jugar y sabe que se asan igual
a fuego lento de leña verde las lagartijas en las prisiones.
Tú lo sabes también, pero el César te compra tus
sentimientos humanitarios.
y te hipoteca –remero en perpetua deuda con el
patrón fenicio– tu compasión.
Si tú quieres podrías ser un halcón cebado
en la pitanza
que nosotros los pueblos perseguidos ofrecemos
–carne magra– ¿qué importa para quien tiene los
dientes afilados?
a los hombres organizados en jaurías
que pulen –con polvo de oro– sus instrumentos
sus garrotes
sus jaulas
sus estrados
sus cajas de caudales.
Con ellos te hacen la llaga en la conciencia
y te arrojan a las moscas
¡que se ahonde la herida! ¡Que se pudra el amor!
en la carroña está el banquete y el deleite
servido por gorilas lacayos en las fauces
del monstruo de hormigón.
¡No cejar! ¡No abandonar el empeño de la dignidad
comprometida!
porque empieza a soplar el viento
empieza a subir la marea
y las olas rabiosas que cabalgamos
van a carcomer los cimientos de la pirámide de huesos
que a nuestro llamado revivirán
y de pie retarán la noche
y los jueces
los fiscales
carceleros
verdugos
y guardianes
se hundirán
cuando arriemos su bandera y alcemos nuestro pendón
y bajo él nos cobijemos
sin miedo
sin engaño
sin patria
sin nación
bajo la ley que nosotros nos demos
florecerá la vida
nos llamaremos hermanos
y aspiraremos a ser
hombres
nada más.


La luz es el hueco en la sombra
¿Y qué ha quedado de todas aquellas
de razón que soportamos?
Nace la mariposa en el atardecer
y endereza su vuelo hacia el sol poniente
persiguiéndolo.
Y la luz más y más lejana e inmóvil siempre.
Y no llegará.
Le esperan horas-siglos de fatiga inútil.
Y siempre el cancel cerrado.
Rauda la noche se abatirá sobre ella.
La noche-halcón. Instinto puro en un mar
de luz. Vacío donde un mundo azulado se escombra.


Alma mía
que vas de resplandor en resplandor
de una hoguera a otra de los días.
Al fondo del tiempo
encontrarás la brasa moribunda
y su mirada fría.
Ni hoguera
ni viento
Vagabunda
suspirarás recuerdos
y ceniza.
Alma mía.


La vida tiene una fuente
y en su borde van creciendo
pensativos dos cipreses.
Venablos sostenidos en el viento
ciego y sordo encubridor
del dolor y de la muerte.


La pavesa se consume y doblan
a duelo las campanas
por la muerte del día.
De las ramas desnudas pende
la noche que bebe la luz
del poniente hasta la última gota.
Y la sombra veloz enlaza
las crines del corcel en que galopa.


El viento gris hostiga las nubes
hay lepra de nieve en las colinas
y mi corazón se empeña en el talud lodoso...
remota el tiempo mi corazón enfermo
...He aquí la llegada del invierno.


Mañana
sobre las altas almenas
asomará la flor llameante
y las heridas
por las que incontenible me escapo
-cardos salvajes en el talud-
se
irán
abriendo.


Ella vendrá por el camino
y una noche silbará sobre nosotros la guadaña.
Ella vendrá punteando en el viento
el bordón de su caballo.
Sus crines volarán sobre el trigal.
Con las mieses a punto vendrá
la Segadora a cosechar
el grano
dejando la paja a merced de la tierra
del viento
y de los gusanos.

2. De su libro Facetas.


La imaginación es una facultad casi divina que percibe de forma inmediata, al margen de los métodos filosóficos, las relaciones íntimas y secretas de las cosas, las correspondencias y las analogías.
Charles Baudelaire


A los poetas, como a todos los hombres, los mata la muerte: Pero a otros los mata la vida. Por dejadez, por abulia, por rutina, por cobardía. O lo que es peor: por el pan de cada día.

Somos escencialmente solitarios, por necesidad solidarios, ineluctablemente mortales. Espiritualmente intemporales.

No solo una vez fuimos expulsados del paraíso, pues a lo largo de la vida las expulsiones se repiten. O quizá solo nos alejamos cada vez más de él en cada encuentro fallido con el mundo.

Hay quienes, incapaces de construir el futuro,
se afanan soplando sobre las brasas de la historia
tratando de revivir a los muertos.

Lograr que las cosas que me tocan en lo más hondo
toquen en lo más hondo a otros
es el esfuerzo poético.

En poesía lo claro no necesariamente es superficial, ni obscuro lo profundo.

Nuestra sed de inmortalidad solo se calma si ponemos nuestra vida y esfuerzo al servicio de una causa que al menos nos trascienda y parezca también inmortal ...aunque ¿quién pudiera asegurarlo?

Cada quien debe inventar
su propia gramática imaginista.
En eso radica el fundamento del estilo.

Frente a lo bello nos asalta una indefinible inquietud.
¿Será porque nos enfrentamos a una manifestación de la eternidad?

La esencia de la poesía es tan volátil
que necesita un envase perfecto de palabras
para que permanezca, y gozar de su fragancia.

Insistir, insistir, insistir con el cincel y el martillo sobre la dura realidad
hasta dar forma a nuestra alma.

El amor y la poesía no son estados continuos. Son grandes momentos fugaces que deben encontrarnos alertas y abiertos. En el mar de nuestras vidas se levantan como grandes olas, y para cabalgarlas es menester mantenerse mar adentro, a flote y alertas.

Es necesario aceptar que somos hombres de una época total, bajo un tiempo veloz y un espacio minimizado.
Y que la poesía, pobre o rica en sus medios expresivos, debe dar cuenta de esta situación nuestra.

Porque al poeta le toca, como función esencial, descifrar el mundo y hacerlo sensible al corazón.

La poesía pretende iluminar el rostro de la –paradisiaca o infernal– verdad interior que cada uno de nosotros encerramos.

Así como para un marino cruzar la línea del ecuador amerita una ceremonia, para quien viaja al interior de sí mismo cruzar la línea de la vanidad es importante.

A veces el llamado de la muerte es más fuerte que el de la vida.
Algunos lo escuchan...
y no vuelven.

La gran poesía expresa momentos de lucidez excepcionales
de temperamentos también excepcionales.

La manera más eficaz de convertir en inocua una idea subversiva es ponerla de moda y adaptarla al consumo masivo.

Aquellos que en el mar del tiempo se dejan ahogar sin intentar salvarse, lo hacen, quizá, porque han acumulado demasiada vida y eso pesa ...y se hunde.

Sería pedir demasiado que un poema largo tuviera de principio a fin la misma densidad.
En este tipo de poemas, los momentos más intensos, de gran concentración espiritual, se rodean de ondas más débiles y decrecientes que enmarcan el foco de mayor intensidad.
Como el efecto que produce una piedra arrojada en el agua
quieta de un estanque.

Ganarse la vida puede ser fácil. Pero vivirla es lo que importa.

En poesía debe buscarse la totalidad expresada, no solo ir a cazar imágenes o metáforas en el coto cerrado del poema.
Es la visión total expresada en el símbolo y el mito subyacentes –y no necesariamente explícitos– lo que verdaderamente importa.
Lo demás son materiales constituyentes.

La ofensa a un hombre pundonoroso pone en movimiento obscuros engranajes de venganza. Aunque giren lentos, trituran inexorablemente.

Hay poetas que, faltos de otra manera más digna de asombrar, hacen que sus poemas encierren una extravagante paradoja. Son bufonadas en verso.

En los linderos de la sociedad que lo margina, el poeta, solitario y desconfiado vaga insomne, como un tigre en la noche agria.

Tras todo arte hay un largo oficio.

Castellae lingua, patria nostra est.

La amplitud del lenguaje que utilizamos coincide con la extensión y profundidad de nuestra visión del mundo. Más allá de esta frontera solo se producen balbuceos incoherentes, tanteos temerosos en la movediza arena de lo innombrado.

Sucede que un artista puede pasar toda una vida como un niño solitario entre adultos, con los que nunca se solidariza y a los que teme y detesta a la vez.

La literatura es cuestión de concentración y dilución de dulzura. Un poema lírico, intenso, se adensa como el almíbar. Mientras que una sola cucharada de miel en una alberca es el sabor de algunas novelas largas.

El juego de la vida si no fuera tan cruel sería risible. Por lo pronto es absurdo. Durante su transcurrir acumulamos experiencia para vivir y cuando se está a punto de dominar el arte... uno sencillamente se muere. Cierto que otro se levanta donde uno se hundió. Pero vuelve a comenzar de cero. ¿No es broma cruel?

Una acción aislada no condena ni exalta a un hombre, sino la suma de actitudes y de actos en todas las situaciones, unitariamente consideradas.
En cuanto a la suma, solo la muerte da el total.

El medio de expresión –lenguaje, color, sonido, bronce, mármol, cuerpo– trasciende cuando uno es absorbido por el efecto que produce la obra en nuestro espíritu.

En el paraíso del empirismo que es nuestra América reinan los fariseos fraudulentos y los simuladores charlatanes.

Cuando un hombre tiene problemas con la ley debe considerarse primero al hombre luego a las circunstancias y solo después a la ley. Porque esta se hizo para los hombres no los hombres para la ley que deriva del poder en forma de estado –nebulosa abstracción de la indigencia original– que produce ciudadanos pero antes que tales somos hombres concretos que a la ley nos une nuestra prístina imperfección y la necesidad.

La poesía, siendo su gracia un don, exige labor. Así como la lluvia pone en actividad la azada del labrador.

Quien pierde su autodominio pierde su libertad. Será esclavo de los acontecimientos, o peor aún, de quienes –habiendo descubierto su susceptibilidad– lo sacan de equilibrio con entera facilidad.

En una obra literaria personajes y acciones son solo palabras. Pero lo paradójico es que si no pueden vivir deprendidos de ellas no alcanzan verdadera grandeza.

Cuando los solemnes filósofos y científicos llegan al territorio conquistado desde hace tiempo por la poesía con sus tablas de clasificación, sus instrumentos de agrimensura y sus afanes de vendedores de bienes raíces a deslindar a tasar a repartir a etiquetar lo conquistado... a la poesía no le queda más que levantar el campo e ir en busca de otro territorio inexplorado.

Es tan importante sembrar ilusiones como sembrar trigo.

España, que por conquista nació de Roma no conserva ningún complejo al respecto. En México, con relación a España –y por la misma razón– la parte más torpe pero vociglera de los intelectuales gritan –por cierto en lengua castellana– que ellos son vencidos, las humilladas víctimas de un genocidio atroz. Esto llanamente puede recibir el nombre de nacionalismo infantil.

La obligación de la literatura –si alguna tiene– es dar perspectiva y hondura al plano deslizamiento del río de la vida.

Toda estética presupone una ética, aunque sea para negarla.

¿Cómo conciliar los extremos de permanencia y errancia? Solo en el árbol y el pájaro fundidos. El árbol es un pájaro posado; el pájaro es un árbol en el cielo.

Solo la lengua, que transmite la tradición literaria, es criterio válido para juzgar los productos de la literatura, y no el lugar de nacimiento del autor. Nuestra patria es nuestra lengua.




3. Los libros de Gaspar Gumaro Orozco:
1. El ángel y el centauro, 1985.
2. El camino de la flor y del puñal, 1989.
3. Facetas, 1992
4. Labrando el laberinto. [Póstumo].

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