Miradas
Por Guadalupe Ángeles
Despacio. Levanta la vista. Mírame. ¿Recuerdas aquella noche el dibujo
de tu sombra sobre la pared? ¿Recuerdas tu grito? La luz de la habitación, tus
ojos sobre tus ojos y el profundo misterio del que nació ese salir de ti en
sonido. El anhelo más grande estaba ahí, en esa frase que aún conservas,
fetiche tal vez, como el mismo retrato de aquel ahí nombrado.
Sí, coincido contigo: de todas las noches posibles, volvería a elegir
esas. Porque después todo fue vacío. O solo ensayos para la obra imposible ya.
Mírame porque algo habrá quedado ahí, en la oscuridad de nuestras
miradas coincidiendo en el espejo. Ya vendrán otros con explicaciones
insuficientes. Como todas.
Rezo de noche. ¿Quién lo diría? Como obsesivo derviche danzo
interminablemente sobre la misma idea que ha ido perdiendo contornos precisos
al paso de los años. A veces es una sensación. Otras, la imposibilidad de
volver a pintar su rostro abstracto. Ciertas imágenes la traen de vuelta y es
como ser invitado a una fiesta, disfrutarla desde la ventana, porque ya no se
ha de entrar en esa alegría. Lo sabemos. Por eso te pido que vayamos lento. Tú
sabes mejor que nadie que podría desorientarme al grado de llamar a gritos a la
cordura. Nadie quiere eso, tampoco nosotros.
Ayer me dolía el cuerpo. Pero el dolor era como una caricia que
suavizaba el contorno de mis brazos, que hacía murmurar a mis piernas una
melodía hace tiempo olvidada.
Es curioso cómo llamarte, después del sueño en el que eras apenas una
delgada figura sin mucha relación con lo humano, una caricatura endeble, una
especie de alimento extraño, y, sin embargo, en su fragilidad, sostén del
significado último de estar aquí, ahora, pidiéndote que me mires despacio.
Ya no seré el trasatlántico donde irías a conocer la otra orilla de la
vida. Te fuiste demasiado pronto.
Quedo aquí, con la dulzura de tu nombre cayéndoseme de las manos, con
los colores de tu sueter dibujando en mí tantos paisajes que no habitaremos.
Por los siglos de los siglos dejarás de escucharme decir esa afirmación que fue
al mismo tiempo un grito de guerra y una declaración de amor. Tan inútil ya.
Hoy que veo tu figura entrando a la habitación poco antes de dormir, te
pido que me mires, despacio, quiero tu mirada como último recuerdo de la vida.
Tócame con ella, y vámonos por fin juntos, a la eternidad.
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005), Raptos (2009) y No es luz, mas enceguece (2023). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación. Actualmente radica en Guadalajara.
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