jueves, 27 de febrero de 2025

Iconografía chihuahuense

 


Iconografía chihuahuense

 

Por Raúl Sánchez Trillo

 

Geometrías de la imaginación, diseño e iconografía de Chihuahua[1] es un libro que debe alabarse en múltiples sentidos. Apenas si se hojea, se destacan las excelentes traducciones gráficas del equipo de vectorización y digitalización que tuvo a su cargo esta tarea, que logran conservar intacta la expresividad de los petroglifos y presentan en plano o desenrollados varios de los diseños de la cerámica Paquimé.

Celebramos poder contar con este libro que conjunta una colección de diseños e iconos para la divulgación de estas manifestaciones estéticas primitivas, mismas que se encuentran dispersas en el vasto territorio del estado, y que si bien ya se han dado a conocer, aparecen en textos especializados de la antropología y la arqueología no muy accesibles para el público profano.  El libro viene a cubrir una carencia y nos empata con las divulgaciones iconográficas de otras culturas como la mesoamericana o la andina, ampliamente difundidas en volúmenes del estilo del que ahora reseñamos.

Varios son los acercamientos que pueden hacerse a estos motivos iconográficos. Uno de ellos es el que algunos historiadores del arte llaman el pensamiento plástico y que tiene que ver con el desarrollo de patrones para ver y representar la realidad, tales como las simetrías, direcciones, ritmos, proporciones. Estos se aprecian de manera incipiente en el apartado que corresponde a la gráfica y la pintura rupestre, y alcanzan un grado de excelsitud en la cerámica de Casas Grandes, donde predominan los diseños geométricos.

Aunque los logros de diseño de los petroglifos son elementales, algunos de estos poseen una gran expresividad y una fuerza simbólica que trasciende al tiempo y a la traducción gráfica de la que hablamos al principio. En cuanto a los diseños de la cerámica de los pueblos sedentarios se aprecia tras ellos ya un sistema estético de producción especializada con producción en serie, de cerámica, textileria y cestería, que demanda la ordenación de los principios de ordenamiento formal.  

Se comienza a desarrollar una estética. Y desde este campo podemos tener otro acercamiento a la iconografía chihuahuense. Dice Juan Acha que la conciencia artesana va junto con la estética, y ambas se inclinan a la belleza como primacía de lo útil, o a la fealdad y dramaticidad de las fuerzas sobrenaturales

 En el caso de los pueblos sedentarios de Chihuahua, la opción escogida es la belleza. La belleza de las formas geométricas y de figuraciones sintéticas antropomorfas o de la fauna y flora local. No aparece en el libro imagen animal o humana con restos de fealdad que manifiesten el terror del hombre ante los dioses o las fuerzas de la naturaleza. Esto a diferencia de cerámicas rituales o incluso de uso cotidiano de los pueblos de Mesoamérica.

Otra aproximación a la iconografía del libro es desde la perspectiva del arte, aproximación difícil en la que priva el debate y en la que solo pretendo esbozar algunas ideas, desde luego sin el rigor propio del ensayo, en tanto que solo se trata de reseñar.

El termino arte rupestre es un término que produce ruido tanto entre los arqueólogos como entre los historiadores del arte. Para el rigor del trabajo arqueológico resulta difícil manejarse con este, por lo inasible de la palabra arte, que conlleva a múltiples concepciones. Por ello se propone sustituirla por obra rupestre, representación rupestre, o gráfica rupestre.  Desde la gran variedad de teorías del arte, muchas de ellas niegan toda posibilidad a la existencia de un arte. En buena medida porque en estos campos ha privado el eurocentrismo que tiene como modelo a la cultura griega y sus cánones, descartando no solamente lo rupestre sino todo lo que no tenga el sello de occidental.

Hegel, por ejemplo, hablaba de tres estadios del arte: el pre arte primitivo donde predomina lo simbólico y el contenido sobre la forma; el arte clásico donde hay un equilibrio entre forma y contenido y el arte romántico, donde de nuevo se rompe el equilibrio entre forma y contenido y predomina la poesía.  Según esto pues, la iconografía de nuestros pueblos nómadas y todas las manifestaciones de los hombres primitivos serían pre arte.

Sin embargo, esta teoría del símbolo de Hegel tuvo posteriores desarrollos con Ernst Cassirer y su Filosofía de las formas simbólicas. Elaboraciones teóricas a partir de las cuales se desprenden otras concepciones del arte como una actividad de simbolización. En esta misma línea, Eugenio Trías afirma “el arte celebra el trágico e imposible encuentro de lenguaje y mundo con el cerco hermético. Deja que este ambiguamente se rebele y manifieste: logra, pues, dar cierta forma sensible a lo sagrado[2]. Y esto lo hallamos en pinturas murales y petroglifos de riqueza simbólica importante, en la que se concentran evidencias de la fe, la magia, la caza y la fecundidad. Que como dice Antonio Rojo “son los primeros atisbos de simbolización en el contexto rupestre mexicano; son imágenes que perviven como antecedentes de una ilimitada producción de símbolos y de signos que en muchos casos fungieron como fetiches proyectivos en la plástica y la producción visual”[3]

Y es en este punto en donde me atrevo a afirmar que el arte primitivo y el arte contemporáneo se tocan. (No hay que olvidar por ejemplo que el arte africano influyó para que Picasso pintara Las señoritas de Avignon antecedente del cubismo que subvirtió 7 siglos pintura).

 Ya que como dice Antonio Rojo “De la misma manera en la que los hombres prehistóricos nombran el universo, los artistas actuales se apoderan del mundo mediante imágenes y objetos activando así el potencial de lo imaginario. Esto les permite convertirse en mediadores entre el mundo real y sus simulacros. Hay una predisposición innata del ser humano a crear objetos cargados de magia que adquieren facultades metafísicas y funcionan como umbrales hacia lo inefable.”[4] Un ejemplo es la artista Marta Palau quien retoma los murales rupestres, y la cerámica primitiva para sus instalaciones y sus esculturas en una confluencia retórica de imaginarios, en la cual los rituales y la magia, eminentemente politizados, se adaptan a las diferentes problemáticas sociales actuales. Tijuana, Baja California, y en general la frontera México-Estados Unidos.

Finalmente, creo que Geometrías de la imaginación, diseño e iconografía de Chihuahua, es un libro que invita a nuestros artistas visuales a recrear e investigar sobre las manifestaciones primitivas del arte de nuestro entorno, a apropiarse de ellas y establecer un dialogo entre nuestro presente y el pasado. Sin duda alguna, muchos encontraran ahí un filón para su trabajo, tanto en el campo del diseño gráfico y la identidad visual, en el tatuaje corporal, en la publicidad, en las actividades culturales y en la elaboración de artesanías. Pues como bien se establece en los derechos reservados del mencionado libro: la utilización de las imágenes contenidas en la presente obra con fines artesanales o artísticos queda expresamente permitida.



[1] Guevara Sánchez, A. y Mendiola Galván, F. Geometrías de la imaginación, Diseño e iconografía,  Chihuahua, CONACULTA, México, 2008

 

[2] Trías, Eugenio La lógica del límite, Destino, Barcelona, 1991

[3] Rojo Betancur, Fernando Antonio. Resignificaciones del pensamiento mágico ancestral y del arte rupestre mesoamericano. La obra de arte como fetiche contemporáneo. En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/artefetiche.html, 2009

[4] Rojo, op. cit.

 


Raúl Sánchez Trillo estudió maestría en artes visuales en la ENAP/UNAM. Escribe crónicas y es profesional de la fotografía de arte. Fue director de la Facultad de Artes. También director de Extensión y Difusión Cultural y secretario general de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Publica ensayos y crónicas en redes sociales.

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