Cocodrilo Bit
Las
palabras como herramienta para construir la cotidianidad
Por Benito Rosales
Hay diferentes teorías
acerca del determinismo del lenguaje en la construcción de la idea del mundo
que nos rodea. Discernir entre qué es primero, el pensamiento o la palabra, no
deja de ser complicado, aun cuando sabemos que hay seres vivos que no cuentan
con un lenguaje tan complejo y abstracto como el del ser humano. Podemos
discutir sobre qué es el pensamiento y qué es el lenguaje, y cómo este va más
allá de las palabras, además de cómo otros organismos logran comunicarse de
manera efectiva y eficiente a través de medios muy distintos a los humanos. Sin
embargo, esa no es mi intención aquí.
Deseo, sí, escribir sobre el
poder de las palabras y el potencial que nos dan para apropiarnos del mundo.
Cómo el hilvanar ciertas frases de cierta manera refleja nuestra percepción de
la realidad. Sé que pudiera parecer algo obvio, pero para mí no deja de ser
sorprendente cómo el ordenar las palabras de determinada forma puede motivarnos
o, al mismo tiempo, omitir otras tantas ideas.
Durante mi paso por la
preparatoria comencé a llevar un diario: una libreta de rayas tamaño
profesional que me acompañaba a la escuela junto con mis libros y cuadernos
escolares. Escribir fue un recurso que encontré casi instintivamente para
ordenar mis pensamientos sobre lo que me sucedía en el día a día. Mi padre
había fallecido dos años antes, y la preparatoria, para mí, era algo ajeno, un
mundo totalmente distante de lo que hasta ese momento había vivido. Me sentía
perdido, en otra realidad. Escribir me ayudó a desmenuzar mis sentimientos y
emociones, a aclarar aquello que, en un primer momento, parecía absurdo.
Durante cinco años,
aproximadamente, llevé este diario casi religiosamente, hasta que un día sentí
que debía dejarlo. Junté mis libretas y las quemé, recordando aquel pasaje
histórico sobre Hernán Cortés y su orden de hundir las naves para evitar que él
y sus hombres desearan regresar. Creía que ya no tendría necesidad de escribir,
que la situación crítica había pasado. Sin embargo, estaba muy lejos de eso.
Todo lo contrario: conforme me fui haciendo adulto, la vida se volvió cada vez
más compleja, y la necesidad de escribir permaneció.
No recuerdo cuántos días,
semanas o meses pasaron, pero al final volví a escribir. Con el tiempo, comencé
a hacerlo de manera digital y ahora tengo un archivo muy amplio desde entonces.
No son reflexiones filosóficas ni historias extraordinarias; es el sentir de
una persona que encontró en la escritura un bastón para transitar en la
incertidumbre de su existencia.
Aún hoy, cuando me siento
abrumado o cansado del devenir diario, busco un momento para serenarme y
escribir. A veces solo describo lo que me pasa; otras, intento ir más allá de
lo inmediato y escribo una ficción. A veces, simplemente expreso una emoción o
un sentimiento.
Más allá de la cosmovisión
que conlleva ser hispanohablante, tengo la mía propia, como todo ser humano,
con sus limitaciones y alcances. El lenguaje se ha moldeado a mi realidad, como
yo a ella, en una especie de simbiosis para mantenerme a salvo.
¿Ustedes escriben? ¿Qué
escriben? Más allá de comunicarse con otros, ¿el lenguaje les representa algo
en su vida cotidiana? Los leo.
Monterrey, domingo 24 de
noviembre de 2024
Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.
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