lunes, 8 de diciembre de 2025

El Dakota: el sueño que se volvió pesadilla

 



El Dakota: el sueño que se volvió pesadilla

 

Por Raúl Sánchez Trillo

 

La noche en que John Lennon cayó frente al Dakota no fue solo el fin de un hombre, sino el derrumbe de una época. José Emilio Pacheco lo entendió con lucidez: The dream is over, escribió, como si la frase de Lennon se hubiera convertido en epitafio colectivo. El sueño de los sesenta la utopía de paz, música y comunión se quebró en un disparo que resonó como eco de otras tragedias. (Inventario publicado en la revista Proceso, No. 215, 15 diciembre 1980).

El Dakota, edificio de piedra y sombras, ya estaba marcado por la ficción. Allí Polanski filmó Rosemary’s Baby, la novela de Ira Levin convertida en película de culto. En sus muros se incubó la paranoia: la sospecha de que el hogar podía ser invadido por fuerzas invisibles, de que la inocencia era apenas un disfraz para el horror. Pacheco lee esa coincidencia como un signo: el mismo espacio que albergó la ficción del satanismo se convirtió en escenario real de la violencia.

Polanski, director de esa cinta, conoció en carne propia la irrupción del mal: Sharon Tate, su esposa, fue asesinada por la secta de Charles Manson. La contracultura, que prometía amor y libertad, engendró su monstruo. Manson es la máscara oscura del hippismo, la prueba de que la utopía podía volverse pesadilla. Pacheco traza la línea: Levin imagina la conspiración, Polanski la filma, Manson la ejecuta, Lennon la padece. El Dakota es el punto de cruce, el mapa donde ficción y realidad se confunden.

Así, la muerte de Lennon no es un hecho aislado: es el último eslabón de una cadena de horrores que clausura los sesenta. Fitzgerald había dicho que los años veinte terminaron con el crack del 29; Pacheco sugiere que los sesenta terminan con el disparo en Nueva York. El edificio Dakota se convierte en símbolo de esa clausura: un espacio donde la utopía se disuelve en paranoia, donde la música se interrumpe por la violencia, donde el sueño se transforma en epitafio.

 


Raúl Sánchez Trillo estudió maestría en artes visuales en la ENAP/UNAM. Escribe crónicas y es profesional de la fotografía de arte. Fue director de la Facultad de Artes. También director de Extensión y Difusión Cultural y secretario general de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Publica ensayos y crónicas en redes sociales.

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