domingo, 15 de junio de 2025

Agua dormida


 

Agua dormida

 

Por Guadalupe Ángeles

 

No fue mi imagen en el espejo, donde busqué inútilmente en esa mirada fija mi verdadero nombre, fue en mi sombra proyectada por una luminosidad tras de mí, ahí, cerca del lugar donde estabas, la que trajo a mis labios, antes que a mi entendimiento, la frase que me definía enteramente para ti; porque si una certeza me fue dada en esa frase únicamente sería la de existir como tierra y árbol contigo, y ningún trasatlántico hecho de nubes ni fieras de largas extremidades definirían de mejor forma eso que al decir: “Soy…”, describía exactamente el milagro de tu presencia: tú escucharías la frase, en tu oído resonaría mi grito y ese solo hecho era suficiente para olvidar toda otra obsesión. Tú serías nota musical si fuera necesario, lo dijiste, también me recordaste un deber de hospitalidad que yo, sacudida por la contradicción había olvidado.

       Y en eso te hubieras transformado, de no haber sido desde entonces un ritornelo constante de preguntas sin respuesta, eso me dejaste en herencia: ¿Por qué amaría tanto tu estar en el mundo, tu cuerpo y su forma de hacerse presente, inesperadamente?, ¿por qué amaría el saberte dormido en la otra habitación?, ¿por qué ignoraba esa noche dónde estabas y llevé mi sombra hasta tu cuarto?, ¿por qué no recuerdo tus ojos sino los míos y a mi sombra gritando esa frase para siempre tuya?, ¿qué hacen los muertos con las frases que les pertenecen por derecho propio?

      Tu presencia en el mundo te hizo dueño de mí, del grito de mi sombra y ambos estarán conmigo hasta el día de mi muerte. Bien lo sabes, ahora que no puedes decirme: “sal de ahí”. 

       No me importan las respuestas porque nuestros vicios eran equivalentes, necios, no se irían. Y a eso le llamamos amor. No sé tampoco si he de verte. Hay en este silencio (apenas entrecortado por un piar suave) una certeza tan real como mis dedos que escriben, como mis pies que ya no caminarán ningún sendero para verte. Hay un dolor concreto aquí dentro y por más que imagine ser un mueble desvencijado no lo soy. Un agua duerme en mí, es un lago manso sobre el que gravita tu recuerdo, al que todavía canto porque sí, como aquella noche mi sombra te nombró para mí en un grito quizá inaudible, hecho agua ahora, dormida dentro de mí.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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