Esto no es nada. Son 25, no son nada. ¿Cuánto
falta? ¡Nada!
Por Guadalupe Ángeles
¿Qué forma la inconcreta materia de tu vida?
¿De cuántas nadas está hecha: "Esto no es nada", "Son 25, no son
nada", "¿Cuánto falta?, ¡Nada!"
Así ha sido durante
mucho tiempo. Y un día te diste cuenta que con un montón de nadas se llenaba un
día. Como si esa fracción de tiempo de verdad no significara nada.
Tal vez descubriste
que esas cuatro palabras eran usadas por ti como un muro tras el cual esconder
el cuerpo, porque tu mente siempre estaba a campo traviesa, como si hubiera
montado a caballo y estuviera muy lejos de ti, y en cuanto terminaras con esa
nada que se abría ante ti correrías a buscarla y se encontrarían mente y cuerpo
para no separarse jamás.
Ingenua, también,
como toda historia de amor, esta se te deshacía entre los dedos al igual que
tus días, construidos con los ladrillos de múltiples nadas que en nada
terminaban.
Sin embargo, el
aire insistía en entrar en tus pulmones, hilabas historias para afianzarte en
la tierra prometida de tu Yo, en el cual, sin embargo, a duras penas creías.
Y era un penduleo
siempre, entre pretender y ser sin dar nunca con "el hachazo que rompa el
hechizo", imaginando que quizá el jetlag en su periodo de incubación
podría de pronto encender una luz interna y habría de transformarte en alguien
que escribe desesperadamente entre la muchedumbre que recoge sus maletas en el
aeropuerto, como si el cansancio tuviera la virtud de hacer de ti una piedra de
porosidad exquisita de la que manará un mar nuevo y deslumbrante.
Tampoco está mal
como proyecto de vida, ¿acaso no te sedujo aquella afirmación: "debo ir a
Rusia para respirar su aire"? Aunque supieras que cualquier aire es todos.
—Ese penduleo.
Porque sabes que
no hay un "algo", tan solo el tiempo, que pasa "como si
nada".
Piensas en la
forma de la espiral, en la diferencia abismal entre dibujarla de afuera hacia
adentro o de adentro hacia fuera, y ahí, esencialmente, está la prueba
irrefutable: No has enloquecido, eres consciente de ello. Harías montañas de
"nadas" (como lo haces de hecho), pero sabes que eres la rienda y el
caballo, el jinete y los bosques. ¿Quién dice que no existen universos dentro
de cada nada que busca escuchar música y va tras todo silencio como si de ahí
pudieran desprenderse piedras preciosas de cada gramo de nada suspendido en el
viento inerte?
Vamos a ver, te
dices, ves tus dedos dibujando las palabras, sientes el silencio en torno,
desearías esa mirada vigilando detrás de ti el contorno perfecto de cada letra,
pero, como toda ficción, ese es tu amuleto: Un recuerdo amado. El aire y su
música al entrar en tu cuerpo. La voluntad, su reinado en medio de tu ejército
de nadas que obedecen a una inclinación de su cabeza coronada de flores, esas
que acarician tu espalda y son tu pelo.
Diríase que los
múltiples, inacabables silencios que te han sido regalados, aún eres capaz de
poblarlos con algo más que dibujos innecesarios. Quizá.
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.
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