lunes, 9 de junio de 2025

Una flor en el sueño

 


Una flor en el sueño


Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... entonces qué?

Samuel Taylor Coleridge


Por Guadalupe Ángeles

 

Cohabitamos con el misterio, buscamos su significación aun sabiendo lo imposible de atraparlo con redes hechas de notas esbozadas a tientas en pentagramas, de dibujos concéntricos sin sentido, con números imposibles de concebir. Pretendemos adivinar el sentido de haber nacido sobre la tierra y bajo un cielo dador de tormentas, de luz, de nubes amigas y rayos asesinos.

     Paseamos nuestro desconsuelo ante atardeceres tan misteriosos como nuestra presencia aquí. Cientos de veces llamamos al azar para dibujarnos la historia perfecta, donde cada palabra ha de ser comprendida y todo acto reciba perdón.

       Porque no ha de sernos dado saber si desde siempre es necesaria la fe, por instinto huimos de ella, queremos ver el mundo y caminarlo y beber en ríos nuevos siempre; a ello invocamos, a un lugar querido desde siempre, a la resurrección de anhelos no formulados pero profundamente sentidos.

     Es quizá porque las herramientas que posee nuestro cuerpo para percibir son insuficientes.

        Aceptar la incertidumbre, beber la propia imagen en aguas por azar visitadas en lo más profundo de un bosque.

        De eso se hace la memoria, de lo que voces ya muertas murmuraron a nuestro oído como verdades olvidadas al paso del tiempo.

       Y quizá lo realmente esencial sería entrar a la profundidad de ese río hecho de afirmaciones, y aceptar la función específica de ese lugar del cuerpo del que derivamos como deriva un pensamiento de la palabra y esta, a su vez, de cierta letra cuya figura no hemos de conocer, so pena de entregarnos al delirio.

¿Acaso quien recibió una flor en el sueño, amanecida luego fresca sobre su almohada, sabe lo mismo que el ser alado que horas antes, como ofrenda, le regaló?

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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