Una flor en el sueño
Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... entonces qué?
―Samuel Taylor Coleridge
Por Guadalupe Ángeles
Cohabitamos con el misterio, buscamos su
significación aun sabiendo lo imposible de atraparlo con redes hechas de notas
esbozadas a tientas en pentagramas, de dibujos concéntricos sin sentido, con
números imposibles de concebir. Pretendemos adivinar el sentido de haber nacido
sobre la tierra y bajo un cielo dador de tormentas, de luz, de nubes amigas y
rayos asesinos.
Paseamos nuestro
desconsuelo ante atardeceres tan misteriosos como nuestra presencia aquí.
Cientos de veces llamamos al azar para dibujarnos la historia perfecta, donde
cada palabra ha de ser comprendida y todo acto reciba perdón.
Porque no ha de
sernos dado saber si desde siempre es necesaria la fe, por instinto huimos de
ella, queremos ver el mundo y caminarlo y beber en ríos nuevos siempre; a ello
invocamos, a un lugar querido desde siempre, a la resurrección de anhelos no
formulados pero profundamente sentidos.
Es quizá porque las
herramientas que posee nuestro cuerpo para percibir son insuficientes.
Aceptar la
incertidumbre, beber la propia imagen en aguas por azar visitadas en lo más
profundo de un bosque.
De eso se hace la
memoria, de lo que voces ya muertas murmuraron a nuestro oído como verdades olvidadas
al paso del tiempo.
Y quizá lo
realmente esencial sería entrar a la profundidad de ese río hecho de
afirmaciones, y aceptar la función específica de ese lugar del cuerpo del que
derivamos como deriva un pensamiento de la palabra y esta, a su vez, de cierta
letra cuya figura no hemos de conocer, so pena de entregarnos al delirio.
¿Acaso quien recibió una flor en el sueño,
amanecida luego fresca sobre su almohada, sabe lo mismo que el ser alado que
horas antes, como ofrenda, le regaló?
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.
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