viernes, 28 de enero de 2022

Miraba el mar mientras bañaba mis pies en el agua salada. Almudena Cosgaya


Miraba el mar mientras bañaba mis pies en el agua salada

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

El tiempo es solo una ilusión. No existe. Sin embargo, nos hace anhelar el pasado y temerle al futuro. Oh, pequeñas partículas de polvo somos los humanos.

 

Miraba el mar mientras bañaba mis pies en el agua salada. El sol estaba a punto del ocaso y ahí me encontraba, justo como el día anterior y todos los días desde de mi llegada. El aire era espeso, como aquella tarde cuando lo cubrieron con la manta; para descansar en el piso dentro de una caja, de la cual no salió sonido. Varios se acercaron, derramando lágrimas, pero ninguno de ellos lo conocía como yo. Detrás de ese rostro blanquecino estaba mi compañero de años. No se fue en silencio, pues era terco y hasta en ese momento pensé que luchaba por no dejarme. Siempre le aterró el último viaje.

Miraba hacia el mar en el séptimo día. Mis manos temblorosas luchaban por abrir una pequeña urna, donde sus cenizas yacían.

"Tienes que llevar mis restos al mar en el séptimo día, justo en el ocaso. No antes y no después. Recuerda, no es beneficioso desairar a un hombre en su último deseo."

De la comisura de mis labios intentó salir alguna despedida. No deseaba un comentario que se tiñera de melodramático, por lo que dejé que solo mi corazón latiera, como un recuerdo a los momentos que habíamos disfrutado juntos. Los malos momentos nunca los evoqué.

El agua me llegó hasta las caderas. No deseaba exhibir mis emociones en presencia del mar.

El polvo flotaba y se alejaba. Su silueta apareció a mi lado; iba desnudo hasta la cintura y la piel, antes blanca, ahora estaba oscura. Me produjo una tremenda impresión en la rigidez de su cuerpo, su destello, pero pude ver el pelo negro y rizado que le crecía en el pecho y los brazos. Me pareció distinguir en llevaba en la parte superior del cuerpo tinta de horribles tatuajes. No me miro y lo agradecí. Aparté los ojos de ese lugar y giré mis pasos hacia la orilla. Me alejé sin hacer caso al estremecimiento detrás de mí.

Sabía que él tenía un alma bajo todas las veces que lo odié. Entonces caí en cuenta con júbilo de que el alma del monstruo estaba enterrada y él había vuelto a ser mortal.

Mañana todo volvería a ser normal, o al menos eso quiero pensar.

 






Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó La maldición del séptimo invierno, su primera novela.

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