viernes, 10 de enero de 2025

Rugido digamos académico

 

Rugido digamos académico

 

Por Karly S. Aguirre

 

Un híbrido entre indignación y celos se apoderó del pecho de Antonia cuando se enteró de que el puesto de maestra de literatura en una universidad había sido ofrecido a una licenciada en periodismo, y no a ella, que llevaba años especializándose y formándose en la materia desde la preparatoria.

Antonia no tardó en revisar el plan de estudios de la licenciatura en periodismo y, efectivamente, no encontraba ninguna asignatura relacionada con la literatura. A pesar de esta evidente carencia, le habían otorgado el puesto a Saraí. Un conocido medio influyente le había ofrecido el puesto, los encargados de la universidad no tuvieron que hacer el trabajo de buscar a alguien competente.

El hecho de que Saraí aceptara el puesto sabiendo que no era su área, y ni siquiera estaba familiarizada, denotaba una falta de ética evidente. Muy probablemente solo había aceptado el cargo para poder vanagloriase con el prestigio que da ser docente de literatura, sin tener idea ni honor de lo que ello implicaba.

Para Antonia, Saraí representaba a esas personas que se aprovechan de la ignorancia colectiva, convenciendo a otros de que Filosofía y Letras es una carrera y no el nombre de la facultad, y por lo tanto importa un pepino si eres de filosofía, periodismo, lengua inglesa o letras españolas, porque todas son iguales en ese errado y limitado modo de pensar de personas que se tragan masticados los pensamientos para no tener que darse a la tarea pensar por sí mismos e investigar un poco.

Saraí tenía una pretensión mezquina al querer dominar un área solo para alimentar el ego y llenar el estómago, pues el dinero, sin duda, fue un motivante crucial para aceptar un puesto para el que no estaba preparada, sin importarle la calidad de su trabajo y cómo podría repercutir en las siguientes generaciones para quien ella sería la guía.

Antonia sentía que debía cargar con la vergüenza de que su Facultad perdiera seriedad ante los ojos de otros profesionistas, que ya de por sí no tomaban en serio las humanidades, mucho menos la literatura. No ayudaba mucho que cada semestre se hacía pública la convocatoria para recibir a estudiantes de otras carreras que no habían sido aceptados en sus respectivas facultades, mientras que aquellos realmente interesados en la literatura debían presentar un examen para poder ingresar. Su Facultad se había convertido en albergue de almas que desesperadamente trataban de no caer en el limbo académico.

Dentro de Antonia crecía un hambre insaciable de reconocimiento, validación y respeto para ella y sus colegas.

La literatura había sido su refugio desde que tenía memoria, desde antes de aprender a leer, cuando se perdía en los libros ilustrados para niños. La literatura le había salvado la vida y ahora debía enfrentar la amarga realidad de ver cómo una impostora le arrebataba su lugar con ayuda del nepotismo, ocupando el espacio que le correspondía a un verdadero profesionista de la literatura.

 


Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Escribe relatos y crónicas en redes sociales.

A libros abiertos episodio 13. José Antonio García Pérez

 

Una conversación con José Antonio García Pérez en A libros abiertos, episodio 13. Producción: Editores UACH Dirección de Extensión y Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua.


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jueves, 9 de enero de 2025

El taxista Juan Cereceres


 

El taxista Juan Cereceres

 

Por Alberto Heredia Castillo

 

En dos ocasiones diferentes tuve necesidad de viajar a la ciudad de Cuauhtémoc, y casi siempre me fijaba en una placa frente al Rancho de Prieto, una loma con arroyo donde se encontró el cuerpo de un taxista asesinado a mediados de los años cincuenta. Fue señalando como responsable al entonces gobernador del estado, Oscar Soto Máynez.

El caso fue muy famoso y movió miles de personas en Chihuahua, en Parral y en Juárez, pues el movimiento contra el gobernador tenía ya tiempo y el expediente era grueso.

Al final el gobernador fue depuesto, pero el asesinato quedó sin ser esclarecido.

Yo estaba en la primaria José María Mari número 138 y también sufrimos porque nuestra escuela fue vendida. Nos mandaron a un nuevo plantel, a donde ya no ingresé al sexto grado, pues me matricularon en el naciente Colegio Patria.

Recuerdo que años antes, en mi barrio había un comité de Mejoras materiales que presidía mi papá y que casi todos los sábados realizaba bailes en la escuela José Dolores Palomino (la antigua, no la que conocemos). Yo duraba despierto, jugando en el patio de mi casa haciendo carreteras hasta que mi mamá me llamaba para dormir. Según escuchaba platicar a los grandes, el gobernador asistía a casi todos los bailes y cooperaba en un ánfora donde cooperaban todos los que querían un distintivo para poder bailar y dedicar canciones. Decían que en el barrio tuvo dos novias, las más bonitas adolescentes que asistían a los bailes, así tenía en cada barrio donde había comité de mejoras, comentaban.

Soto Máynez tomaba mucho, según se decía en las pláticas de los mayores, y luego invitaba a los comités a banquetes donde departía con los representantes de colonias y barrios. Era muy popular. Ya de adulto leí que el gobernador fue muy corrupto y que presumía de su amistad con Miguel Alemán, con quien compartió estudios en la ciudad de México. Por eso el gran movimiento en su contra, encabezado por Lázaro Villarreal, máximo dirigente de la masonería en el estado y exitoso empresario.

Sobre el taxista Juan Cereceres se han contado dos versiones diferentes: una dice que murió por salvar a la mesera de un café cuando un pistolero la maltrataba. La otra cuenta que fue contratado por uno de los guaruras del gobernador para recoger una o dos veces por semana a una hermosa mujer para llevarla hasta donde su enamorado la esperaba. Al parecer la mujer se enamoró del taxista, y eso causó su desaparición y su muerte.

Cuando Soto Máynez fue obligado a renunciar, le sustituyó un general llamado Jesús Lozoya Solís y de él se decía que era igual que el anterior, y por eso vendió nuestra escuela, que le recortó el presupuesto a la universidad y que tenía negocios turbios con el manejo de medicinas, pues era médico militar, abuelo de Emilio Lozoya Austin, el acusado de recibir millones de la constructora Odebretch cuando fue director de Pemex.

Hay una trama en la historia del estado y del país que ocupa muchos libros y ríos de tinta, esta de Cereceres y soto Máynez es apenas una de ellas.

 


Alberto Heredia Castillo nació en Chihuahua el 2 de julio de 1945. Escuela José Ma Mari 138 y Colegio Patria, la primaria, Benemérita Escuela Normal del Estado, Normal Superior José E Medrano. CCHEP. PCM. PSUM. PRD. Morena. Jubilado.

Una mujer

Una mujer

Dibujo de Violeta C V




Fantasmas

Fantasmas

Dibujo de Larissa C V





miércoles, 8 de enero de 2025

La metamorfosis de la palabra escrita: entre la nostalgia y la reinvención digital

 

Diseño de Marco Benavides con I A

La metamorfosis de la palabra escrita: entre la nostalgia y la reinvención digital

 

Por Marco Benavides

 

Hubo un tiempo en el que escribir era un acto casi ritual. La pluma recorría el papel como un pincel sobre un lienzo, cada trazo dejando una huella que contenía no solo palabras, sino también la pasión y el esfuerzo de quien las escribía. Leer, por su parte, era un ejercicio pausado, un viaje donde el lector podía perderse entre las páginas de un libro hasta encontrar un pedazo de sí mismo en las historias ajenas. Hoy, en cambio, vivimos una época de transformación en la que la tecnología ha revolucionado las formas de leer y de escribir, llenándolas de posibilidades, pero también de tensiones.

El advenimiento del libro electrónico ha sido uno de los cambios más notables en la historia reciente. Dispositivos como el Kindle han democratizado el acceso a la lectura, permitiendo llevar bibliotecas enteras en un bolso. En un mundo donde el espacio físico es un lujo, la promesa de almacenar miles de libros en un dispositivo delgado es, sin duda, tentadora. Sin embargo, este avance plantea preguntas inquietantes: ¿se sacrifica algo esencial al sustituir el peso del papel por el frío tacto de una pantalla? Muchos lectores nostálgicos como yo nos quejamos de la pérdida del olor de un libro nuevo, o de las marcas de uso que convierten a los volúmenes en objetos únicos.

Por otro lado, la lectura ha migrado de los rincones tranquilos del hogar a los vagones del metro o las salas de espera. La accesibilidad que ofrecen los teléfonos inteligentes ha permitido que la lectura se integre en momentos antes desaprovechados. Pero esta migración también ha fragmentado la experiencia: en lugar de sumergirse profundamente en una historia, los lectores saltan de un artículo breve a otro, de un capítulo suelto a un hilo en redes sociales. La atención, antaño prolongada, ahora se dispersa en mil direcciones.

La escritura también ha experimentado una transformación sin precedentes. Los blogs y las redes sociales han democratizado la posibilidad de ser leído. Hoy cualquier persona con una conexión a internet puede compartir sus pensamientos con una audiencia global. Esto ha permitido que voces antes marginadas encuentren un lugar en el escenario público, pero también ha diluido los estándares de calidad. Entre el bullicio de millones de publicaciones diarias, ¿cómo distinguir lo valioso de lo trivial?

La auto publicación digital es otro fenómeno revolucionario. Autores que antes enfrentaban el rechazo de las editoriales ahora pueden publicar sus obras con unos pocos clics. Sin embargo, la ausencia de un filtro editorial puede llevar a la saturación del mercado con obras poco cuidadas, desdibujando la línea entre el arte literario y el simple contenido comercial.

Un fenómeno fascinante es la escritura trans media, donde una historia se despliega a través de múltiples plataformas: un libro puede complementarse con un videojuego, una película o incluso publicaciones en redes sociales. Esta fragmentación permite explorar narrativas desde diferentes perspectivas, pero también exige del lector una atención dispersa y un esfuerzo por conectar las piezas del rompecabezas.

Además, han surgido nuevos géneros que desafían las categorías tradicionales. Los hilocuentos de Twitter, por ejemplo, convierten a una plataforma pensada para la brevedad en un espacio narrativo. Incluso la inteligencia artificial ha comenzado a generar literatura, planteando preguntas éticas y estéticas: ¿puede una máquina crear arte o simplemente lo imita?

Esta metamorfosis de la lectura y la escritura está plagada de contradicciones. Por un lado, vivimos en una época de democratización sin precedentes. Nunca antes había sido tan fácil acceder a millones de obras o compartir nuestras ideas con el mundo. Por otro lado, esta accesibilidad ha traído consigo distracciones constantes. La lectura profunda, ese acto casi meditativo de perderse en un libro durante horas, parece estar en peligro de extinción.

Asimismo, la velocidad con la que consumimos y producimos información puede llevar a la superficialidad. La prisa por publicar, por estar presente, a menudo deja de lado la reflexión necesaria para crear obras verdaderamente significativas. En un mundo donde todo se mide en "likes" y "compartidos", ¿qué lugar queda para la escritura que no busca la aprobación inmediata, sino que aspira a perdurar?

El dilema no es solo práctico, sino también emocional. Muchos de nosotros guardamos recuerdos entrañables asociados a libros físicos: el placer de hojear páginas en una librería de segunda mano, la emoción de descubrir una dedicatoria en una primera edición. Estas experiencias son difíciles de emular en un mundo digital.

A pesar de las críticas, no se puede negar que el mundo digital ha ampliado los horizontes de la lectura y la escritura. Ahora es posible acceder a obras de autores de culturas remotas, enriqueciendo nuestra perspectiva del mundo. La personalización de la experiencia de leer también es un avance: los lectores pueden ajustar el tipo y tamaño de letra, los colores de fondo y más, adaptando los textos a voluntad.

En este panorama, la nostalgia por las formas tradicionales de leer y escribir no debe verse como un obstáculo, sino como una guía. Nos recuerda que, en medio del progreso, es esencial conservar lo que hace única a la experiencia literaria: la atención, la reflexión y el goce estético.

Quizá el futuro de la palabra escrita no esté en elegir entre papel y pantalla, entre profundidad y brevedad, sino en encontrar un equilibrio. Tal vez podamos combinar lo mejor de ambos mundos: aprovechar la tecnología para enriquecer nuestra experiencia, sin perder de vista el valor intrínseco de la palabra bien escrita. Al fin y al cabo, lo que importa no es el medio, sino el texto.

La tecnología, como cualquier herramienta, es lo que hacemos de ella. Si la usamos con sabiduría, puede ser un puente hacia nuevas formas de expresión. Pero si olvidamos el poder de una buena historia contada con calma, corremos el riesgo de perder lo que nos hace humanos: la capacidad para soñar, imaginar y compartir el mundo a través de las palabras.

 

6 enero 2025

 

https://tecnomednews.com/

drbenavides@medmultilingua.com

 


Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

martes, 7 de enero de 2025

Tirandolanetamanía

Dibujo de Beatriz Bejarano

Tirandolanetamanía

 

Por Jesús Chávez Marín

 

Existen en la ciudad de Chihuahua firmas comerciales que se hacen llamar “Editoriales”: Medusa Editores, Editorial Aldea Global, Tintanueva Ediciones, Ediciones del Azar, Ediciones Arboreto, y otras. Sin embargo, no lo son. O no lo son del todo. Mientras una empresa viva de los autores, y no de los libros, no podrá llamarse Empresa Editorial, sino mera imprenta con diseño.



Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula.

Quetzalcoatl. Nueva versión de la leyenda de Ce Ácatl Topiltzin. Episodio 10

 

Foto Pedro Chacón

Quetzalcoatl. Nueva versión de la leyenda de Ce Ácatl Topiltzin. Episodio 10

 

Por Fructuoso Irigoyen Rascón

 

Cuando pasó lo que pasó, Ce Ácatl Topilzin Quetzalcóatl era muy poderoso y hubiese podido sencillamente mandar que nadie hablara, que nadie dijera nada, que allí no había pasado nada.

            Sin embargo nada pudo convencer al príncipe. Al contrario, la insistencia de individuos y coros lo compelía a que antes de aceptar que se restauraran los sacrificios humanos debería marcharse, desaparecer. Así, al menos el legado que dejaría tras de sí era el de que los sacrificios eran malignos y crueles, y que él los había suprimido hasta el último momento.

Sabía que al marcharse, los tepocas pronto conseguirían de su sucesor la reinstauración de los sacrificios. Veía, pues, obliterada una de las metas de su vida. Pero sentía que ya no gozaba de la prestancia moral necesaria para continuar al frente de su pueblo. En su fuero interno, ya creía haberse convertido en un dios, y una sola violación a su sobriedad y castidad bastaba para derrumbarlo convertido en un humano pecador, indistinguible de muchos otros.

Así pues, una mañana emprendió la marcha. Como lo repetiría la leyenda, iría hacia el lugar donde sale el sol, y por ahí mismo debería retornar algún día.

Miraba desde las colinas la vieja ciudad que ahora era nueva gracias a él. ¡Cómo había crecido Tula! ¡Qué hermosa era! Hubiera querido devolverse, pero algo le decía que no lo hiciera, temía que todo aquello tan único y hermoso se desvaneciera, se evaporaría en el aire si él volviera. Decidió no seguir mirando.

 

La pequeña procesión que había dejado Tula formada por Topiltzin, Tecpatli, Xochipétatl, Tlacaéletl, Totonqui, los tres consejeros filosóficos, además de una docena de doncellas de la servidumbre del príncipe y otra de guardias militares "fieles hasta la muerte" se había ido engrosando por gentes comunes de los pueblos y aldeas por donde iban pasando. Algunos de los pueblos por donde pasaron incorporarían después en sus tradiciones que Quetzalcóatl o sea este Ce Ácatl los había fundado. Cuando finalmente divisaron el mar, la procesión se había transformado era una verdadera multitud. Los habitantes de Tlapallan los recibieron con entusiasmo a pesar de que los recién llegados eran más que ellos mismos y representarían un problema de sobrepoblación, aunque fuera temporal. A los tlapaltecas no parecía importarles esto, el hecho de que el príncipe sacerdote Quetzalcóatl había escogido su pueblo para asentarse en él era lo único importante. Así que prontamente improvisaron "un palacio" para Ce Ácatl. Un espacio que limpiaron en la base de la colina principal y que apresuradamente techaron con hojas de palma, a la usanza de la región. Al otorgar posesión del mismo al príncipe sacerdote se encargaron de prometerle la construcción de un palacio de piedra labrada como el que tenía en Tula. Ya veían una nueva Tula en la costa del golfo, ya veían su toltequidad desarrollándose y evolucionando como había sucedido en Tula.

Unas semanas después todo cambiaría. Ce Ácatl pidió a Tlacaéletl que le consiguiera una canoa grande como las que los locales usaban para ir tras el huachinango. Una vez que la canoa fue dispuesta frente al palacio, Ce Ácatl ordenó que cargaran en ella varias ollas con aceite combustible del que usaban para iluminar el palacio en la noche. En la parte delantera de la canoa las doncellas colocaron cobijas y almohadas. Finalmente, el príncipe subió a la canoa y los guardias la acarrearon hasta donde la canoa comenzó a flotar, las olas la devolvían una y otra vez hacia la playa, pero finalmente la canoa se hizo a la mar. El príncipe, usando un largo remo, parecía dirigirla. Al cabo de un rato la canoa flotaba tranquilamente en el centro de la pequeña bahía y parecía dirigirse poco a poco hacia el mar abierto. Ahí se detuvo; se había hecho de noche, y desde la playa los amigos de Topiltzin veían tan solo la lucecita de la lámpara que este llevaba consigo. Dormitaban a ratos, y al despertar confirmaban que la lucecita estaba todavía ahí, cerca de la entrada de la rada. Un punto de luz flotando en el mar. Como a las tres de la mañana algo espectacular sucedió. El punto de luz se convirtió en un gran resplandor, obviamente todo el aceite que llevaba la canoa ardía en un fuego infernal. El incendio duró aproximadamente dos horas. Como a las cinco empezaba a clarear y el fuego distante parecía estar extinguiéndose, pero justo en ese punto que de la playa se veía cercano al horizonte apareció el lucero. Se levantó como partiendo del horizonte y los testigos en la playa no dudaban que había surgido del fuego de la canoa.

Entonces Tlacaéletl anunció:

―¡Se ha inmolado, pero ha prometido que volverá! Un día desembarcará en esta misma playa. Y restaurará Tula. Y el imperio tolteca.

 

Fin

 

 

Fructuoso Irigoyen Rascón, autor de Cerocahui, una verdadera épica de la región, es médico con especialidad en psiquiatría, con una vasta y brillante práctica profesional. Es autor, además, de los libros Tarahumara Medicine: Ethnobotany and Healing among the Raramuri of Mexico y Nace Chihuahua, Gabriel Tepórame y Diego Guajardo Fajardo, los forjadores.

lunes, 6 de enero de 2025

Talleres literarios

 

Cocodrilo Bit

Talleres literarios

 

Por Benito Rosales

 

A lo largo de mi vida he participado en varios talleres literarios. Aunque creo que el trabajo de un escritor se realiza en soledad, ya que requiere concentración para generar textos, también considero que, como parte del proceso creativo, la influencia y participación de otras personas son convenientes, al menos en mi caso. La participación en un taller puede ser útil tanto para generar ideas como para consolidarlas. Siempre resulta valiosa la mirada de los otros para afinar y corregir los textos, no solo en aspectos de ortografía y gramática, sino de forma integral.

Escuchar las opiniones de los demás me sirve como brújula para evaluar qué tan bueno o malo es un texto, y si logra transmitir la idea que tenía en mente. Por esta razón procuro formar parte de algún taller literario, con la intención de rebotar mis escritos.

Mi primer taller fue El Nudo, dirigido por el maestro José Julio Llanas, en el cual estuve alrededor de dos años, entre 2014 y 2015. Más adelante, en 2018, participé brevemente en el taller Los Elegidos, liderado por el desaparecido maestro Eligio Coronado. También tomé clases con el maestro Jorge Chípuli en un taller literario en línea que organizó hace algunos años; no recuerdo la fecha exacta, en 2018.

Tras un tiempo alejado de los talleres, durante el cual las revisiones de mis textos las hacía de manera personal con amigos, decidí retomarlos en 2023. Ese año me inscribí en un taller del maestro Margarito Cuéllar. Fue especial para mí porque él tenía una relación cercana con Eligio Coronado, lo cual resultó un aliciente adicional. Además, la experiencia y oficio de Margarito son indiscutibles; tuve la oportunidad de aprender de quien, para mí, es el mejor poeta actual de la ciudad.

En 2024, mi experiencia con los talleres literarios fue especialmente enriquecedora. No solo tuve la oportunidad de participar en dos grupos con el maestro Margarito Cuéllar, sino que también participé en un taller en línea impartido por la poeta Marisol Vera Guerra. Con el maestro Margarito asistí al taller de primavera, en el cual trabajé textos de mi libro más reciente, Metimos la pata, una colección de cuentos. En el taller de otoño, enfoqué mi atención en un libro de poesía próximo a publicarse.

Por otro lado, el taller de Marisol Vera Guerra, titulado El peso ígneo de las ideas, se realizó entre noviembre y diciembre. Este taller, con un enfoque en el uso de la literatura como herramienta para aproximarse al duelo, constó de seis sesiones, y los textos trabajados formarán parte de una antología. Para mí fue un espacio natural, ya que los temas de duelo, pérdida y soledad son recurrentes en mi escritura. Además, tuve el privilegio de trabajar con Marisol, quien dirige Ediciones Morgana, sello bajo el cual se publicaron mis dos poemarios.

También cabe mencionar las asesorías que tomé con la maestra Lorena Sanmillán entre abril y mayo de 2024, en las que trabajé algunos textos de Rastros del innombrable II y textos infantiles.

Cada taller, más allá de su vocación literaria, tiene su propia dinámica y personalidad. Cada uno me ha brindado la oportunidad de acercarme a la literatura desde diferentes perspectivas y de seguir aprendiendo.

En este 2025 planeo continuar con el maestro Margarito Cuéllar. El taller de otoño aún no concluye, ya que las sesiones se han extendido, lo que me ha permitido consolidar el cuaderno en el que estoy trabajando. Sin embargo, también me gustaría participar en otros talleres, como el del colectivo Lenguas Dispersas, que el año pasado publicó una antología con los textos realizados, o el taller de poesía Ases Poéticos, liderado por Luis Spencer y Víctor Frankenstein Palomino Torres, cuyas antologías Sangre Bestia me parecen muy interesantes.

¿Y ustedes qué opinan de los talleres literarios? ¿Creen que ayudan a crecer como escritores? ¿Han participado en alguno?

 

5 enero 2025, desde la Colonia Municipal, en Monterrey

 


Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.

sábado, 4 de enero de 2025

Hombre I


 

Hombre I


Por Leticia Herrera


cuando vengan las lluvias

cuando el invierno me azote con su malla

quiero que estés aquí conmigo

para que me ayudes a leer el libro

de los salmos

 

cuando se quiebre el mundo

y todos caigamos por la orilla

hacia ninguna parte hacia morir

quiero que estés conmigo

para que me detengas los besos

con tu boca

 

pero si no puedes estar conmigo

si no puedes llegar si no escuchaste

que yo te llamaba

abriré mi libro paciente

me sentaré a la vera de mí misma

para leer versículo a versículo

como limpiar el grano en un pocillo

de peltre

como encender la hoguera

viviendo en cuclillas hasta el final

del tiempo como ahora

 

pero si puedes

                        hombre

venir

aquí te espero

 


Leticia Herrera poeta, promotora cultural, editora, maestra universitaria, ha publicado una selva de libros, entre ellos: Pago por ver (1984), Canto del águila (1985), Poemas para llorar (1993), Caracol de tierra (1996), Vivir es imposible (2000), Hace falta que llueva (2002), Poemas incompletos 1984 – 2006 (2006), Solo digan que fui (2011), Celebración del vértigo (2011), Palabras roncas (2016) y Poemas escogidos (2019). La Universidad Autónoma de Nuevo León le entregó el Premio de las Artes 2011. Es directora de Ediciones Caletita.

Antihappy

 

Antihappy

 

Por Guadalupe Ángeles

 

Hoy es 3 de enero de 2025. Parece que todavía no son las ocho de la mañana (quizá sí). "¿Qué se hace a la hora de morir?" se preguntaba Rosario Castellanos en un poema. Ese aire, el de la interrogación profunda, habita esta mañana, acaso solo por la dulce música que viene de la radio (viejas canciones de la década de los años treinta del siglo pasado), o por el sonido de aves poblando árboles cercanos.

      Quizá, sobre todo, ensucio esta primera página de la agenda porque siguen resonando en la conciencia los buenos propósitos y las imágenes antropomórficas (¡qué palabra!) de un año que ya no se llama presente.

      Difícil es, sin duda, abstraerse de sentir ese aire de recién nacidos, pero con cuerpos decadentes. Es extraño, o lo más esperado quizá, esa sensación a esta hora y en ese día; porque dulces melodías y viejas añoranzas de las que tal vez no exista cura son caldo de cultivo perfecto para llorar (aunque sea metafóricamente) por lo que ya no fuimos y no podremos ser.

      Poderosa la mente, vira a tiempo, como hábil conductor y, antes de precipitarse al abismo, fabrica un perdón adecuado al azar porque, ¿quién si no él nos puso aquí y ahora? No hay nuevos proyectos de vida, presumir de eso sería mentir. A estas alturas el sacrificado lector se preguntará por qué pierde su tiempo adentrándose entre estos renglones, si es que no se fue a sus cosas desde hace rato. ¿Qué podría ofrecerle para que se quede? Nada, acaso solo la invitación a escuchar dulces melodías antiguas mientras percibe la dulzura con que un ave hace su vida en aquel árbol y, casi sin pensarlo, el amable lector mira sus manos y sin preguntar nada, sabe que tampoco quiere morir.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005), Raptos (2009) y No es luz, mas enceguece (2023). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación. Actualmente radica en Guadalajara.

Pastorcita de la paz

 

Pastorcita de la paz

 

Por Fernando Suárez Estrada.

 

Los líderes de la Tierra recibieron el abrazo de Año Nuevo que una Pastorcita, desde las Cuevas de los Portales, dirigió a los corazones del mundo.

Y el milagro se dio: Las fantasías de aquella criatura se hicieron realidad. 2025 se convirtió, desde su primer segundo, en el año del amor y la armonía. Todos los seres humanos se deshicieron de las armas y las drogas, y cantaron con amor a los dioses y a su luz civilizada.

¡Adiós odio, armas y drogas! serenatearon niñas, niños, jóvenes, nubes, nieve, lluvia, rayos, centellas, el sol y una luna.

La Pastorcita besó las frentes de padres, hermanos y amiguitos, incluyendo las de su parentela y las de los desconocidos, besó las plumas de nieve, los arenales, las montañas, cerros y ríos, los alamitos, pinos y rosales, manzanos, maizales, nueces y frijoles. Besó las calles, los cachetes de la luna, las estrellas, los labios del volcán Picacho. ¡A los dinosaurios voladores Quetzalcoatlus!, fósiles de nuestra región, las faldas de la Laguna de Bustillos. A osos, venados, búfalos, toros, vacas, cochinos, ovejas, burros, mulas, caballos, coyotes, lobos, zorrillos, perritos, perros, gatos, ratones, víboras, palomas, golondrinas, pavorreales, grullas, cuervos, pajarillos, patos, cisnes, hormigas, gusanitos, luciérnagas, grillos, abejas y, sobre todo, besó las frentes de muchos niños y jóvenes que eran orillados a perder la sonrisa, su mirada y la ilusión de vivir, debido a los narcos que asfixiaban y esclavizaban a seres buenos, destruyendo a sus propios hijos y familias.

Las redes sociales y la inteligencia artificial temblaron de emoción. Las cuevas, granjas, escuelas, iglesias, ateos, cines, televisoras, radio, prensa y literatura sacudieron las conciencias y proyectaron a la Pastorcita del mundo como el pedacito de Dios de la humanidad, nacida ella un día primero de enero de 2025.

Y entonces un beso de virgencita y aleluyas de amor e ilusiones cantadas en múltiples lenguas se posaron en los oídos de los pobladores de México, del planeta Tierra y del Universo.

 


Fernando Suárez Estrada hizo la licenciatura en periodismo en Escuela de Carlos Septién García, se tituló con su tesis El espacio ambiente nos informa, y la licenciatura en derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua con su tesis Consideraciones generales en torno al derecho a la información. Es autor de las siguientes obras publicadas: Cuentos tarahumaras (1975), en la revista Comunidad, editada por la Universidad Iberoamericana, y los libros Jesusita y otros relatos (2001), Caminos del villismo, de la hacienda de bustillos a la epopeya” (2005), Milagro en los alamitos, novela histórica sobre el nacimiento de CuauhtémocChihuahua (2012) e Identidad cuauhtemense. También es coautor del libro colectivo De San Antonio a Cuauhtémoc, herencia de grandeza”.

viernes, 3 de enero de 2025

Que mis manos te busquen

Que mis manos te busquen

 

Por Sergio Torres

 

A mí sí me gusta estar solo contigo, que mis manos te busquen y te encuentren a tientas, en la oscuridad más profunda. Reconocerte con mis manos, hundir la nariz en tu cabello y saberte cerca. Sentir el latido de tu corazón, la calidez de tu vientre, el frío de tus pies a partir de octubre y hasta que el verano regrese.

A mí sí me gusta que me cuentes qué pasó en el trabajo, quién se peleó con quién y quién hizo de nuevo las paces. Que me compartas los detalles de esas cosas que pasaron el fin de semana con las familias de tus compañeros... y olvidarme de todo hasta volver a encontrarnos. Darte de nuevo pie para que sigas contando la maravilla que es la vida de todos y cada uno.

A mí sí me gusta quedarme mirando tus ojos, lentamente, como si la luz se escurriera en tu mirada, a veces fiera, a veces dulce, a veces juguetona, a veces inquieta.

A mí sí me gusta susurrar tu nombre a tu oreja, sentir cómo se estremecen tus hombros y te aprietas contra mí y te abandonas a nuestro abrazo con los ojos cerrados.

A mí sí me gusta ir tomado de la mano contigo en la calle, aunque no tengamos 14 años sino muchos, muchos más. Que nos tomemos fotos en cada esquina y construyamos recuerdos para cuando alguno falte y el otro necesite recordar que la vida se vive en este preciso instante, y tome esa otra mano, y acompañe ese otro latido.

A mí sí me gusta que sepan que estás conmigo, que sepan que estoy contigo, porque mi quererte no es ningún secreto, ningún amor debería serlo.

A mí sí me gusta quererte y que sepas que te quiero.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

jueves, 2 de enero de 2025

Quetzalcoatl. Nueva versión de la leyenda de Ce Ácatl Topiltzin. Episodio 9

 

Quetzalcoatl. Nueva versión de la leyenda de Ce Ácatl Topiltzin. Episodio 9

 

Por Fructuoso Irigoyen Rascón

 

Era de madrugada. Con mareos y dolor de estómago, Topiltzin se incorporaba apoyándose en la cabeza de serpiente que decoraba el basamento de su trono. Sus propias plumas y escamas es decir las de su revestimiento representando a Quetzalcóatl se encontraban ahora esparcidas por el recinto. A un lado, sobre los cojines y mantas del descansillo, yacía Xochipétatl, apenas cubierta por una tira de tela. En su cara se advertian rezagos de dolor y de placer. Sin embargo respiraba tranquilamente, no se necesitaba una explicación para saber que había bebido mucho; tampoco para saber qué había pasado aquella noche. Ce Ácatl ahora mismo no quería creerlo: había bebido, se había embriagado, había dejado salir a la bestia, más propia de Tezcatlipoca que de él, había dado al traste con años, muchos años de castidad, había arruinado también la de su hermana. Con qué cara enfrentaría a delegados, coros y danzantes que de seguro insistirían ahora más que antes en tener sus sacrificios. Ya no tienes, Ce Ácatl, la estatura moral para negarles nada. Pero ¿qué acaso eres todavía un dios después de lo que ha pasado?

Varias cosas habían cambiado. Su perfecta castidad, y no era tan solo haber fornicado, sino haberlo hecho con su propia hermana. El haber perdido el control, la racionalidad. Sentía que políticamente había caído en la trampa de los tepocas: tal vez era lo más terrible que había hecho, que era aquello precisamente lo que Tezcatlipoca había querido que hiciera. La manipulación le mostraba a Topilzin no solo su propia debilidad, sino el peligro que había estado corriendo y que finalmente le alcanzó como un mazazo en la cabeza. Y ahora tenía que enfrentar esa culpa, la intensa ansiedad por lo que había pasado, el arrepentimiento doloroso. Sentir que necesitaba ser castigado, pagar por el crimen cometido. Su consejero principal, Tlacaéletl y su amigo Tecpatli, ya lo abordaban diciéndole:

—"Hay que seguir adelante". Y "Aquí no ha pasado nada".

Pero ¿como podían decir eso? ¿Qué no habían visto a Xochipétatl levantarse llorando? ¿Qué del daño inflingido a la muchacha? —pensaba Topilzin— Ya no podrían ni él ni ella ver a nadie a la cara, directo a los ojos. Y una vocecita decía a Topilzin:

—Has fallado, príncipe guerrero. Tu camino hacia la divinidad estará cerrado de aquí en adelante. Y así lo dirán el negro y el rojo.

Y luego venía la responsabilidad, haberle quedado mal al dios, al mismo Quetzalcóatl. ¿Qué no era para eso que hasta ayer permanecías casto e inmaculado? Para identificarte cada día más con él. Tal vez para llegar a ser como él, a ser él mismo.

            Tlacaéletl, su consejero principal, con su pragmatismo característico insistía. "Hay que empezar de nuevo. No hay tal derrota, no es, no debe ser esto el final de todo. Basta con enmendar el camino. Sabemos qué hacer, hagámoslo de hoy en delante. Otra vez."

            Nunca sabremos si el prestigio moral de Topilzin se hubiese recuperado de haber seguido ese consejo, o si lo que pasó causara un daño irremediable a la imagen del príncipe frente a su pueblo. Muchos piensan que por el hecho de que le adoraban, tal vez le hubiesen perdonado cualquier cosa, incluso el más grave pecado.

Pero él no se perdonaría a sí mismo.

Fue tanto así, que desde el despertar de su borrachera comenzó a pensar en irse, huir, abandonar su puesto como rector máximo de la ciudad de Tula y del pueblo tolteca. De cualquier forma sus admiradores señalaban que no era muy factible que un hombre del cual hasta ayer se decía que había conducido al pueblo trayendo un esplendor grandioso a su ciudad, a su cultura, a sus artes y edificios, por un hecho solitario, aislado, desmereciera todo lo bueno que había hecho antes. ¿Qué acaso no había muchos que declararían que no creían lo que se decía que había pasado aquella noche en el salón del trono? ¿O qué no habría quien, aun concediendo veracidad a la historia de lo que se decía, pensara que el prínicipe merecía una segunda oportunidad? Seguro que la condena no era uniforme, no podía serlo. ¿Pues qué aquellos que identificaban a Ce Ácatl Topilzin con el dios Quetzalcóatl no recordaban que en tiempos lejanos el tigre Tezcatlipoca había derrumbado a Quetzalcóatl de su trono solar con un certero zarpazo y después este se había recuperado? —como lo dicen los códices.

            Pero lo que había en el palacio era para Ce Ácatl Topilzin Quetzalcóatl un imperdonable pecado. Pensaba que debía ser castigado. Que había perdido todo al pecar de esa manera. Sentía que todo había cambiado, que el cambio era permanente. Que no había remedio.

 


Fructuoso Irigoyen Rascón, autor de Cerocahui, una verdadera épica de la región, es médico con especialidad en psiquiatría, con una vasta y brillante práctica profesional. Es autor, además, de los libros Tarahumara Medicine: Ethnobotany and Healing among the Raramuri of Mexico y Nace Chihuahua, Gabriel Tepórame y Diego Guajardo Fajardo, los forjadores.