La metamorfosis de la
palabra escrita: entre la nostalgia y la reinvención digital
Por Marco Benavides
Hubo un tiempo en el que
escribir era un acto casi ritual. La pluma recorría el papel como un pincel
sobre un lienzo, cada trazo dejando una huella que contenía no solo palabras,
sino también la pasión y el esfuerzo de quien las escribía. Leer, por su parte,
era un ejercicio pausado, un viaje donde el lector podía perderse entre las
páginas de un libro hasta encontrar un pedazo de sí mismo en las historias
ajenas. Hoy, en cambio, vivimos una época de transformación en la que la
tecnología ha revolucionado las formas de leer y de escribir, llenándolas de
posibilidades, pero también de tensiones.
El advenimiento del libro
electrónico ha sido uno de los cambios más notables en la historia reciente.
Dispositivos como el Kindle han democratizado el acceso a la lectura,
permitiendo llevar bibliotecas enteras en un bolso. En un mundo donde el
espacio físico es un lujo, la promesa de almacenar miles de libros en un
dispositivo delgado es, sin duda, tentadora. Sin embargo, este avance plantea
preguntas inquietantes: ¿se sacrifica algo esencial al sustituir el peso del
papel por el frío tacto de una pantalla? Muchos lectores nostálgicos ‒como yo‒ nos quejamos de la pérdida del olor de un libro
nuevo, o de las marcas de uso que convierten a los volúmenes en objetos únicos.
Por otro lado, la lectura ha
migrado de los rincones tranquilos del hogar a los vagones del metro o las
salas de espera. La accesibilidad que ofrecen los teléfonos inteligentes ha
permitido que la lectura se integre en momentos antes desaprovechados. Pero
esta migración también ha fragmentado la experiencia: en lugar de sumergirse
profundamente en una historia, los lectores saltan de un artículo breve a otro,
de un capítulo suelto a un hilo en redes sociales. La atención, antaño
prolongada, ahora se dispersa en mil direcciones.
La escritura también ha
experimentado una transformación sin precedentes. Los blogs y las redes
sociales han democratizado la posibilidad de ser leído. Hoy cualquier persona
con una conexión a internet puede compartir sus pensamientos con una audiencia
global. Esto ha permitido que voces antes marginadas encuentren un lugar en el
escenario público, pero también ha diluido los estándares de calidad. Entre el
bullicio de millones de publicaciones diarias, ¿cómo distinguir lo valioso de
lo trivial?
La auto publicación digital
es otro fenómeno revolucionario. Autores que antes enfrentaban el rechazo de
las editoriales ahora pueden publicar sus obras con unos pocos clics. Sin
embargo, la ausencia de un filtro editorial puede llevar a la saturación del
mercado con obras poco cuidadas, desdibujando la línea entre el arte literario
y el simple contenido comercial.
Un fenómeno fascinante es la
escritura trans media, donde una historia se despliega a través de múltiples
plataformas: un libro puede complementarse con un videojuego, una película o
incluso publicaciones en redes sociales. Esta fragmentación permite explorar
narrativas desde diferentes perspectivas, pero también exige del lector una
atención dispersa y un esfuerzo por conectar las piezas del rompecabezas.
Además, han surgido nuevos
géneros que desafían las categorías tradicionales. Los hilocuentos de Twitter,
por ejemplo, convierten a una plataforma pensada para la brevedad en un espacio
narrativo. Incluso la inteligencia artificial ha comenzado a generar
literatura, planteando preguntas éticas y estéticas: ¿puede una máquina crear
arte o simplemente lo imita?
Esta metamorfosis de la
lectura y la escritura está plagada de contradicciones. Por un lado, vivimos en
una época de democratización sin precedentes. Nunca antes había sido tan fácil
acceder a millones de obras o compartir nuestras ideas con el mundo. Por otro
lado, esta accesibilidad ha traído consigo distracciones constantes. La lectura
profunda, ese acto casi meditativo de perderse en un libro durante horas,
parece estar en peligro de extinción.
Asimismo, la velocidad con
la que consumimos y producimos información puede llevar a la superficialidad.
La prisa por publicar, por estar presente, a menudo deja de lado la reflexión
necesaria para crear obras verdaderamente significativas. En un mundo donde
todo se mide en "likes" y "compartidos", ¿qué lugar queda
para la escritura que no busca la aprobación inmediata, sino que aspira a
perdurar?
El dilema no es solo
práctico, sino también emocional. Muchos de nosotros guardamos recuerdos
entrañables asociados a libros físicos: el placer de hojear páginas en una
librería de segunda mano, la emoción de descubrir una dedicatoria en una
primera edición. Estas experiencias son difíciles de emular en un mundo
digital.
A pesar de las críticas, no
se puede negar que el mundo digital ha ampliado los horizontes de la lectura y
la escritura. Ahora es posible acceder a obras de autores de culturas remotas,
enriqueciendo nuestra perspectiva del mundo. La personalización de la
experiencia de leer también es un avance: los lectores pueden ajustar el tipo y
tamaño de letra, los colores de fondo y más, adaptando los textos a voluntad.
En este panorama, la
nostalgia por las formas tradicionales de leer y escribir no debe verse como un
obstáculo, sino como una guía. Nos recuerda que, en medio del progreso, es
esencial conservar lo que hace única a la experiencia literaria: la atención,
la reflexión y el goce estético.
Quizá el futuro de la
palabra escrita no esté en elegir entre papel y pantalla, entre profundidad y
brevedad, sino en encontrar un equilibrio. Tal vez podamos combinar lo mejor de
ambos mundos: aprovechar la tecnología para enriquecer nuestra experiencia, sin
perder de vista el valor intrínseco de la palabra bien escrita. Al fin y al
cabo, lo que importa no es el medio, sino el texto.
La tecnología, como
cualquier herramienta, es lo que hacemos de ella. Si la usamos con sabiduría,
puede ser un puente hacia nuevas formas de expresión. Pero si olvidamos el
poder de una buena historia contada con calma, corremos el riesgo de perder lo
que nos hace humanos: la capacidad para soñar, imaginar y compartir el mundo a
través de las palabras.
6 enero 2025
drbenavides@medmultilingua.com
Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.
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