La columna de Bety
A toda
Por Beatriz Aldana
Recuerdo aquella revista de
mis años jóvenes de Yolanda Vargas Dulché. En alguna de sus tantas historietas
hubo esta frase que decía así: Manque no haiga amor, que haiga deseo. Y ciertamente.
Hace no mucho tiempo
conversaba con una de mis amigas, por supuesto a la que más confianza le tengo.
Le manifestaba cómo iba cambiando paulatinamente mi relación sentimental: Al
principio la idealice, le di un profundo toque romántico, una admiración en
grado superlativo, pero, a medida que esta se fue haciendo costumbrista y
cotidiana, nunca por mi parte sino por la otra parte, comprendí en toda su
dimensión que mi dedicación y esfuerzo por mantener esa magia maravillosa era
totalmente en vano.
Por supuesto que asimilarlo
y entenderlo tuvo su dosis de tristeza y duelo, pero soy de esas personas
consentidas del fracaso en las relaciones sentimentales, dada mi escasa
tolerancia a ciertas cuestiones de pareja, que son tan variadas que sería
ocioso mencionar cada una de ellas.
Pues bien, retomo mi plática
con mi casi hermana, porque es mi gran gran amiga: Surgió la cita de Yolanda
Vargas Dulché en la conversación a raíz de que ella notaba en mis publicaciones
escritas cierta tristeza, dolor, y una pérdida de la ilusión, amén de las
fotografías de mi persona, en las cuales a pesar de la sonrisa ella percibía
ese dejo de melancolía en mi mirada.
Y sí, es cierto, tuve un
buen tiempo de duelo al percibir claramente que mi relación estaba tomando un
giro se puede decir de 180 grados pero en reversa, observando detalle tras
detalle, hasta llegar a la conclusión de tomar como, se dice coloquialmente, agarrando
al toro por los cuernos.
Porque antes de esto yo
solía dar espacios de tiempo para oxigenar la relación, supuestamente para
recomenzar Pero no. Estoo es cosa de dos, no es unilateral, como yo acostumbraba
hacerlo, siempre con ese deseo interno de darle magia o devolverle magia a lo
que poco a poco se fue perdiendo. Fueron acumulándose todos esos detalles que
veladamente sugerían o querían decir:
―Mira,
Beatriz, para mí esta relación es como todas las anteriores, no le veo nada
especial. Yo no idealizo. Tomo las cosas de esta manera: Es lo que hay. Y tú,
Beatriz, eres una mujer muy intensa, todo lo haces con absoluta pasión y
ciertamente todo lo haces bien tú, ser muy buena es tu virtud, tal como
lo cuenta la canción de Juan Gabriel.
Bueno. Para continuar con lo
de la plática con mi amiga, le revelé lo siguiente:
―Mire
Oli, mi gran rival es un aparatito con teclado y pantalla, o sea, un teléfono
móvil. También un aparatote con teclado y pantalla o sea, una computadora. Y el
más grande rival, como dijese mi propio hijo: Es que él es un escritor, mami.
Y efectivamente: Me cayó
el veinte.
Sin juzgar, y sin el afán de
crítica, es muy difícil establecer una comunicación espiritual, interna, de
corazón, de almas, con alguien que su primordial interés son las letras, tanto
las que están en su cerebro como las que captan sus ojos en pantalla o en papel.
Pero hay algo adicional, hay
un gusto por ir ensanchando el círculo, o más bien dicho, un gusto por conocer
gente nueva. Y por supuesto que esto conlleva riesgos. ¿Cuáles? Pues los
normales, sin tener que enumerarlos, y dada mi aguda percepción los voy
detectando.
Por fortuna, y gracias a mi
continua autocrítica de un día y el otro también, me veo en una novedosa
situación de relación que nunca antes había tenido, porque siempre fui pareja
de algún caballero, pero casi de 24/7, o sea constante, sin intervalos, y mucho
menos con la libertad que tengo ahora con esta llamada relación, que en mi yo
interno la llamo más bien como una entrañable amistad, dada la extrema
cordialidad, excelente convivencia, acuerdos que se respetan, espacios que
también se respetan, y sobre todo la libertad de hacer cada cual lo que más le
gusta sin siquiera solicitar un permiso, tan solo la atención y educación de
avisar. Mira, tal día tengo este compromiso, tal día tengo esta reunión, tal
día tengo esta fiesta, tal día me gusta ir a tal lugar, pero yo sola, sin ti.
Así que, analizando todo
esto plasmado en letras, se llega a la siguiente conclusión: Ya la magia se
extinguió, y decir magia es una conjunción de muchísimas cosas bellas en una
relación romántica. Pero en una relación que se fue haciendo amistosa y libre solo
queda un calificativo: Qatm.
Quien sepa traducir por las iniciales sabe muy
bien a qué me estoy refiriendo.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
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