lunes, 10 de noviembre de 2025

A toda

 


La columna de Bety

A toda

 

Por Beatriz Aldana

 

Recuerdo aquella revista de mis años jóvenes de Yolanda Vargas Dulché. En alguna de sus tantas historietas hubo esta frase que decía así: Manque no haiga amor, que haiga deseo. Y ciertamente.

Hace no mucho tiempo conversaba con una de mis amigas, por supuesto a la que más confianza le tengo. Le manifestaba cómo iba cambiando paulatinamente mi relación sentimental: Al principio la idealice, le di un profundo toque romántico, una admiración en grado superlativo, pero, a medida que esta se fue haciendo costumbrista y cotidiana, nunca por mi parte sino por la otra parte, comprendí en toda su dimensión que mi dedicación y esfuerzo por mantener esa magia maravillosa era totalmente en vano.

Por supuesto que asimilarlo y entenderlo tuvo su dosis de tristeza y duelo, pero soy de esas personas consentidas del fracaso en las relaciones sentimentales, dada mi escasa tolerancia a ciertas cuestiones de pareja, que son tan variadas que sería ocioso mencionar cada una de ellas.

Pues bien, retomo mi plática con mi casi hermana, porque es mi gran gran amiga: Surgió la cita de Yolanda Vargas Dulché en la conversación a raíz de que ella notaba en mis publicaciones escritas cierta tristeza, dolor, y una pérdida de la ilusión, amén de las fotografías de mi persona, en las cuales a pesar de la sonrisa ella percibía ese dejo de melancolía en mi mirada.

Y sí, es cierto, tuve un buen tiempo de duelo al percibir claramente que mi relación estaba tomando un giro se puede decir de 180 grados pero en reversa, observando detalle tras detalle, hasta llegar a la conclusión de tomar como, se dice coloquialmente, agarrando al toro por los cuernos.

Porque antes de esto yo solía dar espacios de tiempo para oxigenar la relación, supuestamente para recomenzar Pero no. Estoo es cosa de dos, no es unilateral, como yo acostumbraba hacerlo, siempre con ese deseo interno de darle magia o devolverle magia a lo que poco a poco se fue perdiendo. Fueron acumulándose todos esos detalles que veladamente sugerían o querían decir:

―Mira, Beatriz, para mí esta relación es como todas las anteriores, no le veo nada especial. Yo no idealizo. Tomo las cosas de esta manera: Es lo que hay. Y tú, Beatriz, eres una mujer muy intensa, todo lo haces con absoluta pasión y ciertamente todo lo haces bien tú, ser muy buena es tu virtud, tal como lo cuenta la canción de Juan Gabriel.

Bueno. Para continuar con lo de la plática con mi amiga, le revelé lo siguiente:

―Mire Oli, mi gran rival es un aparatito con teclado y pantalla, o sea, un teléfono móvil. También un aparatote con teclado y pantalla o sea, una computadora. Y el más grande rival, como dijese mi propio hijo: Es que él es un escritor, mami.

Y efectivamente: Me cayó el veinte.

Sin juzgar, y sin el afán de crítica, es muy difícil establecer una comunicación espiritual, interna, de corazón, de almas, con alguien que su primordial interés son las letras, tanto las que están en su cerebro como las que captan sus ojos en pantalla o en papel.

Pero hay algo adicional, hay un gusto por ir ensanchando el círculo, o más bien dicho, un gusto por conocer gente nueva. Y por supuesto que esto conlleva riesgos. ¿Cuáles? Pues los normales, sin tener que enumerarlos, y dada mi aguda percepción los voy detectando.

Por fortuna, y gracias a mi continua autocrítica de un día y el otro también, me veo en una novedosa situación de relación que nunca antes había tenido, porque siempre fui pareja de algún caballero, pero casi de 24/7, o sea constante, sin intervalos, y mucho menos con la libertad que tengo ahora con esta llamada relación, que en mi yo interno la llamo más bien como una entrañable amistad, dada la extrema cordialidad, excelente convivencia, acuerdos que se respetan, espacios que también se respetan, y sobre todo la libertad de hacer cada cual lo que más le gusta sin siquiera solicitar un permiso, tan solo la atención y educación de avisar. Mira, tal día tengo este compromiso, tal día tengo esta reunión, tal día tengo esta fiesta, tal día me gusta ir a tal lugar, pero yo sola, sin ti.

Así que, analizando todo esto plasmado en letras, se llega a la siguiente conclusión: Ya la magia se extinguió, y decir magia es una conjunción de muchísimas cosas bellas en una relación romántica. Pero en una relación que se fue haciendo amistosa y libre solo queda un calificativo: Qatm.

Quien sepa traducir por las iniciales sabe muy bien a qué me estoy refiriendo.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

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