La firma diaria
Por Carlos Gallegos
a
los médicos de Delicias
a
mi hijo Ricky
a
mi sobrino Chentito
al
vecino Elko Floriano
a
todos los espejos
del
doctor Luis Casas Batis
Es una visión irreal
una más de las visiones
irreales que se fraguan
en los aires arenosos
de los febreros
arenosos del Delicias
en sus primeros años
está usted viendo
a un fantasma amable
delgado
vestido de traje negro
camisa blanca, corbata negra
que sostiene un botiquín
de cuero negro
en su mano izquierda
lo ve caminando
de barrio en barrio
tanto en tiempo de intenso calor
de achicharrante
sol
como en los súbitos chaparrones
que cubren de agua
el horizonte
que al otro día
cubrirán de nubes de moyotes
el cielo turquesa
del Delicias viejo
de cortante frío
que congela
calles de tierra
que hiere la piel
que hiere los pies
descalzos de tantos
chamacos descalzos
que al amanecer
caminan
descalzos
hacia la escuela
del Campamento
la única escuela
de ese pueblo congelado
de borrascas
que ladean la
figura delgada
elegante
invencible
de ese fantasma
elegante e invencible
que lo obliga
caminar
sosteniendo el sombrero
borsalino
con la mano derecha
para que no vuele
al ser alcanzado por esa bruja
rodadora
y espinosa que rueda
tras él por las calles
de Dios
de ese pueblo habitado por tantos
habitantes nómadas
que han llegado
en busca de una vida sedentaria
que han recalado
en tren
en carromatos jalados
por flacas mulas
a lomos
de caballos y de mulas flacas y
matreras
que han recalado a pie
que han recalado desde
tantas partes
de Oaxaca a Colorado
habitar
ese mundo
de aire
polvo
calor
chaparrones súbitos
e instantáneos
de fríos polares
de calores
de sudor
que chupan y enflacan
esa bruja espinosa
esa planta seca
de ramas espinosas
secas
arrastrada por el aire
que a su
rodar vertiginoso
hecha bola
rodará
hasta
repecharse
ante la tapia vieja
del Hotel California
del árabe Elías Awed
que levanta
su mole de adobe viejo ante
la solitaria esquina
de Avenidas Río
Conchos y Agricultura Norte
no detenga usted al fantasma
del botiquín y el sombrero borsalino
no lo detenga
porque no se detendrá
hasta que
al pardear
la tarde
visite
a su último paciente de un día más
es el doctor
Luis Gonzaga Casas Batis
que cumple
su rutina diaria
su visita domiciliaria
diaria
tocando
puertas de madera tosca
donde viven y lo esperan
sus pacientes
seguros de que
acudirá puntal
a mitigarles dolores
a curar los males
a llevar su suave
mensaje de esperanza
a rechazar
con gesto suave
su oferta de pagar la visita
porque sabe que al pagarle
le habrían pagado
con el único centavo
que les queda para
el raquítico
sustento diario
déjelo usted que con su
visita
solidaria
su medicina milagrosa
sus inyecciones
con su palabra amable
reafirme
su firma diaria
de letra invisible
en el papel invisible de
su juramento
hipocrático
puntual e inalterable
Carlos Gallegos Pérez es licenciado en comunicación por la UNAM, licenciado en periodismo por la UACH. Fue coordinador de comunicación social de la UACH, así como también fue coordinador de comunicación social en Gobierno del Estado, ganador del Premio Chihuahua de Literatura y del Premio Nacional INBA Novela de Testimonio. Autor de varios libros, actualmente es cronista de la ciudad en Ciudad Delicias.

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