miércoles, 26 de noviembre de 2025

Dostoievski

 


Dostoievski

 

Por Marco Benavides

 

Pocas figuras en la literatura universal ilustran con tanta precisión cómo una vida marcada por el sufrimiento puede convertirse en materia prima para comprender la mente humana. Fiódor Mijáilovich Dostoievski (1821–1881) no solo escribió sobre la culpa, la angustia, la fe y la desesperación: las experimentó con una intensidad que permite leer su obra casi como un estudio temprano de psicología clínica y neurociencia emocional. En él, la frontera entre vida y literatura prácticamente desaparece, lo que explica por qué sus novelas siguen funcionando como un laboratorio psicológico vigente.

El episodio que definió su existencia ocurrió en 1849. Tras participar en tertulias donde se leían textos prohibidos por el gobierno zarista, fue arrestado y condenado a muerte. El 22 de diciembre, formado frente al pelotón de fusilamiento, escuchó el anuncio que lo transformaría para siempre: su pena sería conmutada por trabajos forzados en Siberia. Ese instante cuando su cerebro ya había aceptado la muerte como inevitable y, súbitamente, recibió la información contraria generó un impacto psicológico profundo. Años después, este momento reaparecería en personajes que viven al filo del abismo, atrapados entre la culpa, la redención y la posibilidad de un segundo comienzo.

A este trauma se sumó la epilepsia, condición que marcaría tanto su cuerpo como su literatura. Dostoievski describió sus crisis como episodios de claridad emocional, casi luminosa justo antes de perder la conciencia. Hoy sabemos que ciertas formas de epilepsia del lóbulo temporal pueden producir sensaciones breves de bienestar intenso o euforia, seguidas de un colapso físico (conocidas como “aura extática”). En su novela El idiota, este fenómeno aparece reflejado con sorprendente precisión clínica a través del príncipe Mishkin, quien experimenta momentos de paz interior profunda, previos a sus ataques. Para Dostoievski, la epilepsia no fue solo una enfermedad, sino una ventana hacia estados alterados de conciencia que le permitieron explorar la fragilidad humana desde una perspectiva única.

Su vida cotidiana estuvo marcada por dificultades extremas. Pasó largos periodos en pobreza, asfixiado por deudas derivadas de su ludopatía, probablemente un mecanismo de escape ante el estrés y la ansiedad constantes. Esta situación lo obligó a escribir contrarreloj, firmando contratos desventajosos y produciendo obras bajo una presión que habría paralizado a la mayoría de los escritores. Paradójicamente, esa urgencia forjó una sensibilidad extraordinaria para observar las conductas humanas de forma rápida, pero microscópica.

Lo fascinante es cómo estos elementos biográficos se transformaron en literatura. Sus personajes no son construcciones abstractas, sino seres atravesados por las mismas contradicciones que él vivió. Personajes como Raskolnikov, el príncipe Mishkin, Ivan Karamazov: todos cargan con dilemas morales, crisis existenciales y estados psicológicos que Dostoievski conocía de primera mano. Esta autenticidad convirtió sus novelas en documentos invaluables sobre la psique humana, anticipando descubrimientos que la psicología y la neurociencia confirmarían décadas después.

Dostoievski murió el 9 de febrero de 1881 por una hemorragia pulmonar durante una crisis convulsiva. Para entonces, había vivido varias vidas: la del condenado, la del preso político, la del enfermo crónico, la del jugador compulsivo y la del pensador que buscaba coherencia en medio del caos. Cada etapa dejó cicatrices que sus novelas transformaron en conocimiento, que compartió con millones de lectores.

Hoy sus textos permanecen no solo como obras maestras, sino como testimonios profundamente humanos sobre nuestra capacidad de reconstruirnos incluso después de enfrentar el abismo. En Dostoievski el sufrimiento no fue destructivo: fue el material desde el cual edificó una de las obras más penetrantes jamás escritas sobre lo que significa ser humano.

 

Dr. Marco Benavides, 24 noviembre 2025

 


Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario