La columna de Bety
Tres rayitas
Por Beatriz Aldana
Existe la creencia de que
cuando se establece una relación sentimental con una persona, esta se convierte
en una especie de apéndice de la otra. ¡No!
Eso es un craso error, y más cuando se tiene una edad muy adulta, pues
como todo ser humano, no nacimos el día de ayer, ya traemos una carga de
historias de todo tipo.
No dejamos de ser como
éramos. Tampoco dejamos a nuestros quereres y amistades previas a la nueva
relación. Traigo esto a tema porque a últimas fechas se me han estado
disparando dardos un tanto malintencionados por mi relación con un personaje de
cierta fama en nuestra ciudad. Él hace publicaciones de lo que le gusta, incluida
su admiración por algunas damas, lo cual para mí es bastante respetable. Luego
publica historias o cuentos que nacen de su imaginación.
Recientemente acudí con él a
un lugar donde se presentaba una damita muy hermosa, muy talentosa, muy joven,
a la cual le observé la enorme admiración que sentía por mi compañero (acá
entre nos, me sirvió muchísimo ese episodio ), y les diré el por qué: Afortunadamente
caí en la cuenta esa misma mañana de que mi relación se estaba haciendo vieja y
monótona, por la sencilla razón de que sus comienzos fueron de una forma muy
distinta, pues fue a raíz de una intensa química mutua, en el sentido físico, y
a través del tiempo ambos nos fuimos
convirtiendo en una especie de roomies que acabó por parecernos un tanto, si se
puede decir, carente ya de magia y encanto.
Y regreso al evento del
restaurante donde se dio ese encuentro con la preciosa damita. Comprendí en su
máxima expresión que la libertad de mi compañero de elegir sin cortapisas donde
a él le agradaba estar, y poco a poco, minuto a minuto, me cayó el veinte de
que él jamás cambiaría su modo de ser, de sentir, de percibir, y de hacer lo que
le viniera en gana.
Me sentí profundamente
agradecida de que haya ocurrido toda esa situación (que por cierto, uno de los
comensales me comentó vía privada que todo ese episodio del restaurante le
había parecido un tanto sórdido e insultante en grado extremo para mí persona).
Eso fue porque mi compañero le tomó algunas fotografías a la damita en
cuestión, que dicho sea de paso, yo no le veo ningún inconveniente dada la gran
belleza de ella.
En fin, ha pasado el tiempo,
y admito mi estado de obnubilación que sentía por mi compañero (admiración,
sobre todo ) y como comúnmente se dice: bájale tres rayitas. No. No nada más le
bajé esas tres rayitas, me fuí hasta cero rayitas. Ahora mis sentimientos hacia
él son absolutamente tranquilos, de una paz envidiable, con un cariño fraterno,
confianza, serenidad.
Sin duda los tiempos de Dios
son perfectos, así solemos decir los que profesamos cierta religión. Ese evento
fue totalmente benéfico para entender totalmente esto: nadie somos propiedad de
nadie, sino cada cual de sí mismo. Así que, lo que me escriban, lo que me
comenten, en lo más mínimo moverá un ápice de lo que mi corazón siente, percibe
y disfruta.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.