viernes, 22 de agosto de 2025

Irse


 

Irse

 

Por Guadalupe Ángeles

 

Estoy aquí hablando de odios ajenos como quien se prueba el uniforme de un ejército al que no desea pertenecer, multiplicando los minutos para verme, dentro y fuera, porque eso es escribir, verse, saberse extraño pero igual a cualquier otro ¿cómo no serlo, cómo no saberlo?

       Estoy aquí y me obligo a conocer el tiempo que necesita el cuerpo para salir del miedo, entender así el significado del abrazo y su necesaria presencia en nuestros días con fecha de caducidad. 

      Saber que somos finitos nos lleva a construir escaleras de hechos para llegar a la noche y buscar el sueño (¿quién dijo que dormir era un ensayo de la muerte?)

        A veces es difícil salir del miedo, hay quienes toman el camino de la escritura y forman líneas en las hojas a la manera de los que siembran y, llenas las manos de tierra, saben que habrá algún fruto después, si hay suerte.

      En esa suerte confiamos, porque vivir a tientas y con paso firme viene de todos modos a ser lo mismo.

        La finitud nos define, vuelve a esa idea mi razón jugando a rizar el rizo, a escasos milímetros del absurdo, pero con esa verdad en la mano como una piedra.

        Me ahogo en lugares comunes y he de evitar que me traguen como arena movediza, por eso mi mano dibuja estos signos en la hoja, igual podría correr o esconderme, pero solo la luz de grafito de las palabras tiene el poder de... dame un minuto, miedo...

        Que al escribir me abrazo, me canto la canción de cuna para adormecer al miedo ¿Hay algo peor que eso?, ¿temer soñar? Sé que sí.

        Dulce juguete de mentiras y verdades el pensamiento afirma que no es cierto que el silencio son los otros. Afortunadamente, hay formas de irse de uno mismo.

       La escritura es una de ellas.

        Irse, aunque el tiempo está presente, irse mientras la paz regresa y el corazón vuelve a ser el motor que bombea sangre y el pensamiento un alegre fabricante de preguntas y no bosque oscuro donde perderse.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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