Borges
Por Daniel Salinas Basave
Anoche releí tres cuentos de Borges: El
otro, Ulrica y El Congreso, terceto que abre El libro de
arena. He estado leyendo los diálogos entre Borges y el profesor Osvaldo
Ferrari, en donde un Georgie ya anciano reflexiona con modestia absoluta sobre
su propia obra:
―Si yo tuviera que elegir un
libro entre los míos (no lo hago ya que no hay libros míos en esta casa), yo
elegiría El libro de arena, pero me han dicho que El informe de
Brodie es superior. La verdad es que yo no sé muy bien a qué volumen
corresponde cada uno de los cuentos, pero me han dicho que El Congreso
es mi mejor cuento, y creo que está en El informe de Brodie.
―No,
está en El libro de arena ―lo corrige
Ferrari.
―Entonces
mi predilección por El libro de arena se confirma.
El diálogo me lleva de inmediato a la
relectura y me deja por herencia algunas reflexiones.
La primera es el gran desapego
de Borges con su propia obra. Le importa tan poco y le parece tan modesta que
ni siquiera tiene claro en qué libro aparece cada relato, pues confunde El
informe de Brodie con El libro de arena entre los que hay cinco años
de diferencia (aunque ciertamente la primera publicación de El Congreso
fue de manera independiente).
La segunda es que la posteridad
ha sido injusta con el Borges tardío. Siempre que se alude a los cuentos de
Borges, todo se limita a El Aleph y Ficciones, escritos en los
años cuarenta y considerados sus obras maestras. De hecho, son los únicos dos
que compila el volumen Borges esencial de la Real Academia de la Lengua,
y los que suelen aparecer siempre en antologías. No olvidemos que el Borges
tardío es ya invidente y que su proceso de escritura apostaba todo a la
memoria. Los cuentos de El libro de arena o Los poemas de Atlas y
Los conjurados le fueron dictados a Roberto Alifano, Alberto Manguel y
al final a María Kodama (el propio Alifano me narró cómo fue el dictado de Los
conjurados).
De los tres cuentos que releí anoche, mi
favorito ha sido siempre El otro, que narra el encuentro entre un Borges
de 75 años, que está sentado a la orilla del Charles River entre Cambridge y
Boston, y un Borges de 19 años que está sentado a la orilla del Lago de
Ginebra. Tal vez porque el encuentro con el doble es mi fantasía recurrente
desde que era niño, o porque conozco uno de los escenarios (también yo caminé a
la orilla del Charles River). Ese diálogo siempre me ha parecido fantástico, y
ayer lo reconfirmé. No alcanzo a dimensionar en cambio la gran devoción que se
tiene por El Congreso, para muchos el mejor de sus relatos tardíos y
para el propio Borges su mejor cuento (según le confiesa a Osvaldo Ferrari).
El Congreso tiene todos los
elementos borgeanos: La utopía de la totalidad, un Congreso que represente a la
humanidad entera, que hable un idioma universal y tenga una suerte de
Biblioteca de Alejandría (o de Babel) con todos los libros posibles.
Creo que algunos de los relatos más
entrañables de Borges están en La memoria de Shakespeare, su último trabajo en
prosa. El cuento Agosto 25, 1983 sigue con la temática de El otro,
en donde el Borges maduro encuentra a un Borges anciano a punto de suicidarse.
Ni hablar de La memoria de Shakespeare, que podría leerse como una
continuación de Funes el memorioso o Los Tigres azules (ningún
escritor se obsesionó tanto con estos felinos).
Tal vez sea un síntoma de mi envejecimiento,
pero hace tiempo que ya que me es más fácil engancharme y emocionarme con
relecturas que con novedades editoriales. Soy un relector compulsivo. En ese
sentido, el gran campeón de mis relecturas es Georgie, un autor al que de una
forma u otra siempre estoy retornando y siempre me parece que lo estoy leyendo
por primera vez.
Daniel Salinas Basave es licenciado en derecho, periodista y escritor. Ha colaborado en Esquire, Gatopardo, Milenio y Replicante, entre otras publicaciones. Trabajó como reportero en El Norte de Monterrey y en Frontera, de Tijuana. Actualmente tiene espacios editoriales semanales en Semanario InfoBaja, Suplemento Cultural Palabra, Síntesis tv y San Diego Red. Es Premio Estatal de Literatura Baja California 2010 por Réquiem por Gutenberg. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2014 por Cartografías de Nostromo. Relatos de espías, embajadores y embusteros. Premio Gilberto Owen de Literatura 2015, en la categoría de cuento, por Días de whisky malo. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2015 por El lobo en su hora. La frontera narrativa de Federico Campbell. Ganador del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2015, en el género de ensayo, por el trabajo titulado Bajo la luz de una estrella muerta.
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