domingo, 21 de diciembre de 2014

Dolores Gómez Antillón. Sandalias oro


Nardos. Sandalias doradas



Por Dolores Gómez Antillón



Me hablaste para invitarme a tener algo de acción, que tenías algunas    fantasías; deseabas te las concediera, estabas muy excitado. Yo también, tan solo pensar que me esperabas a las cuatro y querías que llevara la tanga blanca, las sandalias doradas, las que me hacían volar. Aceleraste mis ansias.

Cuando llegué, la habitación olía a nardos, estaban encendidas seis velas blancas, una roja al  centro. En la cama pétalos, varitas de nardo y una carta. Él no estaba.    

Abrí la carta donde decía que me diera un baño con el jabón que había preparado y me pusiera la batita de alas, la tanga blanca de encaje, las medias blancas con el liguero rojo que hacía juego. Que delineara mi boca  con el labial carmín y calzara las sandalias doradas, debería esperarlo recostada con los brazos extendidos sobre la almohada.  

Me besó, sus labios me quemaban. Me acariciaba el cuello con sus manos; una excitación maravillosa se apoderó de mis alas. Con delicadeza me bajó la tanga y lentamente abrió mis piernas. Le entregué mi alma.  

Una libélula blanca se posó en mi deseo.   

Besaba todas partes de mi cuerpo, y yo a él. De repente la libélula voló haciendo círculos en nuestros cuerpos, con vertiginoso movimiento nos envolvió en pasión y así iniciamos al ritmo acompasado de un vals del amor que fue subiendo de tono mientras en cada movimiento nos entregábamos. Fundidos en uno danzamos al ritmo placentero de nuestro agitado corazón.

Un suave líquido embriagó los sentidos, humedeció nuestros muslos. Una crisálida trémula abría sus alas para hacernos volar; las estrellas se manifestaron radiantes con una lluvia luminosa que bañó nuestras ansias y cayó a nuestros pies.

Más allá del infinito, una cascada de agua bendita bautizó el encantado momento. Nos volvimos a besar apasionados en la boca, ahora el carmín era de los dos. Me dejaste  alucinando porque me elevaste más allá del firmamento, gocé como nunca había imaginado en mis fantasías.

Dijiste:

―No te quites aún las sandalias doradas. Ni el negligee.

Eran mis alas mágicas, compañeras leales en la entrega de mi espíritu

Nuestra habitación olía a nardos. Las velas y las estrellas cuidaron el sueño de amor al que entregamos nuestras vidas esperando un nuevo día.







Dolores Gómez Antillón es licenciada en letras españolas con maestría en educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que después llegó a ser directora. Ha publicado los libros Rocío de historias cuentistas de Filosofía y Letras, Apuntes para la Historia del Hospital Central Universitario y Voces de viajeros.

4 comentarios:

  1. Una mujer apasionada es irresistible. Si va con sandalias doradas, más.

    ResponderEliminar
  2. infinitamente erótico, suculenta lectura de apasionada entraga al amor.

    ResponderEliminar
  3. bella manera de expresar los sentimientos mas profundos

    ResponderEliminar