domingo, 23 de noviembre de 2014

Alberto Cabrera

Un fruto ignorado



Por Alberto Cabrera



Dos árboles embellecían el jardín. Dos árboles frutales: una higuera de frutos morados, abundantes, que dejaban la banqueta manchada: ni la familia ni los transeúntes lograban agotarlos. Y un naranjo, de frutos amargos, imposibles de comer, que se doraban al sol del otoño hasta caer secos, sin inmutar a nadie.

Durante la helada legendaria, los dos árboles resultaron dañados. La higuera quedó herida hasta la médula, y pronto hubo que tirar sus secos troncos. Los únicos higos que llegan ahora a casa son los comprados o los regalados. Por el contrario, del naranjo quedó su tronco seco, olvidado como sus frutos.

Con el verano surgieron, tímidas, las primeras ramas verdes. El tronco conservó la herida, rodeada ahora de renuevos. Para la primavera, el jardín se llenó de la fragancia ligera del azahar. Hoy, en pleno invierno, recuerdo todo esto, mientras disfruto un vaso de jugo, dulce y fresco, de la primera cosecha del renovado árbol.






Alberto Cabrera (1972) ha transitado entre los caminos de las matemáticas y la filosofía, para instalarse en la promoción cultural y humana. Andariego por vocación, llamado a ser cosmopolita por su nacimiento en la Ciudad de México, se deja seducir fácilmente por un café compartido entre amigos, un paseo por una calle empedrada, la visita a un templo colonial. Pasa una temporada de creación y trabajo en la ciudad de Chihuahua.

1 comentario:

  1. Reaparece este autor de Chihauhua que vino de la ciudad de México. Ahora en Estilo Mápula podremos leer sus refinadas y raras historias.

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