El tiempo no existe
Por Dolores Gómez Antillón
Hace un año que no nos vemos
pero no por ello hemos dejado de amarnos, el recuerdo, los textos, han vencido
cualquier distanciamiento, han triunfado
sobre el olvido porque nunca, mientras viva uno de los dos, nuestra luz se apagará.
Recuerdo
cuando dijiste por vez primera que me amabas, sentí una frescura en mi cuerpo entregado por entero a ti,
las lágrimas salieron de mis ojos bañando
nuestros rostros. Hoy hemos decidido que si el tiempo infinito, relativo, no
existe ante criaturas finitas, nos importa muy poco.
Tenemos
ganas de retomar nuestro pasado, envueltos en las caricias míticas y mágicas de
nuestro amor.
Nos
veremos el martes y siento tanta dicha que tiemblo de emoción al pensarme entre
tus brazos, besando tu boca, tu cara, tus muslos, tus piernas y sentir el olor
de tu cuerpo, de tu espada sobre mi ninfa sedienta de ti.
Te
haré pastel, como antaño y no puede
faltar el vino blanco espumoso, aparte de unos antojitos.
Nos
veremos en nuestro hotelito, la misma habitación, la 44. Allí te esperaré; imagino el torrente de buenos recuerdos que al abrir la puerta me envolverá en
caricias mil y yo volveré a besar tu hermosa piel.
Abrí apresuradamente, alegre corrí hasta
nuestro lecho que yacía cubierto de pétalos de rosas rojas que desprenden
maravilloso olor, nuestra fragancia, la
pasión.
No
estabas pero era lógico que te me habías adelantado dándome un regalo
maravilloso.
Me
di un baño con mi jabón de rosas y me vestí con una bata blanca, mi tanga y
sostén blancos transparentes y descalza te acariciaré con el arco de mis pies.
Apenas
tuve tiempo de prender las velas rojas, el incienso, las viandas y el pastel sobre un manto de satín en el piso, junto con
sus almohadas.
Abriste
la puerta y tu cara de dios apareció. Corrí a darte la bienvenida con un beso,
me abracé a su cuerpo atlético, fuerte y
deseable, nos besamos largo rato, de rodillas en el piso jugueteamos con
nuestras manos que unidas expresaban “te amo, te amo, mi vida”.
Entre
carcajadas llanto y fiebre abrí el vino, serví dos copas frescas que al
beberlas apresuradamente corrió un tanto por los pechos el que con nuestras
lenguas degustamos hasta llegar a nuestros muslos que besamos con desesperación,
después metió su hermoso pez bucal y acarició mis ardientes labios caracoles.
Trotando
un tanto empezamos a subir el tono de
nuestros deseos y con el mágico relámpago que emanaba de su cuerpo, penetró el camino
hacia la gloria, donde los ríos se unieron formando una cascada de diamantes, luciérnagas
y mil destellos de estrellas que florecieron a nuestros pies.
Oh
Dios, era el éxtasis, el clímax que nos llevó a otras dimensiones. Era el
jardín del amor, nuestras almas habían alcanzado el cielo.
Embelesados nos quedamos
escuchando el pasar de los carros, la gente que sonreía feliz. Decidimos
comer algo y finalizar con el pastel.
Nos
quedamos abrazados viendo por la ventana uno de los más bellos amaneceres, alborada
de mil colores nuestras vidas. Me abrazaste y me preguntaste: ¿eres sueño o
realidad?
Acaso
los sueños no son parte de nuestra realidad sino el milagro de la vida.
Octubre
2017
Dolores Gómez Antillón es licenciada en letras
españolas con maestría en educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que después llegó a ser directora. Ha
publicado los libros Rocío de historias
cuentistas de Filosofía y Letras, Apuntes
para la Historia del Hospital Central Universitario y Voces de viajeros.