domingo, 29 de octubre de 2017

Nosotros símbolo del tiempo. Dolores Gómez Antillón



El tiempo no existe                                                                                                                   

Por Dolores Gómez Antillón

Hace un año que no nos vemos pero no por ello hemos dejado de amarnos, el recuerdo, los textos, han vencido cualquier  distanciamiento, han triunfado sobre el olvido porque nunca, mientras viva uno de los dos, nuestra luz se apagará.
Recuerdo cuando dijiste por vez primera que me amabas, sentí una frescura en mi cuerpo entregado por entero a ti, las lágrimas salieron de mis ojos bañando nuestros rostros. Hoy hemos decidido que si el tiempo infinito, relativo, no existe ante criaturas finitas, nos importa muy poco.
Tenemos ganas de retomar nuestro pasado, envueltos en las caricias míticas y mágicas de nuestro amor.
Nos veremos el martes y siento tanta dicha que tiemblo de emoción al pensarme entre tus brazos, besando tu boca, tu cara, tus muslos, tus piernas y sentir el olor de tu cuerpo, de tu espada sobre mi ninfa sedienta de ti.
Te haré pastel, como antaño  y no puede faltar el vino blanco espumoso, aparte de unos antojitos.
Nos veremos en nuestro hotelito, la misma habitación, la 44. Allí te esperaré; imagino el torrente de buenos recuerdos que al abrir la puerta me envolverá en caricias mil y yo volveré a besar tu hermosa piel.
Abrí apresuradamente, alegre corrí hasta nuestro lecho que yacía cubierto de pétalos de rosas rojas que desprenden maravilloso olor, nuestra fragancia, la pasión.
No estabas pero era lógico que te me habías adelantado dándome un regalo maravilloso.
Me di un baño con mi jabón de rosas y me vestí con una bata blanca, mi tanga y sostén blancos transparentes y descalza te acariciaré con el arco de mis pies.
Apenas tuve tiempo de prender las velas rojas, el incienso, las viandas y el pastel  sobre un manto de satín en el piso, junto con sus almohadas.
Abriste la puerta y tu cara de dios apareció. Corrí a darte la bienvenida con un beso, me abracé a su cuerpo atlético, fuerte y deseable, nos besamos largo rato, de rodillas en el piso jugueteamos con nuestras manos que unidas expresaban “te amo, te amo, mi vida”.
Entre carcajadas llanto y fiebre abrí el vino, serví dos copas frescas que al beberlas apresuradamente corrió un tanto por los pechos el que con nuestras lenguas degustamos hasta llegar a nuestros muslos que besamos con desesperación, después metió su hermoso pez bucal y acarició mis ardientes labios caracoles.
Trotando un tanto  empezamos a subir el tono de nuestros deseos y con el mágico relámpago que emanaba de su cuerpo, penetró el camino hacia la gloria, donde los ríos se unieron formando una cascada de diamantes, luciérnagas y mil destellos de estrellas que florecieron a nuestros pies.
Oh Dios, era el éxtasis, el clímax que nos llevó a otras dimensiones. Era el jardín del amor, nuestras almas habían alcanzado el cielo.
Embelesados nos quedamos  escuchando el pasar de los carros, la gente que sonreía feliz. Decidimos comer algo y finalizar con el pastel.
Nos quedamos abrazados viendo por la ventana uno de los más bellos amaneceres, alborada de mil colores nuestras vidas. Me abrazaste y me preguntaste: ¿eres sueño o realidad?
Acaso los sueños no son parte de nuestra realidad sino el milagro de la vida.

Octubre 2017







Dolores Gómez Antillón es licenciada en letras españolas con maestría en educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que después llegó a ser directora. Ha publicado los libros Rocío de historias cuentistas de Filosofía y Letras, Apuntes para la Historia del Hospital Central Universitario y Voces de viajeros.