miércoles, 30 de septiembre de 2020

Larizza Arvizo. El fin


El fin

 


Por Larizza Arvizo

 


Quiero morir en el movimiento y el estruendo. Resucitar en risas y cantos.

Tocar el cielo con las yemas, llenarme el pecho de huracanes. Quiero vivir en fuego, ampollar mi piel, verla sangrar, no quiero la calma.

Calma es muerte y la muerte llegará de golpe, no la quiero en anticipos ni en abonos. Quiero tener frio, calor, dolor. Llantos como ríos. Risas como volcanes.

Enamorarme de todos y odiar al mundo.

Quiero ser frágil y me rodeen tus brazos para consolarme. Ser relámpago rebelde y aplastar mis miedos.

La vida es única, irrepetible, inmejorable, quiero vivirla al máximo, sin detenerme, sin  perder el tiempo. Quiero leer, comer, coger, beber, dormir, nadar, pedalear, como si mañana me tocara.

Quiero amar, amarte, amarlos, como si llegara el fin, porque el fin llega, no pide permiso, simplemente llega y arrebata, no toca la puerta, tiene llave, arrasa con todo y con todos, no importa que pidas piedad, brinques, llores o te arrodilles, la vida es un soplo que se desvanece en segundos de universo.

No somos estrellas, sino instantes.

Abraza, perdona, olvida, aprende, viaja, exprésate, sé tú, lo que eres, no dejes que nadie diga lo que pinta tu alma.

Que su color sea el de tu sueño.

Es hoy o nunca. No te retires intacto, que la vida te penetre, te haga suyo. No temas, vive como mejor te parezca. Sé lo que tengas que ser. Sin miedo. Ni a morirte de hambre. Haz lo que amas sin pensar en el futuro.

Que tal vez no llegue.

Cuando la muerte te agarre, que te coja bien vivido, desgastado, arrugado y hasta agotado, no te regreses en el empaque.

Estrénate, no te desperdicies y sonríe. Aunque la chingada te este carruchando. Sonríe, florece en el concreto, crece. Levántate, camina erguido y ve de frente.

No te rindas. Todo es posible.

 

 

 

 

Larizza Arvizo es licenciada en teatro por la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha actuado en 25 montajes y es ganadora del premio a mejor actriz y actriz revelación en la Muestra Municipal de Teatro 2009. Actualmente se dedica a la fabricación de máscaras y muñecos teatrales, además de estar escribiendo el libro El viaje de lyme.

martes, 29 de septiembre de 2020

Andrés Espinosa Becerra. La vida descabalada/Días de septiembre de Raúl Manríquez Moreno


Diseño Javier, sobre la portada de Los días que no duermen

los martes

La vida descabalada

 

Días de septiembre de Raúl Manríquez Moreno

 

 

Por Andrés Espinosa Becerra

 

 

Se lee en el norte del país y cada vez aparecen más novelas. Aquí en el noroeste ya son dos las que existen para dejar constancia histórica de lugares, pensamientos y vida acerca de este entorno. Días de septiembre es uno de los mejores testimonios del noroeste de Chihuahua, lejano a la vida que propicia el sistema político del país; otro testimonio es La vida a tientas, del mismo autor. Hablo en este caso de publicaciones literarias con el propósito de dejar mención objetiva y con sentido artístico del desarrollo de la vida humana.

La primera vez que me topo con los Días de septiembre es una noche de amigos, reunidos para conocer su aparición; a la mañana siguiente, la lectura se topa con la mención de un suceso que pertenece a la vida diaria del entorno de la región que va a permitir ver el ideario, los sentimientos, las pasiones de personas comunes a nosotros, rodeados por el vetusto espectro del magisterio nacional.

Entonces me doy cuenta de que el testimonio que tengo en mis manos es también acerca de la desventura, la fatalidad y el desarraigo: el oscuro escenario de la pérdida.

No requiere mucho reflector la realidad magisterial y su corrupción sindical, porque recibimos diariamente testimonio de ello en la calle, en las noticias periodísticas y en la televisión. ¿Por qué escribir una novela con un tema de fondo como tal? La realidad de la noticia de plana roja es muy deprimente; un suceso como el narrado en manos de la prensa local y de los noticieros radiofónicos se viste del más corriente sensacionalismo: las noticias impresas se elaboran con un estilo rudimentario, las radiofónicas se emiten en el peor formato del locutor, inculto y desinformado; trasciende el suceso pues, como un hecho meramente de escándalo.

Por ello Días de septiembre trae a la luz de manera seria e inteligente un acontecimiento de importancia relevante para que no se pierda en la oscuridad de la memoria social. Esta novela tiene acercamiento a un hecho de especial magnitud, de manera tal que conjuga el interés histórico con el ejercicio de la buena literatura, perteneciendo ambas materias al acervo del autor, mismas que lo llevarán a implicarse en la novela, desapareciendo en varias ocasiones el delicado espacio que divide al narrador del autor.

En una entrevista periodística, el decano Kapuscinski le dijo al periodista Pablo Espinosa que “…una mala persona nunca puede ser un buen periodista”, y si bien Días de septiembre no se apega al formato periodístico, sino que es una novela que se nutre de una situación real conocida a través de la prensa escrita y hablada, Manríquez participa con esa cualidad de buena persona, en los sentidos moral y artístico, para contar un hecho de la manera más apropiada, dada la importancia de lo ocurrido, cumpliendo así con la historia, con una postura ideológica congruente, con la primordial función de rescatar un hecho y relatarlo de una manera que unifica estilo y pensamiento: estar, ver oír, compartir, pensar; son las máximas retóricas del señor Kapuscinski para contar el acto histórico.

Al margen de lo anterior está el escenario más representativo de la novela; podemos ver los colores que desprende septiembre y su luz crepuscular, con días lluviosos y fríos; esta será la ambientación de los escenarios exteriores, similar a los espacios interiores de los personajes; el leit motive  de Días de septiembre son los tonos del otoño, el invierno y la oscuridad interior de los personajes, ambiente desde el que se desarrolla la narración de manera ingeniosa a través de un movimiento diestro de capítulos breves –casi todos, uno de ellos de solo cuatro párrafos–, dejando claro que los Días de septiembre están marcados por la fatalidad, la vida descabalada, el amor erótico, el sentimiento al borde de los años, la violencia, la poesía, pero, por encima de todo, la pérdida.

 

 

El testigo

 

El autor crea sus personajes con el mismo molde para destacar su carácter interior, características de personalidad y la situación de vida que los envuelve. El personaje narrador, cuyo nombre no se da a conocer a lo largo de la novela, se yergue como testigo y es un primer ejemplo, cargado de gran simbolismo. Sabemos que tiene la capacidad de decidir; es profesor de historia, ateo, falto de carácter, capaz de definir posturas ideológicas y de personalidad.

Santiago, acaso el personaje principal, se apoya firmemente en los sueños, es visto como débil y vulnerable por los otros personajes, no tiene descendencia y desearía haber tenido la posibilidad de ramificar su vida en otras existencias, su lucha es por perdurar como héroe resignado al sacrificio. Pertenece al mundo del tal vez, comparte con los demás personajes el mundo de la pérdida, ellos no son nadie y terminarán en la muerte, en la nada.

 

 

La poesía

 

La ficción de Días de septiembre alcanza, en algunos capítulos, lo cinematográfico, lo escénico se ornamenta con la poesía.

En el primer poema que nos entrega la dupla autor/narrador, las voces nos hablan del dolor, de ambiente enrarecido por el paso del tiempo, la existencia de hombres en el final, indiferentes al golpe del destino inacabado. El narrador dice al inicio del capítulo doce: alguien para quien las voces interiores signifiquen algo, interpretado de esta manera porque textualmente el renglón dice: “alguien para quien las voces interiores nada signifiquen”.

En el segundo poema ahora se escuchan las voces hablar de la rareza y lo incierto que envuelven el “acaso”; el dolor de la sangre, desamparo y silencio.

Estos poemas aparecen en momentos distintos al iniciar el capítulo para recordar en qué espacio se está y de qué manera se va a regular el tiempo y el tono del canto para las reacciones, pensamientos y actitudes de vida de los protagonistas; no me importa tanto la explicación teórica de la relación entre autor y narrador, para mí ambos se implican en el momento de ambientar la narración con esos poemas. Porque fuera de la ficción, los poemas en verdad existen y es una manera de reafirmar la validez y veracidad del origen histórico de lo contado.

Es también dar constancia del desempeño de la poesía para explicar destinos que con el estilo narrativo convencional es difícil de conseguir; la visionaría posibilidad de expresión de la palabra en la poesía es la luz que nos guía en la novela.

 

 

Los capítulos

 

Días de septiembre tiene logros definitivos y me parece que tienen que ver con su poesía, con su música –saudade es lo más cercano–, con su caminar en el alma del hombre.

Uno de esos logros es  la realización y manejo de los capítulos: la manera de contar de Raúl Manríquez Moreno en su vida diaria es notoriamente cadenciosa y cabal con la veracidad de lo que se está contando. En Días de septiembre se ha encargado de construir una cadena con papel de china, de las que ornamentan los altares de muertos, y cada eslabón son breves capítulos, fruto de lecturas y de noches laboriosas para mostrar, no ese arduo trabajo sino la frescura necesaria para hechos narrados, personajes y desenlaces.

Así, hay capítulos un tanto más largos ma non troppo, donde se definen participaciones de personajes secundarios o circunstancias accesorias incrementando el suspense; capítulos que sirven de sustento a otro venidero, o sencillamente para no deja nada pendiente; y un capítulo, a mi parecer el más completo, más limpio, más acabado con movimiento natural, en el que se muestra la inclusión de otro hecho vital dentro de lo que se narra, y se incluye la descripción del deseo dentro de lo prohibido –Susana, gran personaje rulfiano– y el conocimiento de las pasiones humanas.

Los capítulos de Días de septiembre son la muestra del autor en el dominio de la estructura, personajes y tiempo de la narración.

 

 

El interior

 

Fuente vital de los Días de septiembre es ese “algo en su interior”, que la narración deja, como piedras en el camino, entre los inicios de septiembre y su final en el invierno; en el interior de los personajes de los días se encuentra una insatisfacción recóndita y permanente, una malograda aspiración a la felicidad, un lado irresuelto y doloroso, todo esto mencionado en una misma página de un de los capítulos.

El personaje de los Días de septiembre cierra los ojos y reiteradamente ve, como el Reno, algo mal acomodado en su interior, semejante al la vulnerabilidad.

 

 

La pérdida

 

Expresa el narrador el significado en el diccionario de la palabra melancolía: “Una tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente”. La nostalgia caracteriza a los personajes centrales de los Días de septiembre, los tres personajes principales: Israel, Santiago y el narrador testigo, los mocetones, Susana, Sofía, Sirenia.

Busca este servidor la palabra añoranza, un link con la nostalgia.

 

 

Conclusiones

 

Días de septiembre es una novela con el valor notable de ser extraída del espacio natal del autor, al igual que su demás producción, incluyendo su poesía: es la muestra de su capacidad en el oficio de ver la vida y contarla; contar, imprimir su particular punto de vista.

Es el oficio de Raúl Manríquez Moreno.

Otro de los logros es tener presente a la historia, con lo que mantiene su compromiso social como persona y como escritor, exhibe sucesos, personas e instituciones que son contrarias al bienestar de la sociedad; cumple en dar constancia de su herencia literaria latinoamericana al seguir el camino de esa veta, sobre todo de Rulfo y de García Márquez, sin ánimo de acomodar las cosas a empujones.

Queda claro el manejo de un estilo con experiencia en la utilización del lenguaje, en el manejo de tiempos y espacios, en la sagacidad para estructurar una novela.

Es notable su sabiduría para expresar puntos de vista acerca de la vida y del sentimiento humano; desarrollada de la misma manera en que describe la procacidad de su fiel personaje Camúñez, las situaciones y detalles de las muertes violentas y extremadamente grotescas de los personajes de distinta talla que han de morir para consolidar la narración.

No requiere implicarse porque no le resulta necesario, en el señalamiento político. La novela se convertirá en una referencia histórica recurrente.

Entonces, cuando menciona al partido oficial, así nada más, a secas, y se entiende cuál es, me parece que hay que completar la frase en el texto con el nombre de ese partido oficial, el PRI, para sellar formalmente el documento literario-histórico.

Aquí no se trata de señalar un descalabro, sino dar testimonio de mi disfrute por del estilo de la narración.

Cuando estamos en un capítulo que tiene la función de ofrecer datos informativos, entonces la ficción baja el nivel de su ángel y pide por nosotros el regreso al color, al aire y a la agitación que se está disfrutando.

 

 

Espléndido final

 

Al inicio de la novela, un pájaro chuin se cruza en el camino. Casi al final, el chuin se cruza de nuevo; no sabemos si va de regreso o si nos está poniendo en alerta ante los riesgos de la desventura; o quizá, nos avisa del final de Santiago, que le parece ver en el ocaso de su invierno las monedas de oro de los sueños que nunca encontró en la vida.

Santiago, el Pedro Páramo que se diluye en el tal vez; el coronel que penosamente busca quién le escriba, mientras los Días de septiembre llegan al final, al borde los días.

 

Manríquez Moreno, Raúl: Días de septiembre. Ficticia editorial, México, 2009.

 

Andrés Espinosa Becerra

2009.

 

 

 

 

 

Andrés Espinoza Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana. Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En 1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer, como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.

lunes, 28 de septiembre de 2020

José Manuel García-García. Los demonios también sufren

 


lunes de jmgg

Los demonios también sufren

 

Por José Manuel García-García

 

 

I

 

El infierno (2010), [supuesta] sátira fársica de Luis Estrada.

Contextualicemos: esta película emerge de los residuos estomacales depositados por Felipe Calderón [alias Borolas] sobre México (“tarde supe que el resfriado de la corrupción mexicana era cáncer”).

Gracias a Calderón, el país pasó a ser narco noticia-roja, recuento de cadáveres y ciudades secuestradas por el crimen organizado en tribus armadas, hubo así el doble miedo (al narco y al aparato estatal).

Seré justo, El infierno emergió también del país de las narco-películas.

Quiso ser un proyecto de denuncia didáctica: educar divirtiendo a partir de un desfile de clichés básicos: sicarios, guerritas fratricidas, lenguaje ultra macho, corridos “perrotes”, narco mantas, teipiados, entamalados, entambados (las voces del narco-vocabulario son infinitas).

Calderón quiso detener la violencia y fracasó; Luis Estrada quiso denunciar el fecalismo narco y pasó a crear una caricatura épica de la narco-aristocracia norteña. [Así debería terminar mi Espora, pero continúo].

 

 

II

 

Resumen prescindible: Después de 20 años en USA, el Beny regresa a Narcolandia (San Miguel Arcángel). Viene pobre y desmemoriado. Allí se entera de que: (a) le han matado a su hermano; (b) tiene bajo su cargo a la bella prosti-viuda y al hijito de su hermano.

Sin pensarlo, el Beny pasa de desponchallantas a sicario.

Su narco-coach será el Cochiloco: un pistolero enorme, terrible y tierno. Se convierten en el dúo dinámico: matan, torturan, ajustan cuentas, se atizan, se empedan, roban al jefe Reyes, y cuando pueden, se defienden a balazos.

Pero no estamos vanagloriando al narco [perdón por esta ironía simplona], así que al buenazo Beny (a) le matan a su sensei, (b) se entera de que el jefe Reyes fue el que mató a su hermano, y c) ahora es perseguido por su propio bando, pues el sobrinito se ha unido al enemigo.

Los 15 minutos de «buena vida» han pasado. El Beny debe vengar la muerte del Cochiloco, de su hermano y de su amada. Y lo hará, en un espectacular y catártico 16 de septiembre, en plena celebración del Centenario. Allí son ajusticiados en gloriosa cámara lenta: el jefe Reyes, su esposa, dos sicarios de Oaxaca, un político local, un obispo y varias escorias más.

Moraleja didáctica: la justicia no existe, solo el ajusticiamiento, pero este debe ser en el mejor de los narco-estilos.

 

 

III

 

Colección de frases tomadas de El infierno (para amenizar la memoria):

(a) «En este pueblo matan nomás por cualquier cosa, ¿qué no ve que estamos en guerra?» —Una joven al Beny.

(b) «No seas pendejo. ¿A qué chingaos se regresa con los gringos que nomás nos tratan con la punta del pie?» —El Cochiloco al Beny.

(c) «Confiar es bueno, pero no confiar es mejor». —El narco Almada al Cochiloco.

(d) «Su tele, para que vea sus telenovelas y se olvide de esta pinche realidad». —El Beny a su amá.

(e) «El infierno es aquí merito». —El filósofo Cochiloco.

 

 

IV

 

Dos personajes memorables:

(1) El Cochiloco (el extraordinario Joaquín Cosío) es el norteño [Scareface] que (ni modo) eligió ser sicario y cumplir con el paradigma del narco-matón: dicharachero, filósofo elemental, psicópata entrañable, bueno para las balas, ostentoso al vestir, sencillo padre de familia, torturador profesional, expresivo en el silencio, amigo de sus amigos y afable protector. Momento trágico del Cochi: cuando le matan al hijo (el Cochiloquito).

(2) El Beny (el extraordinario Damián Alcázar) evolución rápida: pasa de Chicano Ingenuo a temible Narco Exterminador: jovial y derrotista, en constante búsqueda de consejos, codependiente del Cochiloco («Caray, mi Cochi, es como si usted fuera dos gentes a la vez»), jubiloso a pesar de que lo persigue un close up de amargos gestos, rápido para el faje y el crimen. Es el narco Viruta contra (los otros) narcos asesinos.

 

 

V

 

Y el humor, mucho humor, sangriento, cáustico, chovinista humor.

Humor a costa del Gusto Narco: los hiperbólicos corridos, las faltas de ortografía de las narco-mantas, los adornos kitsch en las casonas narcas, el narco patriarca domesticado (“doña Mari jodiendo a don José”), la doble vida del Cochiloco; la doble vida del hijo del Jefe Narco (machín & gay); la exageración consumista (relojes caros, casotas, trocas, prosti-buchonas, ropa chillante, botas color de rosa o verde perico, las ostentosas tumbas con estéreo para escuchar los corridos hechos a satisfacción del cliente, etcétera).

México se reía del gusto naco, ahora se mofa del mal-narco-gusto (aunque esa risa tiene un extraño gusto de envidia celebratoria o de garganta seca de miedo).

Clichés [al parecer] de risa denunciadora: mutilaciones pedagógicas, vendettas pírricas, fotos del Papa y el Jefe de Jefes, profesionalismo sicario (Oaxaca), y mucha violencia gore.

Solo hay una moraleja probable: el crimen perfecto es aquel que todos conocen, pero nadie se atreve a castigar, continuemos (pues) con ese crimen que agiliza la justicia.

 

 

VI

 

Antes de terminar, van más frases memorables:

(a) «Ahora sí, aunque no lo parezca, vamos ganando la guerra...». —Un político.

(b) «Más vale un soplón de quinta que un muerto de primera». —Un policía soplón de alto rango.

(c) «La política de nuestro señor presidente es convertir a México en un país de soplones». —El mismo soplón.

(d) «Lo juro por mi santa madrecita que voy a matar a mi hermano y a toda su prole... Yo le voy a demostrar quién la tiene más grande» —El Jefe Reyes.

(e) «Y esto para que se te quite lo pendejo» —El Jefe Reyes a un soplón antes del tiro de gracia.

 

 

VII

 

Las narco-películas son, a fin de cuentas, puro costumbrismo hiperbólico: una forma de jalarle a la cadena para irse por el caño del gusto celebratorio por la violencia como épica narca, solaz ante la pantalla cinematográfica, solaz por vivir en un México Mad Max, Scareface, infernal. (Aplausos).

 

 

 

 

 

José Manuel García-García es autor de muchos libros, la mayoría de ellos publicados, entre ellos estos: Estados de asombro. Entre aforismos y micropoemas (2016), GUARDA-QUIMƎRAS (2016), Microagniciones (2015), Piezas para un poemario (2014), El libro de las islas perdidas (2012) Guardamemorias (2005), Literatura juarense (Inicios de modernidad) 2017, Literatura juarense (Escenas de guerra) 2017, La obra de Jesús Gardea. Hacia una mereología estética (2017) y Ciudad Juárez, versiones de una Toma, 1911 (2011). Fue coordinador del Taller Literario del Museo de Arte (INBA, 2000-2007) y lo es del Taller Literario Pizca a las 6:30, Las Cruces, desde 2011. Ha sido editor de una veintena de libros de diversos autores, de Armario (suplemento cultural de Semanario, ciudad Juárez, 2000-2007), de las revistas Noesis (UACJ) y Arenas Blancas (NMSU). jmgarcia@nmsu.edu