Fin de la peste
Por Agustín García
La pandemia ha terminado.
Hoy mismo, las autoridades
llamaron a llenar de ruido las calles,
hacinar sin miedo los centros comerciales,
los talleres, las escuelas.
Las patrullas policiales recorren cada barrio
rugiendo en sus megáfonos: salgan.
La pandemia se acabó pero no el miedo,
es decir, no el mío.
Yo, sabe usted, me sigo guardando
hasta que, además del virus,
la vacuna logre suprimir el miedo
a que ya no me guste la gente,
que no me gusten el bullicio
ni la vanidad de ir a comprar cosas.
Déjenme, al fin que aprendí a ser feliz aquí
encerradito.
Tengo mucha tareas que inventé
para cumplirlas dentro de estos muros.
Si salgo, no les quedará tiempo a mis quehaceres:
Escucho música, escribo tonterías.
Salgan ustedes, no tengo nada en contra.
Por mí, mejor quedarme,
aquí estoy muy a gusto.
No habrá en las calles nada
mejor de lo que encuentro en mí,
en mi cárcel interior, tan segura.
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