jueves, 28 de febrero de 2019

Heriberto Ramírez. Luis Nava

Luis Nava

Por Heriberto Ramírez

Estábamos en las primeras clases de filosofía, tal vez era el curso propedéutico, cuando entró de manera un tanto abrupta y empezó a repartirnos en nuestros lugares unos folletos; solo nos dijo “son para que los lean, si quieren los regresan o pueden quedárselos”. El que me tocó a mí era alargado y con un extraño dibujo en su portada, decía algo así como La muerte del general Sabines, si mal no recuerdo publicado por la UNAM. Sin más palabras o comentarios salió del salón.
Por mucho tiempo conservé ese documento con la sensación de que a su interior se extendía un pasaje extraño y misterioso al que periódicamente me adentraba y avanzaba un tanto más cada vez. La poesía me costaba más trabajo de entender en aquel entonces, no podría precisar cuánto tiempo lo conservé ni qué fue de él.
Al maestro nunca tuve la suerte de tenerlo como tal, simplemente me llegaban los comentarios de sus alumnos y de algunas lecturas en las que participaban de autores latinoamericanos. Me llegaban oleadas de recomendaciones de Alejo Carpentier, Vargas Llosa, Roa Bastos, García Márquez, a los que me fui acercando para tener acceso a lo que parecía otra realidad, solo para darme cuenta enseguida que esa era nuestra realidad también, y que la literatura me la mostraba antes que la misma filosofía.
Dejé de saber de él por mucho tiempo, porque al salir de la licenciatura me alejé de la escuela. Un día voy cruzando por el estacionamiento de la facultad y de nuevo me encuentro a este mismo maestro. Con una dosis de arrebato me pregunta “¿quieres dar clases en la facultad?” Después de asimilar con rapidez la sorpresa dije que sí, y enseguida me llevó frente al secretario académico; con un dejo de autoridad le dijo: “Dale esas clases que están vacantes”. Así, sin más, me convertí en maestro universitario. Para entonces, Nava era el director.
Años después coincidimos en la Dirección de Extensión y Difusión Cultural, donde se hacía cargo del programa de cine, luego se sumó al Departamento Editorial, donde ahora somos grandes amigos e inseparables aliados en esta aventura interminable de seguir invitando a la gente a que disfrute el placer de la lectura.


 
Heriberto Ramírez Luján filósofo mexicano redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.

martes, 26 de febrero de 2019

Andrés Espinosa Becerra. Su poema Negro

los martes
Negro

Por Andrés Espinosa

A Karina Manríquez.

No cualquier negro es jazzista,
tiene el nombre Thad Jones
o se apedilla Ellington.
Solo los negros de Altman
caminando las calles de Chicago
y Nueva Orleans;
los de San Lorenzo, Veracruz;
solamente los de ojo de buey africano,
tan negros con un mensaje de los ángeles,
 una melancolía silbada
y un amor negro de camello
tras la plata de la luna en su noche;
solo los que logran decir palabras sabias
y en un vaso con whisky
encierran los motivos de estar viviendo;
Basie,
Fitzgerald,
Ellington,
Thelonius,
Armstrong,
Peterson.
La palabra de Coltrane,
ante un sax del tamaño del cielo.
No cualquier negro hace lentas las tardes de la vida.




Andrés Espinosa Becerra nació en Córdoba, Veracruz. Es productor de radiofonía cultural y tiene publicados dos libros de poemas: Quinteto para un pretérito y Los días que no duermen. Hizo estudios de literatura hispanoamericana y cultiva un perenne gusto por el jazz, el blues y la música sinfónica.

sábado, 23 de febrero de 2019

Elvira Catalina Gutiérrez. Un tequila para besar

Un tequila para besar

Por Elvira Catalina Gutiérrez

―Mamá, me invitaron a una fiesta
―Qué bien, mi amor, ¿cuándo es?
―Aquí traigo la invitación
―Déjame verla. Muy bien, sí vamos a poder ir, es tu primera fiesta, no faltaremos. Quiero conocer a tu amigo
―Es mi mejor amigio, Matías Nicanor Meléndez Aldana.
Así le dijo Salomón el primer día en kínder en que llegó muy contento a platicarle a su mamá que ya tenía un amigo.
―Mi bebé ya está creciendo, a ver un besito.
―Te amo, mami.
 Entre besos y abrazos el amor maternal se eleva a los más grandes y sagrados sentimientos del cosmos.

Hace 13 años llegamos temprano a la fiesta de Matías Nicanor Meléndez Aldana, su mamá nos recibió muy amable. Dos o tres años después nos cambiamos de residencia y pasó tiempo sin volvernos ver, crecieron los hijos, se convirtieron en adolescentes ungidos del amor maternal. Ahora la vemos en un hospital de la capital,  mi hijo había tenido un pequeño accidente en motocicleta, fueron solo unos raspones leves y ya íbamos de salida.  La mamá de Matías y yo nos saludos contentas, pero ella empezó a llorar.Nos abrazamos y me platicó que hacía unos meses a Matías le habían detectado cáncer; hacía apenas una semana lo habían operado por tercera ocasión y removieron su brazo izquierdo. Me dijo que le daba mucho gusto vernos porque seguramente su hijo se iba a poner contento de ver a su amigo de la infancia, mi Salomón. Acompañé a mi hijo a ver a su célebre amigo, que veíamos en el facebook practicando deportes, cantando feliz, guapísimo y talentoso, ya lo habíamos echado de menos en las redes sociales, pero jamás imaginamos nada malo y seguimos ocupados con nuestras vidas. En cuanto entramos al cuarto blanco y clorado, de inmediato nos impactó su imagen lampiña, Apenas se notaban los alegres hoyuelos de sus mejillas. Buscando su mirada apenas se notaba el jovencito de las selfies de su intagram. Siempre me ha gustado darle la espalda a las enfermedades, a la pobreza, a las calamidades. Fue incomodo verlo y comparar la imagen  del simpatiquísimo niño al que le había tomado tanto cariño por ser el primer amigo de mi hijo, aquel primer día de preescolar en que llegó corriendo a platicarme que tenía un amigo: Matías Nicanor Meléndez Aldana: mi hijo le llamaba todo el tiempo por su nombre completo, solo a él, no sé por qué continua cosechando amigos y no les llama por su nombre completo. Siempre me pareció gracioso eso.
Se saludaron con el cariño de siempre y como si la distancia y el tiempo durante años, nunca hubieran estado de por medio, platicaron gustosos durante un rato.

―En cuanto salgas de aquí, deberías de ir a visitarnos ―le dijo Salomón.
―Estaría bien, aunque me siento incómodo con los gastos que les estoy ocasionando a mis papás con todo esto, pero no me caerían mal unas pequeñas vacaciones.
―Amigo, seguramente es lo que menos les importa a tus papás. Desde que mi hermano murió, mis papás siempre dicen que entendieron claramente que ante la vida ninguna otra cosa del mundo importa. Serás nuestro invitado, vamos a la sierra en tres semanas, paso en por ti para que vengas con nosotros. Échale ganas, cuídate.
―Esta bien, lo comentaré con mis papás. Para ese entonces supongo que estaré ya en casa alistándome para la que sigue y tratando de ver el lado amable, creo que un brazo biónico me hará ver más interesante, ¿Crees que a las niñas les guste?
―Claro, te va a dar mucho pegue. Deberían ponerte una garras de titanio como las de Logan.
―Me voy a diseñar unas mejores, ya verás. Gracias, Salomón, seguimos en contacto.
Ya estás. Espero tu llamada y corro por ti.

Nos despedimos de él y su familia. Se quedó sonriendo y yo me sentí tan orgullosa de mi hijo, su dulzura y bondad. Matías llamó para confirmar su visita. Nos habíamos organizado para ir de vacaciones al campo antes de que Matías empezara nuevamente sus sesiones de quimioterapia. Aunque sus padres querían estar con su hijo, pensaron que sería bueno que él saliera y se alejará un poco del sufrimiento que los tenía agobiados.

Un bosque fabuloso nos abría sus puertas, el verano arrojaba la frescura de su lluvia a través de las ventanas del auto, los arroyos corrían, y yo les decía a los muchachos que inhalaran y exhalaran, que disfrutaran de la vista y se preparan para recibir los poderes curativos de la madre tierra. Ya casi oscureciendo llegamos a la cabaña, Matías y Salomón llegaron dormidos. Mañana iríamos a caminar y al parque de tirolesas. Fue un día inolvidable, el escenario de las barracas, no sé si daban paz u olvido del terrible cáncer por unos momentos. Había muchos jóvenes vacacionando en el lugar. Salomón me dijo que comprarían algo de tomar y se reunirían con unas niñas que conocieron, y que no fuera a estar de metiche como de costumbre. Sabía el pronóstico poco favorable de su amigo, pero no tuve valor para decirles que era malo para la salud.
Los dejé solos, salí a hacer un poco de ejercicio y meditación, a implorar por la salud de mis hijos. Sabía lo que era perder uno y eso me había dejado vulnerable, lo más terrible es el infinito miedo a perder otro que estamos tan frágiles en este mundo en el que puede pasar cualquier cosa el día menos pensado y en el que lo único seguro es la muerte. Los designios del destino son poderosos y solo de imaginar pudo haber sido Salomón en lugar de Matías, un profundo y terrorífico respiro recorrió mi cuerpo.
Habían invitado a dos chicas al cuarto. Tenían la música muy fuerte y aún así resaltaban las carcajadas y gritos. Yo estaba de más, así que le dije a Salomón que no fueran hacer una tontería, que iría a dormirme.
―Confío en ustedes, ya son adultos. Voy a dormir pero si se ofrece algo me llaman.

Tan difícil conciliar el sueño. Escuché a alguien en el baño vomitando, me levanté a ver; era mi hijo tremendamente borracho, lo llevé a su cama y lo dejé sentado por si vomitaba nuevamente, las muchachas también estaban dormidas o fingieron al verme.

―Buenas noches señora ―entró Matías con los ojos llorosos.
―Buenas noches Matías, ¿cómo andas?
―Bien, no tomé, tengo mucho miedo con el medicamento.
―¿Cómo te sientes? Yo no quería que tomaran nada, pero ya ves. Este muchacho hace lo que le da la gana con su madre.
―Muchas gracias por invitarme, me hubiera encantado que mi mamá fuera como usted.
―Tu mamá es una mujer admirable.
―Hay muchas cosas que no sabe, pero no es momento para hablar de eso, y disculpe. Que yo no pueda dormir no me da derecho a desvelarla.
―No te preocupes, Matías, tampoco puedo dormir. Si quieres vamos a platicar un rato afuera en el fresco.
―Matías se levantó de la cama en su camisa interior y pijama, tan flaquito y tambaleante. Me acerqué a ayudarlo y caminamos juntos a la terraza. El cielo tapizado de estrellas, el viento entre los árboles y este niño que me daba un miedo terrible de que algo le fuera a pasar ahí conmigo. Bueno, es que no me gusta estar con los enfermos. Él me abrazó y lloraba inconsolable porque las jovencitas no habían querido acercársele. No me sorprende que todo ser desvalido sea evitado.
―Tengo mucho miedo de morirme, no me quiero morir ―lloraba Matías.
―Yo también tengo mucho miedo, y también voy a morir antes o después que tú, no lo sé. Pero igual que todos nuestro cuerpo es una cascarita que pasa volando por este planeta.
Lo que menos me esperaba era que Matías se acercara, se acurrucara en mi pecho y después subiera un poco su rostro y me besara. Eso mismo debió de hacer con las niñas y por eso ellas lo rechazaron. Pero yo no tuve valor de alejarlo y lo dejé estar en mi boca el tiempo que él quisiera. Él se soltó llorando y me pidió perdón. Le dije que me esperará un poco. Fui por la botella de tequila, me empiné un trago, tomé al niño fuertemente entre mis brazos y ahora lo besé yo.



Elvira Catalina Gutiérrez. Licenciada en letras españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Tiene maestrías en educación y en periodismo. Es profesora de literatura en secundaria y trabaja en radio con un programa cultural. Es autora de un libro sobre el tema Juana de Ibarbourou y otro sobre educación literaria para niños, ambos inéditos. Escribe periódicamente en la revista Exprés.

viernes, 22 de febrero de 2019

Rubén Alvarado. El lazarillo

El lazarillo

Por Rubén Alvarado

En el inquieto amanecer que inunda las pupilas de luz, en el transcurrir agitado de la luz, la mañana abre su corazón y en su frescura muestra a un loco que canta bajo la lluvia.
En el tañer de las voces más dulces, hay un loco que no busca comprensión. Un loco, dicen, un tren a punto de descarrilarse.
En ese presente, un lejano convoy se anuncia con su silbido, el hombre ciego platica con el loco sobre el puente.
El día transcurre, el tren se acerca.
El loco reúsa tomar un lazarillo. El ciego, tranquilo explica. El loco convencido, termina cruzando la vía con un ciego que le lleva, bajo la noche de un libro de cuentos.



Rubén Alvarado nació en Chihuahua el 14 de abril de 1959, estudió la carrera de lengua inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Escribió cuentos y relatos de literatura fantástica y de narrativa realista. Trabajó en El Norte de Chihuahua, donde coordinaba una sección diaria de una plana completa llamada “Armario de Cronos”. Publicó en la revista El cuento y en otras publicaciones literarias. En 1994 apareció su libro de cuentos Cosas de la mala suerte, publicado por la editorial Climent i boldó. Murió el lunes 28 de julio de 2008.

jueves, 21 de febrero de 2019

Federico Corral Vallejo. Historial de un laboratorio de letras: Taller 2000-2019

Tintanueva
Historial de un laboratorio de letras: Taller 2000-2019


Por Federico Corral Vallejo


En el año 1989 tomé mi primer taller de creación literaria en la Casa de la Cultura de Parral, impartido por la maestra Guadalupe Monárrez. A partir de esta experiencia, muchos han sido los talleres literarios a los que he asistido, fiebre de talleres tuve durante años. Soy hijo de talleres y me enorgullece serlo. La experiencia adquirida en ellos sobrepasa mi porcentaje de lecturas antes y después de. Es por ello que pretendo regresarle a la vida un poco de lo mucho que ha dado. El crecimiento literario, emocional y cultural es la recompensa a la tenacidad, constancia y trabajo. Y he aquí que sigo aferrado a la escritura, por eso, como dice Octavio Paz: “Hoy lucho a solas con la palabra. La que me pertenece y a la que pertenezco...”
Nací con el don de la palabra debajo de la lengua; nací poeta y una vez nacido, me dediqué a formarme en el cultivo de las letras. Era un adolescente cuando me di cuenta de ello, de ahí en adelante el sufrimiento coronó mi vida. Tengo presente que el escritor se hace y el poeta nace, pero el nacer no es suficiente. En mi caso, el escribir es una necesidad primaria aunque lo escrito diste de ser literatura. Desde lo profundo de mi alma creo que la escritura es un misterio cósmico, burbujeante y de naturaleza enigmática, donde los sentimientos disfrazados de poemas no deben significar sino ser. Es a partir de esta necesidad que mi sensibilidad gira en torno a la poesía, en la búsqueda del yo interno que trabaja incansablemente en la lectura, incluso más que en la escritura, para gestarse en la memoria de posibles nuevos lectores. Es cierto que escribo versos, pero esto no implica que lo plasmado en el papel, por muy metafórico que sea, tenga que ser un poema. Incluso este collar de manchas negras que gesto en el vientre de esta página, son única y exclusivamente destellos de mi locura. De hecho el mensaje literario, si es que existe, se encontrará en los blancos de cada hoja. Para mí no es fácil ser poeta. El que la luna salga y embruje al bolígrafo desosegado, no es ninguna garantía, para que la musa baile un danzón en el patio de la memoria.

Fue en el año 2000, después de 12 libros publicados y de haber formado parte de los talleres de Andrés Henestrosa, Alicia Acosta, Alicia Reyes, Carlos Montemayor, Enrique González Rojo, Hernán Lavín Cerda, Iliana Godoy, Germán Dehesa, entre otros polígrafos de gran talla; que llegó la oportunidad de coordinar el primer taller literario, auspiciado por el doctor Joaquín Meza Coria, director de la Prepa 7 de la UNAM, institución donde empezó esta aventura de hace casi 20 años consecutivos, misma que ha dado frutos gracias a las obras editadas de algunos alumnos, así como premios, becas y reconocimientos que de una u otra manera avalan su trabajo y formación, además de darle plusvalía al taller.

Hoy por hoy confirmo que el talento de los poetas en ciernes, viene pisando fuerte: Siempre he pensado que no se puede enseñar a escribir. Quien nace para escribir lo hará aún a pesar de él mismo. Un taller de poesía solo sirve de guía ante los posibles literatos del futuro, como es el caso, siempre regido por la ley natural de la disertación. La posibilidad de coordinar este taller en diversos lugares como el Distrito Federal, Chihuahua, Sonora, Tamaulipas, Estado de México, Hidalgo, Veracruz, etcétera, me permite seguir sembrando esa esperanza de vida, esa necesidad básica de la lectura y ese amor a la escritura. Algunos puntos importantes de este Taller han sido, son y serán:

1.     Leer, leer, leer, leer y leer pues el escritor no se hace escribiendo sino leyendo.
2.     Criticar objetivamente con causa y justificación, si no, de lo contrario, escriba su poema.
3.     El taller no empieza en la sesión del mismo, sino cuando se termina; al salir al mundo y enfrentarse con las posibilidades infinitas de creación.
4.     Una vez que el receptor crea una obra, debe buscar todas las formas habidas y por haber para despertar la capacidad de asombro en su posible lector.
5.     Adquirir el conocimiento básico por medio de la teoría literaria, en este caso el ABC de la poesía y sus figuras retóricas, mismas que habrá de practicar para darle un nivel estético a su creación literaria.
6.     Escribir para uno mismo desde su trinchera emocional, retórica y poética. Partiendo del yo poético, es decir, escribir en primera persona, las demás perspectivas llegarán por añadidura y bagaje de lecturas adquiridas.
7.     Aun y cuando se hace hincapié en la metáfora y sus tipos, debo acotar, que metaforizar por metaforizar no necesariamente es poetizar.
8.     El verdadero poeta es aquel que es capaz de aceptar la crítica del otro, partiendo por supuesto de la autocrítica.
9.     Debemos tener en cuenta que la poesía es un espejo, en el cual puede o no reflejarse el posible lector.
10.           La escritura debe realizarse desde afuera y no desde dentro, para que el texto creado tenga la posibilidad de ser universal en vez de particular.
11.           Nadie que tome un taller puede decir que escribe para sí mismo, desde ese canon el receptor está en el lugar equivocado.
12.           Lo mejor de los talleres literarios es la convivencia entre iguales, sobre todo el respeto del binomio maestro-alumno, donde el primero defenderá a capa y espada el estilo del pupilo, siempre y cuando, ese pupilo tenga el ingenio, el talento, la constancia y el hambre por llegar a ser un escritor en forma.
Ante las divagaciones sobre los puntos anteriores y desde el objetivo del Taller de Lectura y Creación Literaria, recurro al eco de las palabras de Alfonso Reyes quien recalca que: “de tanto leer a uno le da por escribir, porque leer y escribir son como el cóncavo y el convexo”.

Una vez dicho esto, agradezco a los grupos de alumnos que han tenido confianza en este su guía, gracias por su interés y su constancia, esperando que en un futuro, su talento los lleve a figurar en el difícil mundo de la literatura mexicana. Tengo fe en algunos nombres como: Dulce Alcántara, Hiram Nájera, Sergio Faz y Alondra Valverde. En otro rubro están aquellos nombres que aparecen por primera vez impresos y dan fe de que ha valido la pena esta labor de 19 años consecutivos formando a escritores que tarde o temprano desertarán o se esforzarán el triple, para seguir en el difícil camino de las letras. De entre los que han tenido su primera oportunidad cito a: Kevin Sinhue Rodríguez, Maoly Vallejo Sáenz, Christian Alejandro Rea, Victoria Montemayor. El lector ávido sabrá reconocer a las plumas noveles, así como a los ya experimentados que pertenecen al siguiente grupo, porque sin ellos, este proyecto literario no serviría de nada. Gracias Nacho Casas, Giorgio Lavezzaro, Manuel de J. Jiménez, Manolo Mugica, Martha Olaiz, Leonardo Meza Jara, Rodrigo Cano Márquez y Angélica Santaolaya, por el apoyo mutuo en el difícil camino de la literatura, porque su trayectoria es motivo de orgullo. Sobre todo porque me han permitido constatar que su apego a la lectura se ha seguido acrecentando, y espero se agigante con la creación continua de textos. A todos y cada uno de los participantes del taller, gracias por el tiempo compartido, por creer en este Laboratorio de letras, pero más por su cariño y el respeto mutuo... porque cada uno de ustedes son letras del poema aún no escrito, y mejor aún parte de los libros por leer.

Dejo entonces a continuación algunos trabajos de autores nacidos en la década de los ochentas, muchos adolescentes de cuando tomaron el taller conmigo, hoy escritores con estilo y criterio propio, así como una formación académica que los avala además de su talento.

Tu mentira favorita
Dulce Alcántara
México, D.F., 1988

Mientes cuando dices “adiós”,
porque sabes que hay un hilo de momentos
  negros     terribles     misteriosos    líquidos
         tiernos        poéticos      indomables
    azules      valientes       basura       rojos
                             que tejimos con esmero.
Reinventas la forma de deshilacharlo,
el lunes, eliges las tijeras,
el martes, el fuego,
el miércoles, mentiras,
el jueves, la lluvia,
y el viernes descubres
que tus intentos fortalecieron el lazo.

Mientes cuando dices “adiós”,
porque las despedidas genuinas
acontecen en medio del silencio
y duran mucho tiempo
y el corazón se queda quieto
y la carne se apaga lentamente

Sobretodo mientes cuando dices
“te extraño”, porque estoy en tu qué dirán,
en tu inmenso caos
y en la mirada de la persona que amas.

***

Táctil
Nora Iliana Castro Rodríguez
Ciudad Madero, Tamaulipas, 1986

Con las manos se pide amor,
se pide lluvia,
                        se tejen sueños;
se extienden en los niños,
se acurrucan en los viejos.

Con las manos se acaricia,
se hiere,
            se mata,
                        se traza el cielo.

Con sus manos él dibuja,
sobre mi espalda su recuerdo.

Con las manos pide el mendigo,
y se reza en los templos,
se acongojan sobre el pecho,
aplauden con ahínco,
                        suturan al enfermo.

Con sus manos él me cubre,
y me arrulla con sus dedos.

Con las manos
se apresura,
            se sostiene,
tiemblan de miedo.

Con sus manos el mundo cambia,
y mi voz tiene más fuerza.

Con las manos se descansa,
se entrecruzan en los féretros,
            se saluda,
                        se despide.

Con las mías yo le digo,
yo te lluvia,
            yo te cielo,
                        yo te sueño.

***

Canto de pájaroverso
Jorge Luis Flores
Estado de México, 1986


            III
La eternidad
avienta del buró al tiempo
–lo descompone–.


            XII
…He colocado
mapas falsos
en la geografía
de tu cuerpo
para perderme en él…


            XXIII
Un barco de papel
navega por mi infancia
agua de recuerdos
creando espumaje
bajo la quilla.
            Barco que nos separa
            barco que no se para
            barco que no sé, para.

***

Paraíso perdido
Giorgio Lavezzaro
México, D.F., 1985


En la época del vergel eterno1 un hombre y una mujer copulan2 mientras un ojo omnipresente3 escurre saliva en la contemplación4
el hombre hecho de barro
blande su florete de greda
en la humedad de su cómplice
la mujer imaginada en la médula
recibe en su vorágine
las semillas de la embriaguez
la efervescencia colma los fanales5 hasta que los cauces se llenan6 y una explosión sucede en el orgasmo del sollozo7 de aquel con lujuria en la sed8 entonces vio que su obra era buena9 y descanso del onanismo al séptimo día10
la blancura del grito penetra
en la sal de los cuerpos
trémulos fabrican un armazón
de carne y tierra
la serpiente que arroja labia seductora
porta veneno que va quemando
la piel de la pareja que busca llevar
sus gritos a la sinfonía
“será un placer infinito
sabrán acerca de la explosión y la saliva
solo necesitan devorar las prohibiciones
arrancar la poma del árbol
saber de su néctar   quemar su perfume”
el horror de la vergüenza se apodera del testigo11 las imágenes de la carne –inalcan-zables para el todopoderoso–12 se disipan con su última sentencia13: “por fracturar el placer de mi vista14 sangrarás por cada poro durante tu vida de fértil hembra15 y tú varón perderás la sal de tu esencia para ganarte el alimento16 serán desterrados de mi paraíso17 no pueden voltear a verme18 Yo Soy El Que Mira19
las reminiscencias del pánico
quedan prendidas en la voz del hombre
en su garganta aparece
la fruta de la desgracia
la corona de sangre enmarca
los muslos de la mujer
que en el parto recuerda
el mosto de la reineta

***

Zapatos de bruja
Yukari Itzel Morales Gutiérrez
Valle de Allende, Chihuahua, 1989

Yo soy como una bruja. De esas brujas que aprendieron precozmente a cabalgar en escoba, andar por encima de las nubes, así sean nubarrones, así haga el viento más recio. De las que bailan raro. De las que hechizan con su saliva, con su canturrear por aquí y por allá.
Brujita de párpados bronce y precipicios en los bordes del iris. Abismo. Vértigo. Déjate ir, déjate caer. Déjate arder. Y cuando me quites los zapatos y cuando me saques las medias, no creas que vas a resolver el misterio. No creas. ¡A que nunca habías quitado unos zapatos de bruja más bonitos! ¡A que nunca habías quitado unos zapatos de un par de pies de bruja más bonitos! A que nunca te habías vuelto mar y vuelto olas entre las piernas de una hechicera como yo.
Voy a irme a dormitar a tu piso, a quedarme en tus aposentos por siete noches. Al octavo amanecer voy a tararear esa melodía de cuando la primera vez que a te fui a ver.

***

Soneto herido
Manolo Mugica
México, D.F., 1985

Comenzaré a escribir este poema,
versa mi vagar antes ocurrido:
La amé. Como pago me dejó herido.
Su ingratitud califico de extrema.

¿Quiere evitarse infinito problema?
Debió pensarlo antes de haber partido,
de tomar orangután por marido,
de considerar mi ánima blasfema.

Lo digo: No importa quién busque a quién;
el problema es no dignarnos a hablar.
Por ser grave amor prefiere el desdén.

Nuestras heridas no podrán sanar
habitando la podredumbre. Amén.
Se trata de no volvernos a amar.

***

Copa rota
Karim Payán
Xalapa, Veracruz, 1983

¡Reventó![1] Algo apretó la copa de cristal.
Una mano poderosa, contundente,
microscópicos fragmentos cedieron paso al aire
implacable que se expande y no comprime
Se formaron filamentos, cuarteaduras,
fallas en la superficie
en una capa
en otra
en otra
y ¡crack!
arena
cristalizada
y sangre
r               g            d          s
e          a             a
sobre el tálamo inmarcesible
pedazos de tu cuerpo que se elevan y se van...

 

***

 

Caligrama
Adrían Zúñiga Varela
La Paz, Baja California, 1980

H●menaje a las muertas[2]

de ciudad Juárez Méxic●
escribo porque sí
P●r placer. P●r d●l●r
P●r placer. P●r d●l●r
P●r goz●. P●r mied●.
P●r esa l●cura divina.
††
Ni una más, gritó Maricela
††
y ni una más seguimos gritando
††
¿P●r qué n● quitan la venda a
 ††††††
  a la  justicia†     †de l●s ojos.
†††
Qué acas● n●es  la  p●esía
††
u n a  baladirecta al
††
c●razÓn¿? ¿? ¿?
d u e l e††m u c h ●
††
  la ausen cia
tuy●s●y
††
●●

***

Epístola culpae
Jorge Luis Sandoval
Parral, Chihuahua, 1985.

Redacto con tinta
     –de semen, orina, lágrimas y sangre–,
para saciar la muerte y sazonar la tristeza                                                                                             
–la culpa–
que impide mi apología con la vida.

Fui Dios en tus ojos y el diablo en tu crisol.

Caí desde lo alto, inundado de pánico…

…pánico a ti, 

                         a mí, 

                                 a todo.

Me fui callado y regrese aturdido…
…de ti,
                        de mí,
                                               de todo

***

Instante
Juan Pablo Sanmartín
Querétaro, Qro, 1982


Nos encontramos:
yo capturé al silencio
                tú me aguijoneaste.

Tus ojos
me invitaron una copa
más opté por un solobeso.

Las nubesolas
           nos acariciaron
y con ello
ascendimos a la gloria.

***

Primera y única manzana
Fernando Tapia
Hermosillo, Sonora, 1981


Mi 
      padre
sembró una semilla de manzano en el patio trasero de mi casa de infancia. Este creció muy a su pesar, sin carne ni semen, sin pena ni gloria...

Mi
      madre
tarde a tarde lo regaba con lluvia de sus ojos. Tal vez lo salado de su amargura lo hizo estéril. La hojarasca lo tomó de carrilla y sus pocos frutos siempre fueron verdes…

Mi
     hermano
mayor año con año cada 12 de diciembre y en pleno invierno, podaba al manzano con las uñas afiladas de sus largos y delgados dedos…

Mi 
     hermana
menor le hacía compañía en primavera, verano y otoño, mientras sus ramas le brindaban paz, sombra y cobijo. Jugó con él a la casita, hasta que la sorprendió un cruel y prematuro embarazo…

La  primera 
          y única
manzana que nació de su ramaje, arribó con silueta de basilisco y curvatura edénica, cuando se asomó al espejo, éste reflejó el rostro del pecado, al acariciar su espalda y mordisquear su cuello, entendí el pecado del incesto. Hoy no hay nada que callar, ya no existen más secretos atrás del manzano.

(N. del E. Este bello texto en su original es un caligrama, que no se pudo configurar en esta plataforma).


[1] KARIM PAYÁN. México, D.F., 1983.
[2] JOEL REA. Carbó, Sonora, 1986.






Federico Corral Vallejo. Parral Chihuahua, 1969. Poeta, ensayista, crítico y editor. Entre sus obras editadas destacan: Desprovisto de equipaje, A capella 440 y Cartografía de una casa. Su obra ha sido traducida al inglés, francés y portugués; y editada en Estados Unidos, Cuba, España, Argentina, Perú, Brasil, Puerto Rico y México. Dirige Tintanueva Ediciones desde 1997.