Luis Nava
Por Heriberto Ramírez
Estábamos en las
primeras clases de filosofía, tal vez era el curso propedéutico, cuando entró
de manera un tanto abrupta y empezó a repartirnos en nuestros lugares unos
folletos; solo nos dijo “son para que los lean, si quieren los regresan o
pueden quedárselos”. El que me tocó a mí era alargado y con un extraño dibujo
en su portada, decía algo así como La
muerte del general Sabines, si mal no recuerdo publicado por la UNAM. Sin
más palabras o comentarios salió del salón.
Por mucho tiempo
conservé ese documento con la sensación de que a su interior se extendía un
pasaje extraño y misterioso al que periódicamente me adentraba y avanzaba un
tanto más cada vez. La poesía me costaba más trabajo de entender en aquel
entonces, no podría precisar cuánto tiempo lo conservé ni qué fue de él.
Al maestro nunca tuve
la suerte de tenerlo como tal, simplemente me llegaban los comentarios de sus
alumnos y de algunas lecturas en las que participaban de autores
latinoamericanos. Me llegaban oleadas de recomendaciones de Alejo Carpentier,
Vargas Llosa, Roa Bastos, García Márquez, a los que me fui acercando para tener
acceso a lo que parecía otra realidad, solo para darme cuenta enseguida que esa
era nuestra realidad también, y que la literatura me la mostraba antes que la
misma filosofía.
Dejé de saber de él
por mucho tiempo, porque al salir de la licenciatura me alejé de la escuela. Un
día voy cruzando por el estacionamiento de la facultad y de nuevo me encuentro
a este mismo maestro. Con una dosis de arrebato me pregunta “¿quieres dar
clases en la facultad?” Después de asimilar con rapidez la sorpresa dije que
sí, y enseguida me llevó frente al secretario académico; con un dejo de
autoridad le dijo: “Dale esas clases que están vacantes”. Así, sin más, me
convertí en maestro universitario. Para entonces, Nava era el director.
Años después
coincidimos en la Dirección de Extensión y Difusión Cultural, donde se hacía
cargo del programa de cine, luego se sumó al Departamento Editorial, donde
ahora somos grandes amigos e inseparables aliados en esta aventura interminable
de seguir invitando a la gente a que disfrute el placer de la lectura.
Heriberto Ramírez Luján filósofo mexicano redacta la lógica
con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en
sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de
su estética. Y de su gran estilo.
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