La nostalgia cae más fuerte al atardecer
Aniversario luctuoso del maestro Enrique Macín Rascón
Por Martha Estela Torres Torres
Te veo, maestro, aludiendo al sol
en las páginas de una revista de vanguardia.
Estás siempre igual
con el cabello sin rigor y la luz sorpresiva en tu mirada.
Pareces contento
en esta ciudad tuya por la gracia literaria.
Habla de tus fórmulas narrativas
que revelan la historia inverosímil
de la nación mexicana.
Te veo
con gafas de niebla
y las manos entrecruzadas en el recuerdo,
advirtiendo sobre los políticos que se vuelven tiranos
mas no como los de Grecia que hacían crecer sus ejércitos
para combatir el hambre y adquirir fronteras.
Te veo en sueños desde tu última muerte,
porque cada vez que te recuerdo
lamento el número indecible de veces que has muerto.
Y sé que no es así, porque no acabas de morir
ni en el alma ni en el pensamiento de tus discípulos
que acrisolan tus ideas utópicas
y
comparten tus enseñanzas.
Aún te imagino
encadenando tus pasos al silencio
cuando germina el sol y la palabra
en los salones de esta facultad.
Me hablan tus Sueños sin epílogo
y tus palabras acertadas por la ironía.
Tenías el valor para decir la verdad
y señalar abusos e injusticias
de aquellos que sobre firmes atalayas
se
tambaleaban temiendo caer.
Te descubrí en los surcos fértiles de tus libros
aquel veinticuatro de enero,
cuando dijeron que habías muerto.
Pero no es verdad, sigues aquí,
en los pasillos de Filosofía,
inventando nuevas historias
que
no termino de leer.
Porque te he visto
puedo llamarte de nuevo por tu nombre,
preguntarte sobre la Divina Comedia
y la tragedia de Edipo rey.
Reconozco
que nadie remplazará tu credo
ni enseñará como tú.
Nadie tiene el don de tu
palabra
ni escucha cuando rueda
nuestro dolor.
Aplicabas metodología de Sócrates
y utilizabas los Diálogos de Platón.
Amabas la justicia, esa diosa tuya,
sofocada por conveniencias políticas
o vanos caprichos del rey.
Aún te perfilas contra la luz en aulas vespertinas
ante la claridad de la página en blanco,
construyendo la artesanía de la palabra;
ensamblando letras cóncavas y convexas
en la propia escenografía de la vida.
¿Por qué teníamos que esperar a que estuvieras muerto
para dar importancia a tus ideas
y encender las obras que reflejaban tu interior?
Si tus personajes siguen actuando
en el entablado de la memoria
y aún se escucha tu voz
activando
las manecillas del teatro.
Aún contemplo, maestro, cada amanecer
después de haber muerto para los muertos
y seguir vivo para los vivos,
para los que amamos intensamente la vida
y padecemos, al declinar el sol,
el
aguijón inevitable de la soledad.
Así referiste aquella tarde de otoño
a tus alumnos en el jardín de Epicuro:
“La nostalgia cae más fuerte al atardecer.”
Martha Estela Torres Torres tiene licenciatura en
letras españolas y maestría en humanidades. Entre sus libros publicados están: Hojas de magnolia, La ciudad de los siete
puentes, Arrecifes de sal, Cinco damas y un alfil, Pasión literaria y Árboles en
mi memoria, Seis lustros de letras
y La cólera del aire. Actualmente es
profesora de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras y editora en la Universidad
Autónoma de Chihuahua.
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