domingo, 6 de julio de 2025

Juegos de palabras. Acróstico

 


Juegos de palabras. Acróstico

 

Por Angélica María Armendáriz Ortega

 

Juegos de palabras que resuenan en el alma

Ecos de historias que laten con pasión

Sonidos de recuerdos que vibran en el corazón

Únicas voces que narran con emoción

Susurros de la memoria que cobran vida

 

Canciones de amor y nostalgia que se entrelazan

Historias que se desenvuelven con ritmo y cadencia

Álbum de momentos que se revive con cada letra

Voces que susurran secretos y confidencias

Evocaciones de un pasado que sigue presente

Zumbido de la inspiración que late en su pluma

 

Melodías de palabras que crean un universo

Armonía de sentimientos que resuenan en el alma

Ritmos de la vida que se narran en la evocación

Íntimas confesiones que se comparten con sinceridad

Nubes de nostalgia que se disipan con cada palabra.

 


Angélica María Armendáriz Ortega es doctora en educación administrativa por el Instituto Pedagógico de Posgrado de Sonora, licenciatura y maestría en enfermería por la Facultad de Enfermería y Nutriología de la Universidad Autónoma de Chihuahua y técnico en enfermería por la Escuela de Enfermería y Técnicas de la Salud de la Clínica del Centro. Es académica de tiempo completo de la FEN UACH (ATC); profesora Investigadora de la División de Estudios de Postgrado de la FEN de la UACH; integrante del Núcleo Básico del Doctorado y de la Maestría de Enfermería de la FEN de la UACH. Es miembro del Grupo de Investigación de Salud Comunitaria Divulgación de diversos libros, capítulos de libros, artículos nacionales e internacionales en materia de salud. Autora de diversos libros de enfermería y gestión sanitaria.

Para que la soledad no nos encapsule

 


Para que la soledad no nos encapsule


Por Sergio Torres

 

Ella habita un otro espacio, lejos de mí. Comparte su cama, su mesa, sus sueños, con otros amores. De este lado de la vida mi cerebro entiende, pero no entiende. Mira, pero no ve. Está viendo y no mira. Ella quiere amar con democracia, ser de su pueblo y para su pueblo. Yo quiero ser exclusivamente suyo, aunque sea una vez a la semana, para amarnos de cuerpo presente, consolarnos de la ignominia de vivir, para que la soledad no nos encapsule. Amarnos en la libertad, como por casualidad, como la vez primera.

¡Ah, los sesgos! Entre las hormonas y la filosofía, el alma se retuerce de dolores imaginarios por sentirse obligada a elegir entre un vínculo fortuito y un compromiso compartido con unos otros, sólidos, presentes, ladrones del tiempo nuestro.

Pájaros del adiós se ciernen sobre este refugio de amor.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Chela

 


Chela

 

Por Maya Bejarano

 

Hace diez días, mi querida Chelita. Salgo, entro, camino, converso, veo tus espacios favoritos que habitaste con ese cuerpecito ligero y vital, y pienso en tus ojos tan lindos y sus pestañas tan largas como alitas finas. Ando sin consuelo. No puedo creer que ya no estás tú. Ni está Maty que hace un año se fue. Mis quinceañeras eternas, las llevo aquí muy cerca. Mis niñas, mis perritas, mis amores.

 


Maya Bejarano es psicóloga, egresada de la Escuela Libre de Psicología. Trabajó como profesora y como orientadora en la Escuela Secundaria Federal Número 2. Actualmente, es jubilada.

sábado, 5 de julio de 2025

Silencios


Imagen: Diseño de Marco Benavides 

Silencios

 

Por Marco Benavides

 

Siempre creí que el silencio era una forma de descanso, una tregua en medio del ruido. Ahora lo entiendo como un espejo. No deforma, no perdona, muestra lo que evitamos mirar. En ese reflejo he visto mi rostro sin máscaras, mis miedos agazapados en las comisuras de la boca, mis culpas: humo en la garganta.

El silencio no llega solo. Trae consigo pensamientos que estaban dormidos. Interrogantes que evadí, palabras que no dije, emociones mal dobladas. Aparece cuando más quiero ruido, televisión, música, voces ajenas que no bastan para acallar lo que me habita.

Me asomo a la ventana en busca de algún sonido lejano. Un perro que ladra, un motor que pasa, una hoja que cruje. Me aferro a ese pequeño eco como si fuera una cuerda que me salva de caer al abismo de mí mismo. Porque el silencio, cuando se alarga, puede convertirse en vértigo.

También hay silencios que curan. No obligan, sino abrazan. Son los silencios compartidos, los que no necesitan explicación. Como el de una mirada que entiende, como el de una mano que acompaña. En esos silencios se respira otra clase de verdad.

En mi vida he callado mucho. Por costumbre, por no herir. Pero también me han callado. Con gestos, con indiferencia, con palabras que silenciaban lo que soy. Y en ese choque de silencios ajenos y propios, aprendí a hablarme. A veces con palabras; a veces solo con presencia.

Hoy, elijo mis silencios. No los lleno por llenar. Los habito. Los observo. Los respeto. Entendí que el silencio no es ausencia, sino presencia de lo íntimo. En esa intimidad descubro quién soy, sin necesidad de que nadie más escuche.

En el fondo hay un silencio que no pesa. No juzga. No hiere. Ese silencio, que brota como un suspiro sereno es el que me acompaña. Porque en él, por fin, puedo ser sin explicar.

En ese silencio pleno, me encuentro.

 27 mayo 2025.

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drbenavides@medmultilingua.com



Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

La luz de ti

 


La luz de ti

 

Por Sergio Torres

 

Amaneció nublado, la luz del sol llega con sordina. Tu cuerpo se gira, aún dormido, hacia el mío. Tu mano me alcanza el pecho y se refugia ahí, me protege del monstruo de la noche; antes del sueño, entre el último beso, antes de la inconciencia, y el primero antes del amanecer.

Abandono el lecho. Voy hacia la cocina, tomo la jarra de la cafetera y cuento mientras abro la llave del agua para llenarla, uno, dos, tres, cuatro, mientras el chorro suena una canción al chocar contra el vidrio, cinco, seis, siete, ocho, son cinco tazas de tamaño diminuto que se sirven en dos de las mías, las nuestras, nueve, diez, once, doce, cierro la llave y vacío la medida.

Mientras el café se cuela, preparo el sartén, el fuego, el aceite, huevos, jamón, tomate, cebolla, nopal, tortillas de maíz, aunque el antojo por tortillas de harina es tentador. El desayuno está listo. El aroma del café invade todo. Tu pecho desnudo se recarga, tibio, contra mi espalda. Volteo. Apagas la estufa. Me avivas el fuego. Es día festivo, que el desayuno espere.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

viernes, 4 de julio de 2025

Jugo de mango

 


Jugo de mango

 

Por Sergio Torres

 

En estos tiempos de amores y adioses instantáneos, en los que manifestar interés es ser intenso, decir No quiero estar contigo para que el otro entienda que tiene que luchar, rogar por la presencia del otro, todo eso no es lo que busco.

No quiero media naranja. No quiero la mitad de nada. Si quisiera una fruta, que sea al mismo tiempo deleite, gozo, nutrición y pecado. Escogería querer un mango, carnoso, jugoso.

En la casa de mi tía Socorro había un árbol de mangos. Muchas veces nos subimos mis hermanos, mis primos y yo, al árbol a cortar cientos de mangos, verdes, poposahuis, maduros. Me recuerdo descalzo y desnudo de cintura arriba, chorreado de jugo de mango, limón, chamoy, con las manos llenas de cáscaras, fibras y jugo. El mundo, en verano, en Sinaloa, era perfecto con un mango a medio avanzar en una mano y, en la otra, otro par recién cortado.

La felicidad ha sido inmensa e inacabable desde entonces.

Comamos mangos.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Primer informe


 

Primer informe

 

Por Guadalupe Ángeles

 

El estimado de la línea de comandos no ha sido descrito todavía, nos negamos a hacerlo porque por ahora la nave está anegada (y eso lo escribimos con una sonrisa). Sí, es verdad que nos encontramos en la fase de integración de las modalidades aún no existentes y tenemos ahora la tentación, como siempre, de hacernos los literatos inexpertos, con el simple recurso de vernos obligados a aclarar lo que ya de por sí no necesita más nubes sobre ello, y es así que, para hablar de los minutos que han sido desplazados desde el interior del autor hasta la racionalización colindante, tendríamos que hacernos a la idea de que toda manifestación del libre albedrío sería como un brote de espinosos frutos, pero bien sabemos que toda metáfora boscosa es más bien común. Nada entonces que arreglar, manifestándonos ahora como simples observadores, pero ejerciendo el control sobre el desplazamiento de la nave, como corresponde. Sería posible que quien encendió la máquina no supiera de nosotros, pero creer eso sería pecar de optimismo y he ahí el círculo que fácilmente se confunde con cualquier circuito de pensamientos adyacentes a los que, como ya habrás advertido, nos adherimos a tontas y a locas.

No ha lugar a ninguna pregunta. Es posible que esto parezca inútil ahora, pero es así como los grandes acontecimientos se van formando como si estuvieran hechos de renglones que funcionan como ladrillos, pudiera ser que nos falte el elemento cohesionador, pero quizá ese sea precisamente el que dejamos en tus manos, así que estamos listos para cualquier pregunta, tú y todos los que como tú no carecen de manos ni de ideologías serán capaces ahora de asomarse a estas breves líneas que, considerando el actual estado de las cosas, vendrían a ser, no una advertencia, acaso solo una desfasada e iconoclasta aventura de la nave que emerge del vientre de la madre de todas las naves y sí, si lo estás pensando, también nos ocultamos tras las nubes. Eso hace particularmente divertido que haya lluvias torrenciales, pues una nave mojada es muchísimo más agradable que una seca. Me explico: si nuestras múltiples extremidades tocan de manera correcta los botones que hay que apretar de rutina en estos desplazamientos interestelares, pues simplemente lo hacemos sin mayores aspavientos, pero si de alguna manera las nubes han derivado en eso que tú conoces como lluvia, a nosotros nos llena de gozo deslizarnos por el piso de la nave como quien se monta en una ola, y hay que ver la cantidad de accidentes que suceden a bordo. Sí, te aseguro que en algún rincón de tu memoria viste lo que nosotros disfrutamos cuando la nave es visitada por la lluvia. No nos oponemos a que nos tildes de infantiloides, nos encanta mojarnos unos a otros, nuestro cuerpo, parece que fue hecho para eso, y lo de apretar botones, ya sabes, la rutina.

Tú pregunta, nosotros mientras tanto nos aseguramos de que esta lluvia no haya sido en vano.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.