Jugo de mango
Por Sergio
Torres
En estos tiempos de amores y adioses
instantáneos, en los que manifestar interés es ser intenso, decir No quiero
estar contigo para que el otro entienda que tiene que luchar, rogar por la presencia
del otro, todo eso no es lo que busco.
No quiero media naranja. No quiero la mitad
de nada. Si quisiera una fruta, que sea al mismo tiempo deleite, gozo,
nutrición y pecado. Escogería querer un mango, carnoso, jugoso.
En la casa de mi tía Socorro había un árbol
de mangos. Muchas veces nos subimos mis hermanos, mis primos y yo, al árbol a
cortar cientos de mangos, verdes, poposahuis, maduros. Me recuerdo descalzo y
desnudo de cintura arriba, chorreado de jugo de mango, limón, chamoy, con las
manos llenas de cáscaras, fibras y jugo. El mundo, en verano, en Sinaloa, era
perfecto con un mango a medio avanzar en una mano y, en la otra, otro par
recién cortado.
La felicidad ha sido inmensa e inacabable
desde entonces.
Comamos mangos.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
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