Abrazar árboles
Por Guadalupe Ángeles
Siempre pienso en ti. ¿A
quién trato de engañar ocultándolo? Por las calles que conoces te busco.
Quisiera forzar la casualidad, pero no es posible. No seré directa porque ya sé
que no me hace bien. Lo tengo bien aprendido. Pero pienso en ti.
Si fuera hombre te cantaría canciones ridículas. Me sé muchas. Pero no es el
caso hacerte pasar por la luna, ya soy perro viejo para añorarla.
Así las cosas. Ni conseguiré una pistola ni me humillaré para verte. Es tan
sencillo. Sumar o restar. A veces, en medio de la contradicción, me gustaría
saber dónde está la balanza para medir en uno y otro de sus platillos la
cantidad de nostalgia que vale este apartarnos, este ya no estar, insalvable
ya.
Puro ocio. Ya sé. Si me agotara corriendo un maratón, ni de tu nombre me
acordaría. En cambio, acaricio tu ausencia como a un gato inexistente.
Y repito los viejos poemas aprendidos en la infancia. A ver si así me curo,
pero no hay peor enfermo que aquel encariñado con su mal.
Es una suerte tener grandes amigas, una de ellas alguna vez me aconsejó: piensa
en él todos los días, digamos de cuatro a cinco, verás con el tiempo que el
tema terminará por aburrirte. Es posible. Quizá dibujar estas palabras ahora
obedece al consejo.
Me procuro el silencio necesario y me voy de cabeza a nombrarte. Ya no siento
vértigo. Es cierto. Pero la constancia del tema me hace pensar en lo enquistado
del hábito en mi conciencia. Sonrío pensando en lo inequívoco del enredo en que
pasamos los días. Yo me dediqué a nombrar todo a nuestro alrededor, pero tú,
con una palabra, en el instante preciso, desmontabas toda la estructura que
imaginé para sostenerme ahí, a un lado tuyo.
Genios han hablado de las razones del corazón ¿y las del cuerpo? Solo la piel y
sus profundos recovecos las conocen, ejercen y disfrutan.
Así, como si en un anaquel de aire lo pusiera todo, por orden de mayor a menor
o por orden alfabético, juego a los números y las palabras sin otro afán que
saber contar y no olvidarlo; pero ningún juego hará las veces de aquel
deslumbramiento, porque el caos disfrazando su sonrisa sardónica en hechos
aparentemente lúcidos y conscientes nos hacía danzar a su ritmo.
Ya sé que un collar bien engarzado de hechos concretos disimula la hermosa
tormenta que vibraba a la hora precisa y en la oscuridad buscada.
Saqué un dato de la ecuación y se vino abajo todo el deslumbrante bosque donde
jugamos a ser bestias amantes de la buena música.
¿Abrazar árboles será la respuesta? ¿Si lo hago volverá a tocar mi oído la
canción monocorde de tu corazón? No salgo corriendo porque es muy temprano.
Hay un tiempo para todo.
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.
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