miércoles, 30 de junio de 2021

Carmen Julia Holguín Chaparro. Regalar un poema

 

Regalar un poema

        

 

Por Carmen Julia Holguín Chaparro

 

 

Regalar un poema

es ir mucho más allá

de un pequeño corte

en la epidermis.

Es abrirte el pecho

en canal

y exponer los órganos

vitales

totalmente vulnerables

en su sangre palpitante.

 

Es el sacrificio supremo,

solo para los dioses…

 




Carmen Julia Holguín Chaparro es doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Nuevo México. Al lado de su trabajo académico, escribe cuento y poesía. Ha participado en encuentros de escritores en distintas partes de México, Estados Unidos y Argentina; hay textos suyos en antologías y revistas de México, Estados Unidos, España y Uruguay. Tiene dos libros de poemas: A tu prójimo amarás (2008) y El que tenga oídos… (2014).

lunes, 28 de junio de 2021

Andrés Espinosa Becerra. Plática con una dama que se dispone a escuchar a Mozart

 

los martes

Plática con una dama que se dispone a escuchar a Mozart

 

 

Por Andrés Espinosa Becerra

 

 

Ahora está poniéndose el sol,

si los hay escuche los relámpagos.

Es un introito para escuchar música

cuyo sinónimo sería

vamos

guardemos silencio

permanezca desnuda.

 






Andrés Espinosa Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana. Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En 1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer, como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.

Luis Kimball. Eso que parecía un silencio

 

Eso que parecía un silencio

 

 

Por Luis Kimball

 

 

Y lo que escucho son voces; así aparecen titulados los siete apartados del libro, en el que predomina una voz activa, hegeliana. Trataré de describir estas voces.

Mediante el verso aparece primero la casa deambulada por la mujer de casa. Una y otra vez mencionamos la estética de lo cotidiano; su característica más sobresaliente son las cosas de casa, las de menor importancia en roles de género tradicionales, el sinónimo de “buena mujer” era “doméstica”. Nombrar la casa es nombrar a la mujer:

 

El lobo/ sopló/ y sopló/ y sopló,/ pero la casa/ seguía en pie.

 

A veces la casa soy yo/ y me habitó;/ salir entonces me conviene.

 

La casa era un laberinto/ dónde quedó atrapada/ para siempre/ la memoria.

 

El apartado de “Voces I” tiene la belleza inicial de describir el emplazamiento donde se ha dado la batalla a modo del tiempo narrativo de la Grecia Clásica, nombrando de una vez insumos e inventariando la historia misma: los sucesos ya predestinados:

 

Entonces llegó/ la compañía constructora/ y la echó abajo” (p. 12; “Sueño de todos los sueños”).

 

Hacia “Voces II” y en adelante, tras mencionar a la familia, comenzará el discurrir la relación amorosa y desamorosa, siguiendo a las premisas de la esperanza, la decepción y el engaño con reflexiones profundas que tratan de justificar la causalidad del capricho social:

 

La mesa puesta,/ la luz de las velas titilando/ el vino en las copas/ esperando su liberación (p.32).

 

Y luego, ni el desamor; pues la desilusión revela al alfeñique, esa poca cosa que casi siempre está del otro lado de la historia de amor de una mujer:

 

y sin nadie pisando/ sobre mis huellas,/ pienso/ que aprendí/ la lección (p. 50).

 

Y se pone a pensar, uno de lector, ¿hasta cuánto cabe de santa paciencia en la autora? De cuántos modos se puede contemplar lo que uno sospecha, casi con evidencia de leer el expediente, que solo es un cabo roto al otro lado de la historia.

 

y me dices al oído que me amas,/ que deje de llorar por esas cosas,/ que todo ha sido tan sólo una pesadilla,/ que no sea tonta (p. 59).

 

Diría que es una de esas poéticas de mujeres que aman y piensan, capaces de crear epistemologías para explicarse el terreno en que se asienta el castillo del cuento de hadas:

 

Mientras mi abuela/ caminaba los pueblos/ buscando el sustento/ que la ayudara a conciliar el sueño,/ instruía a mi madre, que iba tras ella,/ sobre los deberes/ de toda mujer” (p. 50; “Aprendizaje”).

 

Después, comienza paulatinamente la denuncia social. Comienza por sí misma, encontrándose como actora del desequilibrio en la distribución del insumo humano, regalando una risa honesta, que al instante se vuelve agraviante, enajenada:

 

Yo le compré una pegatina/ y además obsequié una sonrisa;/ él me devolvió mi cambio/ y su rostro enojado con el mundo (p. 113).

 

Estos encuentros con el “uno mismo” de la autora, hacen una clara diferencia en el discurso literario de denuncia social, situándola en su opinión política a partir del molde neoliberal de los años ochenta, una generación sin respuesta social:

 

Hubo un tiempo en el que el corazón/ podía dejar todo en manos de los ojos/ y, si estos no veían el sufrimiento de frente/ él seguía tranquilo...” (p. 74)

 

De “Voces IV” en delante, la denuncia será el calado más hondo del libro, que puede llevar fácilmente a olvidar el principio, pues parece otro libro:

 

huesos/ que ya sumamos miles/ y nos entierran/ sin mayores protocolos (p. 78).

 

La diferencia con aquella generación del 68 es total; no se levanta la voz contra un gobierno como figura autoritaria y asesina, sino contra el gobierno específico del presidente Calderón, declarando la guerra contra el narco, sembrando la cotidianidad de cadáveres que, o se acostumbra uno a borrarlos sin ver, o tendrá el imaginario de un loco:

 

en fosas comunes/ y corrientes/ porque esas incómodas/ osamentas/ no son de héroes nacionales (p. 79).

 

Es un poco más difícil comentar sobre este punto del libro. Los reclamos en primera persona por desapariciones, asesinatos, pasan de lo testimonial de la narradora a la sobreposición pop del panfleto nacionalista radiofónico. A través del libro se encuentra la misma voz narradora, con textos fechados en 2007, 2010, 2011, y podemos seguir el decurso de cómo esta mujer va trascendiendo hacia un feminismo obligado tras agotar las instancias, para dar paso a la que se mantiene en pie por sí sola, a la que avanza y a la que se sobrepone al mundo donde los ojos se acostumbran al asesinato y los oídos a su noticia:

 

“La otra opción/ era callarme,/ dejar que el miedo/ me silenciara/ y me ensordeciera/ el ruido de la sangre” (p. 85).

 

Carmen Julia Holguín escribe en este delgado tomo, muchas veces, que hay dolor, madres sufriendo, odio contra un Estado asesino, mujeres desaparecidas, activistas desaparecidos; también panaderos, afanadores, chicas de casa, cualquier cosa antes llamada humana y que debe vivir ahora bajo estas circunstancias. El libro se extiende en este asunto y lo me extraña que en tantos otros libros publicados en las mismas circunstancias esto no se encuentre.

 

“...podría/ quedarme, a pedir perdón, decirles cuánto los quiero,/ mirarlos a los ojos/ y atreverme a llorar/ por fin,/ a mis muertos (p. 104).

 

Según los datos que aporta la edición, estoy ante el tercer libro publicado de la autora, nacida en 1967, en Parral, Chihuahua, profesora de español en Albuquerque, Nuevo México y coordinadora de talleres de escritura creativa. No hay error en el libro. Aporta viñetas de viaje reflexivas sobre la condición humana, la de ser mujer, la del poema. En las primeras voces se cuelan recursos literarios evidentes del ejercicio, quizá no trascendidos; pero la firmeza con que aborda la segunda parte del libro, la honestidad que hay en todo él, sin duda me llevarán a leer lo próximo de la autora.

 

Holguín Chaparro, Carmen Julia: El que tenga oídos. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2014.

 




Luis Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del poemario Luna de hiel para tres, y autor de Puros de amor. Ha participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el taller literario Escritura al día.

domingo, 27 de junio de 2021

Alma Rosa Estrada. Ciudad Guerrero

 

Foto Pedro Chacón

el poema del domingo

Ciudad Guerrero

 

 

Por Alma Rosa Estrada

 

 

Te contemplo al llegar desde la cima

de esa loma suave y tierna.

En invierno, mezquite y manzanilla.

En verano lápiz de flores bellas.



En el cercano valle te derramas

abrazado del río y de los cerros.

Yo siento en lo profundo: “Llegué a casa”. Tú sientes mi sentir, pueblo señero.

Aquí está el claroscuro de la tierra

que refleja mi origen y mis padres.



Mi hermandad a la gente que es yo misma

desde siempre.



La raíz de mi ser, el alma mía,

lo que soy, mis entrañas, manantiales


de luces refulgentes

ilusiones, miserias y bondades.



Montoncitos de tierra con sus cruces,

perfume de manzanos en el aire

y renuevos de mi sangre

por los rumbos, las casas, las calles.



Papigochi querido y legendario,

aguas lustrales, en tu entorno,


recogí arena y viento

que he llevado por tantos lugares.



Tu frontera se extiende por la patria,

tierra fraterna que yo amo.

¡Estaré suspendida de tu espacio

aunque viva en algún cosmos insondable!







Alma Rosa Estrada Comadurán (1929 – 2000) nació en Guerrero, Chihuahua, y vivió gran parte de su vida en Ciudad Cuauhtémoc. Estudió curso comercial en el Instituto América de la ciudad de Chihuahua. En 1993 la UACH publicó su primer libro de poemas titulado Una mujer. En el año 2000 se publicó su segundo libro, llamado Tan cerca de la vida. En 2018 se publicó el tercero: Una mujer tan cerca de la vida. En Cuauhtémoc durante algún tiempo escribió y publicó crónicas periodísticas en el semanario La voz de Cuauhtémoc. También fue una magnífica violinista y compositora de canciones. El Premio de Poesía del Festival de las Tres Culturas lleva su nombre.

sábado, 26 de junio de 2021

Sigfrido Viguería Espinoza. Veleidad

 

utrora

Veleidad

 

 

Por Sigfrido Viguería Espinoza

 

 

Una extraña ansiedad que me encamina,

tropieza por buscar amor errante.

Esta vaga atracción que me domina

es mi perdición a cada instante.

 

Si creo que estoy enamorado,

hay un deseo quimérico en mi corazón.

La culpa moralina perturba mi razón.

No miro hacia atrás, maldigo el pasado.

 

Si busco el amor verdadero,

desaparece cual imagen difuminada

y hiere el corazón como un arquero.

 

Entrego mi ser… amor hechicero.

Me hace suyo esa flama apasionada.

Llega al alma. Y es cuando muero.

 

Sigfrido Viguería Espinoza

Nuevo Casas Grandes, desde un verano de 1995 hasta hoy.

 







Sigfrido Viguería Espinoza es licenciado en letras españolas por la UACH, profesor de Literatura I y II en la Preparatoria Francisco Villa y asesor del Taller de Periodismo y Ecología, instructor de secundaria, modalidad abierta con el programa nacional SEDENA-SEP-INEA, profesor del Colegio Las Américas, a cargo de las materias Español y Ciencias Sociales, profesor de Literatura, Comunicación, Etimologías, Taller de Lectura y Redacción, Filosofía, Geografía, Individuo y Sociedad, reportero en la revista Nosotros, profesor de tiempo completo y coordinador de la Licenciatura en Intervención Educativa, en la Universidad Pedagógica Nacional 08B, Subsede Nuevo Casas Grandes. Publica constantemente ensayos y poemas en medios impresos y electrónicos.

Josías Vargas. Oscuras vanidades

haikús/ Josías

Oscuras vanidades

 

 

Por Josías Vargas

 

 

 

 

Ya puedo decir:

me des/viví viviendo.

...y así sigo.

    (17-1-20-)

 

 

 

 

Sin cesar luchas;

vivir insatisfecho

también es vivir.

    ( 17-1-20 )

 

 

 

 

Creo que abro brecha.

Solo recorro

surcos antiguos.

    ( 17-1-20 )

 

 

 

 

¿Inovaciones?

¡Cuántas voces repite,

mi necedad!

    ( 17-1-20 )

 

 

 

 

Pero es que soy

un filtro nuevo

que consigna la neta.

    ( 17-1-20 )

 






Josías Vargas escribió la pieza teatral Algunas cosas están colgadas. La estrenó en 1971 en el Paraninfo Universitario, donde fue director, actor y autor. En 2008 y 2009 produjo el programa de radio Los umbrales del paraíso, donde él mismo era el conductor, en el 1040 AM de la Cadena Radiorama, 70 emisiones de una hora. En 2008 compiló para el Gobierno del Estado, el Ichicult y el Congreso de Chihuahua una exposición póstuma de Francisco Reyes Acosta en la Torre Legisltativa. En 2018 publicó su libro Mexico siempre riel, México en el imaginario poético de Bob Dylan. Actualmente publica ensayos en el suplemento TragaLuz de El Heraldo de Chihuahua.