miércoles, 16 de junio de 2021

Ernesto Medina Domínguez. Su cuento titulado Arnulfo Jiménez

 

Arnulfo Jiménez

 

 

Por Ernesto Medina Domínguez

 

 

El celular timbró la noche anterior, lo dejé que sonara un rato, pues me gustaba el tono que había seleccionado: era una rolita del Komander donde se escuchaba una balacera bien chingona. ¡Pendejetes!, y querían prohibir esa música, ¡pos si solo cantan lo que está sucediendo en nuestro país! Al contestar el celular, las instrucciones fueron precisas: sería en el restaurante Barrigas del Periférico de la Juventud a las 10 de la mañana.

¡Caray!, pensé, cada vez son más frecuentes los encargos, parece que en este sexenio quieren contrarrestar el índice de natalidad. En fin, otro más. Tuve que cambiar de idea al ver en el Watts App que precedió a la llamada la imagen de una hermosa mujer que cubrió la pantalla del aparato. ¡Chíngale!, ahora una vieja. Dudé un poco, pero la paga era la misma, y con la cantidad de viejas que matan en el estado. Incluso enfrente del palacio de gobierno le dieron cuello a una.

Estos razonamientos me calmaron un poco. Aparte saber que contaba con la protección oficial de gobierno del estado disipó los temores que asomaban por mi cabeza.

Me dispuse a dormir.

Al día siguiente me levanté al alba, me di un baño rápido, la faena empezaba temprano esta vez. ¡Chihuahua vive!, exclamé en una especie de rutinaria letanía mientras enfundaba la pistola en el cinto vaquero lleno de piedras brillantes; siempre me había parecido muy putón, pero ahora era la moda entre los vaqueros, y pos yo quería andar a la moda. El arma quedó camuflada por la panza que protagoniza mi anatomía. Volví a tomar el celular que me habían entregado cuando acepté trabajar con el gober. Así abandoné la informalidad.

Abrí de nuevo el Watts App: sí, era bella, muy bella. Lástima. Será un hermoso cadáver.

Eran las siete de la mañana cuando me fui a echar tres tortas de barbacoa allá por la salida a Cuauhtémoc. La tercera nada más para hacer tiempo a que llegaran los vendedores de autos chuecos que desde ese changarro se podían divisar muy bien. Esta barbacoa sabe medio rara. ¿Será que ahora no está el Güero y la sazón es diferente? Con mucha salsa sabían mejor, así que le ataqué bastante a cada torta y asunto arreglado.

Cuando ya vi una cantidad razonable de loteros fui y escogí un chocolate, el más bara. Aunque el negocio daba para eso y más, no iba a gastar mucho en un carro que desecharía luego de cumplir la misión. Agradecí al cielo de Chihuahua que en la frontera siguieran dejando pasar los carros usados de los estates. Había dejado el mío estacionado en Plaza La Sierra, lo recogería más tarde. Anduve pendejando un rato por el lugar. Me metí a la plaza, aún no abrían muchos locales. ¡Pinches huevones, por eso no avanzamos! No aprenden a uno que desde tempra se anda ganando la papa.

Me metí a Soriana, recorrí varios pasillos. Observé la ropa, era realmente fea y de mala calidad. Estaba mejor la que vendían en los locales de Multimercado Zarco. Empecé a sentir un retortijón muy gacho, no le hice caso y seguí viendo las ofertas del departamento de frutas y verduras: Chile chilaca a ocho ochenta, ¡y no era broma eh! Recordé cuando anduve en chilangolandia y se reían de mi acento. Chilangos ojetes. En pleno departamento de mariscos ya fue más evidente la necesidad de ir al baño. Pregunté dónde estaba y las indicaciones resultaron confusas, allí no aplicaba usar el GPS. Finalmente di con el sanitario. ¡ah, qué alivio!, ag, ufa, debería cambiar mi régimen alimenticio. Los fétidos olores se hacían físicos, se convertían en puñetazos en la nariz del inocente parroquiano que tuvo la mala suerte de entrar al W.C. en ese momento. Salí de allí haciéndome el occiso y prometiendo comer menos huevos y frijoles.

Ya eran casi las nueve cuando me dirigí al Periférico de la Juventud, decidí irme por la Zarco y subir por la Politécnico. Justo a la altura del La Salle de nuevo me agarro el retortijón, pero ahora acompañado de un estruendoso pedo. Tuve miedo de que hubiera llegado con premio, de inmediato abrí las ventanillas. Afortunadamente no pasó a mayores, pero las ganas de ir al baño eran inminentes. Se me ocurrió llegar al Fashion Mall (qué nombre más mamón le habían puesto a esa plaza), aunque igual son unos huevones y se levantan tarde. El restaurante de los tecolotitos si estaba abierto, allí podría ir al baño. Apurado me estacioné y entré a ese negocio. En cuanto me bajé los pantalones y me senté en el escusado me vacié con propulsión a chorro, literalmente. No había duda pinche barbacoa me había caído mal. En cuanto terminé y recobré la compostura, fui a la farmacia del lugar, pedí un frasco de Peptobismol y me eché un fachote plenamente convencido de que eso era el remedio para mi situación, la tele me lo había dicho muchas veces.

Ahora sí, al Barrigas a cumplir la misión. Apenas entré al restaurante donde debía despacharme a la vieja sentí, así sin previo aviso, como me vaciaba el estómago y unas asquerosas gotas mojaban mi calzón mientras ella de seguro mojaba su ropa interior al tomarle la mano a su enamorado, de seguro cogían rico. 

Sin remedio salí de allí, temeroso de dejar un rastro de caca por todo el estacionamiento. La cagué, me dije en el auto, mientras por mi cabeza pasaban imágenes de mi persona en alguna en alguna comandancia municipal con el afrentoso cargo de sargento, todo por no haberle dado cran a esa vieja.

 

 



Ernesto Medina Domínguez es técnico administración de empresas turísticas. Se inició como actor mientras estudiaba turismo; en 1988 fue invitado por Fernando Saavedra a integrar a un montaje que finalmente no se llevó a escena pero sirvió para que a raíz de esos ensayos tuviera el protagónico de una pastorela. De ahí entró al taller de teatro de Bellas artes y Mario Humberto Chávez lo llamó para integrarse a la obra Un tranvía llamado deseo. Ha participado en más de 40 obras de teatro. En 1999 se inició como director con la obra La boda de la mujer maravilla, de Edna Ochoa. En 2009 ganó la muestra municipal y estatal de teatro infantil y representó a Chihuahua en Cuarta Muestra Nacional de Teatro Infantil realizada en Campeche. A la fecha ha dirigido una docena de obras de teatro y con varios compañeros inició el proyecto Teatro Breve en Chihuahua, un foro importante para los teatristas dentro y fuera del estado. También escribe cuentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario