jueves, 14 de febrero de 2019

Heriberto Ramírez. La Calle Allende

La Calle Allende

Por Heriberto Ramírez

Cada domingo por la tarde, la calle se convertía en un mar de gente; ya desde la mañana el cine Olimpia convocaba la presencia de docenas de niños que acudíamos a las funciones de la matiné. En la tarde lo hacían los jóvenes y los adultos, pero principalmente las parejas que encontraban un espacio ideal para besarse.
Años después se abrió el cine Armida y la dinámica de la calle principal, donde se apilaban toda clase de comercios, siguió siendo la misma, un ir y venir incansable de personas dando la vuelta, unos a pie, otros en auto. En ese ir y venir se mezclaban los perfumes baratos más diversos, entrelazados con las emanaciones provenientes de puestos de tacos encebollados y las cantinas; todo el mundo se volcaba sobre esa calle como si allí se hallara todo lo que uno pudiera buscar, cuatro o cinco cantinas, dos cines, la Nevería Regis, tortillería, hotel, ferretería, expendio de licores, carnicerías, peluquerías, tiendas de ropa y solamente dos o tres casas habitadas.
En la noche arteria urbana principal, la calle de en medio era lugar de cortejo, de coqueteo, de búsqueda, de encuentro, y de día se realizaba en el agitado y bullicioso corazón de la ciudad. Salvo algunos comercios, hoy solo queda la resonancia nostálgica de aquella algarabía. Allí quedaron los ruinosos locales de comercios abandonados. Hasta la fecha.
(Este cuento de Heriberto Ramírez Luján es parte de su libro Relatos en celular, inédito).



Heriberto Ramírez Luján filósofo mexicano redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario