Memoria de
un emperador
Por Luis
Kimball
Tú no
conoces todavía lo que concierne a los vivos;
por ello, ¿cómo
quieres informarte de los muertos?
Kung Fu Tzu
Cuando todo
es tuyo, y vives en un antiguo palacio, la propiedad ya no tiene sentido; pero
aún así resulta triste perder la memoria y resignarse a qué tanto ya no pueda
ser tuyo. Nadie quiere saber, ni tú, como llegaste ahí. “El mundo se conquista
en sentido contrario a las manecillas del reloj”, pensaba el emperador.
Como el
viejo y sanguinario emperador Ts´in1, me forjé de Honan a Sanchi, y
todo se horma a mis ojos ahora, por esta herida que asemeja la hendidura que
dejó el poderoso acero Cheng en el imperio. Ofendí y defendí el Nankin, y el tö2
hizo y se hizo callo de mis manos… aquí estuve con la pequeña Lan… y arriba,
junto a la fuente, Flor de Río me amó de modo que los dos sangramos. Ahora, en
su lugar crece un helecho risuke.
Alguna vez
no fue el hombre más poderoso de Shan; entonces sus enemigos habitaban el
palacio y él deseaba partir el mundo. Ahora se le escurren los recuerdos a
medida que recibe noticias.
¿Dónde
estará la pequeña Lan? Es probable que tenga verrugas en el cuello y ya no se
le vea como mujer si no es sirviendo una bandeja de humeantes cipreas doradas…
No tenían que cortar a mi hermosa flor de agua y convertirla en flor de sangre.
La belleza ofende tanto a los que no la poseen o a los que no supimos perpetrar
su posesión, que la venganza llegará, aunque tarde en caer. El amor no está
hecho para un T´ien-tzü.3
El emperador
procuró que el amor abundara en su reino, pero el reino se extendió demasiado;
ahora se ocupa de abrir su camino al más allá, mientras un ministro inscribe las
riquezas imperiales en un rollo mate: un cuento para que duerma el emperador.
Levanté
piras sobre huesos de hombres, con sus bienes, hijos y mujeres… ese olor especialmente
repugnante que tiene el cabello quemado. Mi perdón lo conocen solo estas manos
blancas, dueñas pasadas de esta fortaleza, que me mostraron lo que hube de
arrebatarles… tanta belleza centrada en la concubina Lan y su amiga artista,
que esa primavera tocaba flauta a sus dioses de numina4.
Nada es
digno de un emperador. Pero aún puede recordar la sensación de lo ajeno.
No pude
hacer más. Esparcirlas entre la muchedumbre de mi fiel ejército, necesitada de
soberbia. Las despedazaron. Igual las hubiera hecho ahogar por una razón en la
pileta de los peces paraíso; ahora está ahí, sin peces, lamosa. Una mañana
lloré en su inmundicia. Digna de honor es solo la guerra. El amor no conoce de
estos términos.
Un letrado,
en los inicios del imperio, escribió que el amor es una dulce batalla que se
pierde. Tan poderoso como antes, pero sin fuerza para transportar su egregia
figura, el emperador sabe cosas sobre el arte, sobre las palabras, sobre la
virtud y la sabiduría, aunque no aspira a la sabiduría. Es un septuagenario
asmático que ha visto renacer en la jara, los cuerpos con que edificó la gloria
del imperio.
El vencedor busca
el cadáver de su enemigo. Continúa su búsqueda hasta el final del día. Son los
lujos que puede darse la guerra. ¿Cómo va a ser entonces el amor una batalla?...
Suponen que una batalla no lo es todo. Corté cientos de años con un tajo de
hierro, obligué a miles de vidas a expresar el límite de su fuerza. Tengo
autoridad para hablar de mí, como la tuve para hacer de mi nombre un nombre
terrible, tien-ming5 de la grandeza. Pero una vergüenza ilumina mi
corazón.
El emperador
no muere, la muerte es suya. Así quedó
escrito en la arenilla de la pileta, según los sirvientes que encontraron el
cuerpo apestado.
Notas:
(1) También
llamado She-Huang, el emperador Cheng inició la breve dinastía Ts´in, que
termina con el suicidio de su hijo, quién apenas le sobrevive cinco años.
(2) Virtud para dirigir a los hombres.
(3) Hijo del cielo.
(4) Dioses
de la casa.
(5) Virtud
que tiene el Hijo del Cielo para armonizar cielo y tierra. Por ella, puede
volver a nombrar cosas y hombres, buscando el lugar correcto para cada cual.
Aquí se usa como sustantivo, aproximadamente como “armonizador”.
Luis
Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la
ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que
no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha
publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del
poemario Luna de hiel para tres, y
autor de Puros de amor. Ha
participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el
taller literario Escritura al día.
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