martes, 22 de septiembre de 2020

Andrés Espinosa Becerra. Un día normal


Foto Pedro Chacón

los martes

Un día normal

 

Por Andrés Espinosa Becerra

 

Un día normal como los de su vida, justo al amanecer y en el inicio de otra semana; bañado, vestido como si fuera a trabajar, su desayuno a cuestas, toma las llaves del auto y de la casa; hay cosas oscuras, uno no sabe pero aparecen, ocurren. Abre la puerta y el mundo se vuelve oscuridad.

Después de salir del trabajo su costumbre es pasar al invernadero, siempre compra algo verde, lo que le llame la atención, compra cerveza y llega a casa; lo espera  en la esquina la perra, que ni es suya pero se pasa todo el tiempo acompañándolo; después ve a los gatos jugueteando en el patio; lee periódicos, escucha música, lee y, al final, trata de redactar algo.

El futbol y la música son un par de cosas que le gustan; ceviche de salmón o un pedazo de carne asada viendo a los Pumas, su equipo preferido; y al final, programas en la televisión cultural o películas antiguas; fines de semana.

Tiene un secreto, por las tardes y en los fines de semana, desde temprano, se sale al patio; vive más tiempo en el patio que dentro de la casa, incluso en el invierno; ese es su secreto, el patio, no se sabe porqué; permanece ahí en silencio, observa, sonríe, duerme en su silla o en la banqueta del pasillo lateral.

Un día escucha una canción hermosa, reconoce de inmediato que se trata del Cuerno Mágico del joven, de Gustav Mahler; otro día redescubre  una sinfonía de Anton Bruckner; la tarde que escucha la novena de Antonin Dvorak se percatade de que, al final, se  queda dormido en la silla, frente a los libros.

Despierta en un amanecer a las cuatro veinte, así que mejor se levanta; música, noticias, sonidos lejanos desde la carretera.

De manera que bañado, con buen semblante, con las llaves de la casa y del auto en la mano, abre la puerta y todo es negro; por la banqueta de enfrente van hacia delante los gatos, la perra, el pajarillo que canta en el patio al amanecer y en las tardes ve una hilera flotante de libros, alebrijes, el perrito de plastilina, piedras de diversas formas, monedas antiguas, todas las cosas que colecciona, todo ello avanzando hacia el oeste, flotando, avanzando, claramente mencionando un camino hacia la oscuridad, todo se vuelve oscuridad.

Un día normal, como los días de su vida; llaves en mano, bañado, con buen semblante, se queda sentado en el umbral de la casa, se da cuenta de ese vislumbre, ha pasado el tiempo, discurre el tiempo, se desliza, se va, todo vuelve a lo oscuro que se nos queda en el olvido.

 

 

 

 

 

Andrés Espinoza Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana. Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En 1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer, como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.

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