Aira
Por Daniel Salinas Basave
¿Saldrá airosa la argentinidad en Estocolmo?
¿Soplarán Buenos Airas en Suecia? Se ve difícil, pero entre las barajas de los
apostadores, este señor me daría particular gusto.
La primera vez que escuché nombrar a César
Aira fue en boca de Mario Bellatin en septiembre de 2001, cuando el autor de Salón
de belleza impartía un taller literario de una semana en el Cecut. Aquella
ocasión le pregunté a Mario qué autores latinoamericanos consideraba
innovadores en su propuesta y él mencionó, entre otros, al mexicano Pablo Soler
Frost y al argentino César Aira.
Tal vez por lo corto y lo atípico, el apellido
del argentino se me quedó grabado, pero en las librerías tijuanenses no
encontraba nada suyo en aquel entonces. Paradójicamente, la primera vez que di
con un libro de César Aira fue en un sitio de lo más improbable: una pequeña
librería en Cabo San Lucas, a donde había viajado en octubre de 2002 para
cubrir la cumbre de la APEC. Ese primer libro de Aira que cayó en mis manos fue
La prueba, uno de sus relatos más cortos que se limita al caótico e
incoherente diálogo de dos chicas punks con una niña pacata a la salida de una
escuela en el Barrio de Flores en Buenos Aires. Fue un gran inicio.
Posteriormente en ferias del libro me di a la
tarea de cazar todo lo que viera de Aira, que por desgracia se encontraba a cuentagotas a principios de siglo. Así di
con Fantasmas, una novela en donde seis familias visitan la obra negra
del edificio de departamentos donde habitarán. Es el día 31 de diciembre, pero
para sorpresa de los futuros habitantes de las viviendas, entre los andamios
habitan unos peculiares y atípicos fantasmas gordinflones cuya irrupción en el
relato rompe con todos los clichés literarios sobre espectros y aparecidos.
Poco después cayó en mis manos Varamo,
la kafkiana historia de un apocado burócrata panameño que en una sola noche
escribe un portento de poema después de recibir su sueldo en billetes falsos.
En una de tantas duermevelas, inmerso de
madrugada en la lectura de El tercer personaje, de Sergio Pitol, di con
una pequeña revelación. Pitol refiere que conoció a Aira durante un congreso de
escritores en la ciudad de Mérida, Venezuela, en 1994, y entonces reparé que
ese encuentro es el que Aira noveló y parodió en su fantástico relato El
congreso de la literatura, en donde incluso se permite clonar a Carlos
Fuentes.
Los comentarios que Pitol le dedica a Aira
dimensionan el tamaño del escritor argentino y su trascendencia como creador de
una atmósfera singularísima. Según Pitol, después de fascinarse con Chéjov, con
Gógol, con Borges y con James, lo más extraordinario que le ha pasado como
lector en su edad madura ha sido descubrir a César Aira, lo cual, viniendo del
autor de El tañido de una flauta, no es para echar a saco roto.
Por lo que a mí respecta, agrego Cumpleaños,
Las noches de Flores, La costurera y el viento, Continuación
de ideas diversas y el clasicazo Cómo me hice monja, como lo mejor
de Aira.
Me impresiona saber que he leído más de 20
libros suyos y no es ni siquiera la sexta parte de su obra completa.
En fin, me cuesta trabajo creer que un país
que ha dado tantísimas buenas letras a la humanidad no tenga todavía un Premio
Nobel de literatura. A la Academia le hacen falta otros Airas. De Coronel
Pringles para el mundo.
Daniel Salinas Basave es licenciado en derecho, periodista y escritor. Ha colaborado en Esquire, Gatopardo, Milenio y Replicante, entre otras publicaciones. Trabajó como reportero en El Norte de Monterrey y en Frontera, de Tijuana. Actualmente tiene espacios editoriales semanales en Semanario InfoBaja, Suplemento Cultural Palabra, Síntesis tv y San Diego Red. Es Premio Estatal de Literatura Baja California 2010 por Réquiem por Gutenberg. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2014 por Cartografías de Nostromo. Relatos de espías, embajadores y embusteros. Premio Gilberto Owen de Literatura 2015, en la categoría de cuento, por Días de whisky malo. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2015 por El lobo en su hora. La frontera narrativa de Federico Campbell. Ganador del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2015, en el género de ensayo, por el trabajo titulado Bajo la luz de una estrella muerta.
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