jueves, 2 de octubre de 2025

Desde la línea de los tiros libres

 


Desde la línea de los tiros libres

 

Por Erbey Mendoza

 

Al número 9 de Los Halcones

 

I

A sport is a sport is a sport

Un equipo deportivo puede ser una metáfora de lo que sea. Un amigo de la universidad desarrolló la caprichosa habilidad de ofrecer, a quien lo pida, un speech en el que puede relacionar cualquier cosa con el futbol en menos de un minuto. En nuestras juergas universitarias se lo solicité alguna vez y lo escuché hacerlo muchas otras veces con peculiar éxito. Para mí, un equipo es una metáfora de la vida en sociedad. Si bien un jugador estrella hace la diferencia, no puede hacerlo todo. El talento y la disciplina de un solo individuo no pueden con el peso de su comunidad. De igual forma, hay jugadores que, aunque pasan muchas veces desapercibidos, son indispensables para el funcionamiento del equipo. A veces su aporte es a nivel defensivo, a veces es motivacional, a veces ni siquiera queda claro, pero cuando no está, algo falta para jugar mejor. Si abres bien los ojos, descubrirás que aprender a practicar un deporte puede darte mucho más de lo que en realidad te da ese deporte.  

 

II

La camiseta

Poder elegir es algo misterioso. La libertad muestra su lado oscuro. Es como cuando te gusta el número 9 o el color azul: pareciera que en lugar de elegirlos tú, el 9 y el azul te escogieron a ti. Un día, de pronto, ya le vas a Los Lakers, al América, o a los rumanos en la gimnasia olímpica. Lo más fácil es irle a los campeones, a los que ganan. Te sientes feliz de verlos subir otra vez hasta volver a coronarse. Lo malo es que algún día dejan de ganar. Irle a los que no ganan, o no han ganado, tiene un resultado distinto. La amargura de la derrota te enseña a tener fe en las personas, a valorar la lealtad. Te enseña también a callar. Y en el silencio aprendes a pensar y aprendes a aprender. 

 

III

Las faltas conscientes

Brian Doyle escribió una exquisita epifanía sobre las faltas en el basquetbol (“the greatest of games” según sus propias palabras). En el deporte ráfaga, dice, “puedes hacerle foul a alguien inconscientemente de incontables maneras, por torpeza, por mala posición, por flojera, por imprudencia, por menso, por cansancio”. Luego menciona que “Incluso puedes foulear a alguien inconscientemente sin en realidad foulearlo”, es decir, cuando el árbitro decide que fue falta, aunque no lo haya sido. Sin embargo, de lo que no se habla mucho, dice Doyle, es de las faltas consientes, que las hay “de todas las formas y tamaños y sabores”. De entre todas, mis favoritas son aquellas que constituyen una forma de comunicación interpersonal no verbal, compleja y, principalmente, tácita, a pesar de lo explícita de su naturaleza: las faltas mensaje.      

 

Hay faltas mensaje, que son maneras sutiles y disimuladas de informar al oponente que no, no puede andarse quedando a acampar en ese punto, y no, no puede estarte aventando las manos y las muñecas y los brazos, y no, no puede andarte jalando la camiseta, y sí, tú vas a dar vuelta en la esquina cuando te dé la gana usando tu codo como palanca picuda si es necesario, y sí, tú vas a seguir pasando por ese carril, aunque él finja y se tire al suelo con tanto drama que la bolsa de valores se caiga junto con él, y sí, tú vas a seguirte quitando la marca toda la tarde aunque se necesite un breve agarrón intenso en el punto del pase cada una de las veces. (Brian Doyle, 2016. Traducción propia).   

 

IV

La falta ofensiva

La falta consciente de quizá mayor complejidad es, precisamente, la que Doyle omitió en su texto: el foul ofensivo. Por una parte, requiere astucia, tacto, y una discreta, pero aguda habilidad de observación; por la otra, exige valentía y unos reflejos velocísimos e igual de exactos. Hay que saber observar y saber convertir en un instante la observación en acción e, irónicamente, en inacción total. El foul ofensivo es una treta perpetrada por un defensivo a la vez en contra y a favor de sí mismo. Es un ejercicio que pone a prueba la concentración y la voluntad para recibir estoicamente el ímpetu de quien trae el balón. Su astucia tiene algo de cacería, pero también de acrobacia. Pero esta acrobacia se realiza doblemente a ciegas: en una acrobacia en la que participan dos, ambos deben estar preparados para la maniobra. El éxito de la falta ofensiva, en cambio, depende enteramente de que el jugar ofensivo ignore la artimaña. Es como en una emboscada: tras el engaño, el defensivo cae presa del ímpetu de su propio ataque, como en algunas artes marciales. El mensaje de la falta ofensiva es de otro tipo: caíste.     

 

V

Versus

El oponente es un aliado. El inquebrantable pacto se sella con el primer silbatazo. En sus ojos verás todos los motivos para derrotarte, para hacerte fallar y caer. Tu trabajo es mostrarle tu mayor respeto, el cual consiste, paradójicamente, en no tenerle piedad ni consideración. Es un amigo que a lo largo del partido es, como en el himno nacional, un extraño enemigo.

 

VI

Desde la línea de los tiros libres

El físico británico Brian Cox ha dicho que solo hay una pregunta interesante en la filosofía: ¿qué significado tiene vivir una vida frágil y finita en un universo eterno e infinito? Los filósofos discreparán, pero tal vez consientan en que, si bien no es la única, sí es la más interesante y, por ello, la de mayor intriga. Y aunque intriga e interés no son equiparables, lo que nos interesa en la intimidad, generalmente nos resulta intrigante.         

Si es la más interesante (o la única, si se quiere hacer equipo con Cox), es porque no tiene una respuesta única y definitiva. Es, por así decirlo, un misterio, un asunto insondable. No faltará quién encuentre vano plantearse una pregunta para la cual no hay respuesta. Pero podemos ignorarlo, ya que es muy probable que también encuentre futilidad en el arte. A él podemos responderle algo parecido a lo que respondió Borges a la pregunta “¿para qué sirve la poesía”: “bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿para qué sirve el sabor del café? ¿para qué sirve el universo? ¿para qué sirvo yo? ¿para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?”. 

Así, en el basket, puede decirse que encestar desde la línea de los tiros libres constituye un misterio. Uno menor, claro, sin mayor consecuencia para los físicos como Cox o para la filosofía en general. Hay quien dice que no hay misterio, que es pura cuestión de mecánica. Si fuera un simple asunto de mecánica, otra habría sido la historia para un superatleta como Shaquille O’Neal quien, a lo largo de su carrera en la NBA, metió apenas el 52.7 % de sus tiros. Ningún entrenamiento especializado y ultrapersonalizado pudo ayudarlo en esto.

Claro está que hay que practicar y corregir y seguir practicando. El valor de la técnica es axiomático. Lo dijo Alfonso Reyes: “De aquí un gran respeto a las técnicas, un consejo de practicarlas incesantemente en todos los reposos de la acción –de la improvisación”. Solo así, un día “el milagro se produce: al dejar caer el lápiz, brotan los planos exactos; al dejar caer la pluma, corren los versos bien medidos”; al lanzar el balón, el porcentaje de aciertos se eleva (aún si estamos hablando de un 52.7%).

 

VII

El balón en el aire

Ezra va a los tiros libres. Bota el balón un par de veces. Flexiona las rodillas, calcula el ángulo de su brazo derecho. Respira hondo: toda la parafernalia de la técnica ensayada tantas veces en medio de los gritos del coach. Se activa la catapulta: su mano derecha y la punta de sus dedos dibujan, en la trayectoria de su mecánica, la perfecta silueta de una cabeza de flamingo. El balón está en el aire. Mi esposa y yo contenemos el aliento, inmersos en ese otro misterio que es ser padre y madre.  

 


Erbey Mendoza es doctor en filosofía por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Es profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Entre sus publicaciones están La expedición punitiva: reporte del General Mayor John J. Pershing (traducción, UACH, 2014), dos poemarios: Entorno de los días, con Víctor Córdoba (ICHICULT, 2016), y El destino en un sombrero, con Norma Luz González (UACH, 2019), además de algunos artículos de investigación en revistas nacionales e internacionales. Actualmente es miembro del Cuerpo Académico Estudios Humanísticos de la Cultura, del Sistema Nacional de Investigadores, y de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios.

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