La columna de Bety
Historia de cuando mi amiga
fue mi gurú
Por Beatriz Aldana
La palabra, que en sí es un
adverbio de tiempo, nunca, que la utilizamos con frecuencia por diversas
circunstancias que nos ocurren, aquí la traigo al tema por lo siguiente: Las
mujeres la tenemos casi por costumbre al platicar con la amiga a quien más le
confiamos nuestras vivencias, y con mayor razón las sentimentales de pareja.
Pues bien, hace algunos días
para ser exactos: siete días, le manifesté a mi amiga, cuando me preguntó si yo
regresaría con "alguien" que al parecer tiene mucho que ver con esa
tristeza escondida que difícilmente se oculta tras de una casi desbordante
algarabía.
Recuerdo claramente la
conversación, que, dicho sea de paso, estaba acompañada de unas copitas de un
bourboun bastante potable, y efectivamente expresé ese adverbio de tiempo: ¡nunca!
Y, efectivamente, esa
palabra no debiera pronunciarse porque a las palabras no se las lleva el viento.
Les cuento esto porque, de
esos siete días al día de ayer, resulta que ya mi físico, mi espíritu, mi
corazón y tal vez mi alma no resistían esa sensación de pérdida inútil, ya que,
como me lo había comentado en otra conversación otra de mis muy queridas amigas
así:
―Bety:
Los amores a nuestra edad, y más cuando es notorio que es sincero por parte de
él hacia usted, no debieran tirarse por la borda tan solo porque se le dice lo que en el fondo usted sabe que
es verdad. Lo tomó como un insulto cuando en realidad era para concientizarla
de esas no cualidades. Por supuesto para reparar en ellas y con la
finalidad de hacer de usted una mejor persona.
Ciertamente está
conversación con ella hizo que bajarán tres rayitas a mi orgullo y admití que
esa tristeza y desolación estaban mermando con cierta severidad sobre todo mi
estructura física.
Gracias a esa conversación, afortunadamente
tuve el valor de hacer un audio con toda la sinceridad que albergaba mi corazón
expresándole a él mi deseo de reanudar esa relación en las condiciones en que fueran
posibles.
Se llega una a una edad en
que ya no es posible regresar a la lejanísima adolescencia, juventud, en que
erróneamente se perdían relaciones por un malentendido y mal empleado orgullo.
Así que tomaré como una
experiencia el no decir nunca “nunca”, porque, como coloquialmente se dice: Del
plato a la boca se cae la sopa.
Y heme aquí: tres días
continuos de convivencia con quién indudablemente ha sido, y será, mi angelito
de sanación.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
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