lunes, 13 de octubre de 2025

La red

 


La columna de Bety

La red

 

Por Beatriz Aldana

 

Hay una canción que canta Michael Bolton se llama Cuando un hombre ama a una mujer, bueno, me voy a permitir cambiar el título así: Cuando una mujer ama a un hombre. Entraré de lleno al tema: Hay una diferencia abismal entre el sentir de un hombre y el sentir de una mujer cuando de parejas de trata.

Ahora me atreveré a hablar en primera persona. Aquí voy. Conocí a un hombre, el cual me contactó por vez primera por la Web. Me resistí un poco, dada cierta inseguridad en mi apariencia física, y, ¿por qué no decirlo?, una cierta dispersión en cuanto a mi carácter, tal vez motivada por años de soltería. Soltería por divorcio.

Bueno, al fin se dio el encuentro ya en persona y hubo una buena empatía. A raíz de ello, hubo algunas salidas semanales durante algunos meses, las cuales fueron interrumpidas precisamente por cierta incompatibilidad en las cuestiones inherentes entre una pareja.

Al paso del tiempo, cinco años después, de pronto se me envía un mensaje en el cual se me da un teléfono con la finalidad de que me comunique. No lo hice, porque consideré que no tenía objeto esa petición, ya que la relación había sufrido su resquebrajadura por aquella incompatibilidad física.

Bueno, tras de alguna que otra petición, de nueva cuenta el “Comunícate conmigo”. Accedí

Al principio fue en un café. Eso se dio en tres ocasiones. Y ya después fue: Ven a mi estudio. Como ya había una premeditación, con la finalidad de la reconquista, pues no fue nada difícil caer en esa telaraña.

Si bien tuvo su magia, su dosis de romanticismo, también hay que reconocer que por parte del hombre existía ya un plan que tendría un inicio, pero también un final.

Es triste reconocer que el hombre jamás involucró sentimientos, se guardó muy bien de esa parte sentimental, muy probablemente porque yo no supe mover esa fibra.

Ahora que ya pasaron veintidós meses entre altibajos, se llega a la cancelación definitiva de la relación amorosa, por supuesto haciendo un daño a una de las dos partes. ¿De quién hablamos? Por supuesto que de mí

Haciendo una introspección, una autocrítica, llego a esta conclusión: Cerrar el círculo en los mejores términos, perder la memoria para evitar recordar lo que hubo tanto sentimental como físicamente, y, por supuesto evitar a toda costa iniciar alguna relación con el pretexto tan utilizado de que un clavo saca otro clavo. Eso no es cierto.

Cada clavo tiene su propio lugar.

Lo ideal es guardar los mejores recuerdos, borrar los malos momentos, y nunca guardar resentimiento hacia él, ya  que, sé muy bien, le fue muy  difícil quererme. No por causa suya, sino porque no tuve los atributos suficientes.

Lo que más influyó en esa falta de empatía, ¿y de amor?, por parte de él, fue, y lo digo con toda certeza, que no soy su tipo. Y al decir no soy su tipo, imagino veinte razones específicas, causales de un rompimiento aparentemente sentimental, que más bien considero, a mi escéptica manera de pensar, que se trató de un contrato de facto por parte de él, y con la creencia por mi parte de que se trataba de un contrato de juramento.

Pondré mi voluntad, mi valía de mujer, para superar las secuelas de un fracaso de dimensiones colosales del que a la corta, a la mediana y a la larga serán notorias sus consecuencias.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario