La columna de Bety
La red
Por Beatriz Aldana
Hay una canción que canta
Michael Bolton se llama Cuando un hombre ama a una mujer, bueno, me voy
a permitir cambiar el título así: Cuando una mujer ama a un hombre.
Entraré de lleno al tema: Hay una diferencia abismal entre el sentir de un
hombre y el sentir de una mujer cuando de parejas de trata.
Ahora me atreveré a hablar
en primera persona. Aquí voy. Conocí a un hombre, el cual me contactó por vez
primera por la Web. Me resistí un poco, dada cierta inseguridad en mi
apariencia física, y, ¿por qué no decirlo?, una cierta dispersión en cuanto a
mi carácter, tal vez motivada por años de soltería. Soltería por divorcio.
Bueno, al fin se dio el
encuentro ya en persona y hubo una buena empatía. A raíz de ello, hubo algunas
salidas semanales durante algunos meses, las cuales fueron interrumpidas
precisamente por cierta incompatibilidad en las cuestiones inherentes entre una
pareja.
Al paso del tiempo, cinco
años después, de pronto se me envía un mensaje en el cual se me da un teléfono
con la finalidad de que me comunique. No lo hice, porque consideré que no tenía
objeto esa petición, ya que la relación había sufrido su resquebrajadura por
aquella incompatibilidad física.
Bueno, tras de alguna que
otra petición, de nueva cuenta el “Comunícate conmigo”. Accedí
Al principio fue en un café.
Eso se dio en tres ocasiones. Y ya después fue: Ven a mi estudio. Como ya había
una premeditación, con la finalidad de la reconquista, pues no fue nada difícil
caer en esa telaraña.
Si bien tuvo su magia, su
dosis de romanticismo, también hay que reconocer que por parte del hombre
existía ya un plan que tendría un inicio, pero también un final.
Es triste reconocer que el
hombre jamás involucró sentimientos, se guardó muy bien de esa parte
sentimental, muy probablemente porque yo no supe mover esa fibra.
Ahora que ya pasaron veintidós
meses entre altibajos, se llega a la cancelación definitiva de la relación amorosa,
por supuesto haciendo un daño a una de las dos partes. ¿De quién hablamos? Por
supuesto que de mí
Haciendo una introspección,
una autocrítica, llego a esta conclusión: Cerrar el círculo en los mejores
términos, perder la memoria para evitar recordar lo que hubo tanto sentimental
como físicamente, y, por supuesto evitar a toda costa iniciar alguna relación
con el pretexto tan utilizado de que un clavo saca otro clavo. Eso no es cierto.
Cada clavo tiene su propio
lugar.
Lo ideal es guardar los
mejores recuerdos, borrar los malos momentos, y nunca guardar resentimiento
hacia él, ya que, sé muy bien, le fue
muy difícil quererme. No por causa suya,
sino porque no tuve los atributos suficientes.
Lo que más influyó en esa
falta de empatía, ¿y de amor?, por parte de él, fue, y lo digo con toda
certeza, que no soy su tipo. Y al decir no soy su tipo, imagino veinte razones
específicas, causales de un rompimiento aparentemente sentimental, que más bien
considero, a mi escéptica manera de pensar, que se trató de un contrato de
facto por parte de él, y con la creencia por mi parte de que se trataba de un
contrato de juramento.
Pondré mi voluntad, mi valía
de mujer, para superar las secuelas de un fracaso de dimensiones colosales del que
a la corta, a la mediana y a la larga serán notorias sus consecuencias.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
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