Tres variaciones
Por Víctor Córdova
I
Inasible
La mañana se ha filtrado en mis ojos.
Tu nombre es fantasma que gravita,
despacio en el bullicio permanente.
El pensamiento.
La danza del insomnio sucede;
ritual constante que te invoca,
llena la oquedad con tu imagen.
Me deslizo en el deseo.
Fuerza de la sangre se desborda,
aumenta hace aumentar el pulso en mi cuerpo
isla desierta de ti, de tu presencia,
y estalla en la erupción violenta de mi sexo.
Ya no respira el cuerpo, solo siente,
te siente.
Rozado por tu ausencia y el anhelo,
evoca presiente tu calor, lo reinventa,
en laberintos del pasado,
construye la memoria.
Donde aún permaneces, inasible,
y en la exacta dimensión de mi deseo.
El silencio es escudo que protege. A veces.
Espirales de sombra derrama en su llegada
Se gesta en florescencias de mutismo.
La quietud que va
creciendo de tus labios.
Una vez que se han cerrado, se han abierto.
En ellos va ascendiendo una vorágine,
una imparable maleza de indiferencia.
Tu indiferencia que me envuelve.
Haces de luz asoman de sus grietas.
Ahí habrá de nacer, de renacer, el tiempo de las voces.
De tu voz. Vibra en mis oídos;
el sueño de la piel que imprime besos y caricias
el paso de tu cuerpo por el mío,
en ondulado andar tu sombra va tejiendo
anhelos. Suspiros.
II
Ruptura
Y tu
nombre rompió el silencio.
La ola
nocturna se erigía imbatible,
estrellas
su espuma, anegaba el vacío.
Hoy
naufragan mis ansias. Un mar de recuerdos.
Un
mutismo va envolviendo tu imagen.
Pide
tregua el sigilo y la noche responde
con murmullos
que envenenan.
III
A veces tu nombre se
desliza.
En mis labios encuentra
un entorno seguro.
Letra por letra construyo
tu íntimo santuario;
allí oficio un ritual
permanente.
Voces y silencios; voy
tejiendo el lenguaje
que gravita y se mueve en
torno a tu recuerdo.
A veces tu presencia
suplía mis palabras.
Bastaba solamente que
estuvieras
entre estas paredes. Nuestra
casa.
Un mutismo apacible florecía en el aire.
Ahora tu nombre es un
sueño de mármol.
Petrifica el momento en que
fuiste el temblor,
imparable que anidaba y
fluía
en la breve oquedad que
mis brazos bordeaban.
Tu nombre se me oculta
entre objetos:
vasos, minutos, sonrisas,
autobuses.
Suvenires, monedas, ladridos
y ventanas;
Luego fluye de nuevo,
como fluye la vida,
inevitablemente, como un
sueño.
Todos hemos perdido un amor; a veces hasta por el gusto de la libertad. Queda en el recuerdo como tumba o relicario. Muy pocos han escrito con tanta luz el memorial, como el poeta de Chihuahua Víctor Córdova.
ResponderEliminarSi tan solo tuviera un nombre, pero ni eso, aquí no se desliza. Me abofetea lo inasible, preciso, contudente; sólo espejismo tras la máscara. Eso nos van dejando esas noches, que parecen sueños en los que la realidad no llega de golpe, sino que se va disolviendo.
ResponderEliminar