jueves, 9 de octubre de 2014

Almudena Cosgaya



Muñeca







 Noche del mal que llegas sin piedad solo te pido mi alma no te lleves a la eternidad. 




Olvidada en una vieja habitación, húmeda y lúgubre se encuentra una joven, cuya sonrisa no volverá adornar su rostro marchito, su nombre es Betty.

Quién podría pensar que una joven tan alegre terminaría de aquella manera sombría.  Pocos se acuerdan de ella pero no le importa, el aullido lejano de los perros ya no eriza más su piel. Está sentada en una mecedora, vieja y destartalada, que rechina a cada segundo. El sonido ya no la molesta, se ha vuelto una arcaica melodía. 

El rostro taciturno y ojeroso no es más que el resultado de su voluntad, que desaparece con cada rechinido. Sus ojos opacos miran hacia la ventana deseosos de salir de aquel encierro, aquella pesadilla; pero nadie irá a su rescate, no existe ese valiente caballero.

El tortuoso ruido y la oscura habitación la arrojan al valle sin regreso de sus recuerdos. Está deseosa de terminar todo aquello, la pesadilla que la tortura desde aquel día. Acorralada entre gritos y gemidos, que no hacen otra cosa que saturar su mente, solo puede rezar para que Dios le ayude soportar aquel martirio. 

Hace unos años fue diagnosticada con una enfermedad, que la dejó inmóvil y muda; pero eso no es más que una excusa. Una lágrima escasa y dolorosa recorre su rostro, su corazón pierde la fuerza. 

En la penumbra una mirada fría se posa sobre Betty, a todas horas, mientras que poco a poco absorbe su vida. Una hermosa muñeca de porcelana descansa sobre una mesa frente a ella, mirándola con ojos de maldad pura e infinita y al mismo tiempo de ternura. Su voz dulce y escalofriante solo puede ser escuchada por Betty. 

Cansada de la tortura, se pregunta ¿por qué soporto esto? Aguantando que el mal se posesionara de ella, volviéndose ella misma una muñeca viviente. Aquella desalentadora verdad la hace desafiar todo diagnóstico médico y logra ponerse de pie. 

―Maldita ―escucha a sus adentros cuando camina lenta y sin titubeos hacia ella, la causante de todo, y quien no la ha dejado vivir desde que llegara a su vida. 

Finalmente la toma entre sus manos y una súplica retumba en su cabeza.

―No lo hagas. Si me voy, tú te vas.

Pero ya nada le importa y no hace caso. Tan pronto la destruye, ella se destruye.  

La luz de la luna ilumina la habitación. Tirada en el suelo, a Betty poco a poco comienza a faltarle el aire, su corazón deja de latir y su vista comienza hacerse borrosa mientras en su cabeza la última imagen que ve es el rostro de su muñeca. 

Eran las tres de la mañana cuando Betty falleció y hasta ahora se dice que ronda en cada muñequita de porcelana. Todas son dulces y elegantes, pero la suya es una ternura de doble cara. Pobre de aquel que en ella no ve el peligro, cuidado cuando una sonrisa se enmarque en su inmóvil rostro cuando te mire.






Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa, actualmente tiene terminada una novela, que se encuentra en proceso de corrección.

1 comentario:

  1. Al principio la ternura y el cuidado, luego el cansancio de los suyos y el abandono de todos; ese parece el destino de aquellos a los que alguna feroz dolencia tiene postrados, como sucede en este relato de Almudena.

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