La columna de Bety
Cuando creamos una burbuja
de fantasía para no ver la realidad
Por Beatriz Aldana
Desde que tengo uso de razón
me di cuenta de que mi llegada al mundo había sido un mero accidente, un
descuido, y siempre, continuamente, alguien me lo señalaba.
A raíz de esa situación, mi
empeño siempre fue ser vista, ¿en qué sentido? En ser agradable, bulliciosa,
cantarina, bailadora, compositora, oradora, ¡ufff, tantas cosas! Esto fue y ha
sido una empresa difícil hasta el sol de hoy. Una cadena de situaciones
forzadas, incluyendo mi matrimonio, mi dificultad para embarazarme, mi poco
éxito para ganar un lugar en la empatía de mi familia política, que a resumidas
cuentas terminó por desbaratar mi vida matrimonial.
No conforme con todo eso,
dejé pasar un larguísimo tiempo para dizque rehacer mi vida. Y no. La vida no
se rehace, se continúa. Y si el sino
constante es el fracaso, la fantasía de rehacer es una empresa imposible.
Cuando hago introspección me
percato de que aún soy como aquella niña buscando atención, y mi propio yo me
dice: no busques más lo que no es, ni ha sido, ni será para ti. Mírate, mírate
bien, observa y verás que todo el tiempo eres tú quien llama, eres tú quien
busca, eres tú quien acaricia, eres tú quien tomas las manos, las mejillas, el
cabello.
¿Cuándo, en qué momento eres
tú quien escuchas el ring ring o la melodía de llamada de tu teléfono? Nunca. A
menos de que sea lo que ahora suele llamarse una llamada de Spam.
Como te dijese no una sino
en varias ocasiones tu Confesor, cuando le has comentado tu deseo de irte de
este despiadado y cruel mundo que te ha tocado enfrentar: No, Bety, usted no se
va a ir pronto, porque ama la vida, por injusta que haya sido y siga siendo. ¿Y
sabe por qué? Simplemente porque toda usted está hecha de amor, de ese amor que
Dios derrama en nosotros y que por fortuna personas como usted, Bety, sabe
repartir equitativamente, aún a sabiendas de que no será correspondido, pero a
final de cuentas quien sale ganando es usted, porque aunque no lo perciba, cada
espacio por el cual transita es absolutamente un halo de luz, y esa luz es la
que le cubre y protege de toda la adversidad que día a día tiene que enfrentar
Si eso no fuere así, jamás hubiera llegado a la edad que ahora tiene con esa
sonrisa cordial, afable, alegre que la distingue de muchísimas personas.
Dios nos dio la vida para
ser felices, nos dotó con esa capacidad, la felicidad está en el interior
nuestro, no es necesario depender de otros para ser felices. Si esperamos que
los otros nos hagan felices, será una faena infructuosa. A veces amamos a quien
no le es posible o no le interesa amarnos, pero ahí está la gracia, ahí está
esa terquedad de irradiar siempre casi por todos los poros de la piel, amor a
la vida misma. Y eso se llama: amor propio.
―Gracia,
padre, por tan hermosas palabras.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario