Hojas secas
Por Marco Benavides
Las hojas caen, una tras
otra, en un murmullo seco que se mezcla con el viento frío de otoño. Descienden
lentamente, en un baile de despedida, girando en el aire como pequeñas
embarcaciones navegando hacia su último puerto. El suelo se convierte en una
alfombra crujiente de tonos ocres, amarillos y rojos, cada hoja un recuerdo de
los días soleados de verano que ya no volverán.
El parque se viste de
melancolía, los árboles desnudos se inclinan bajo el peso del tiempo, sus ramas
estirándose hacia el cielo gris como dedos que buscan aferrarse a los últimos
retazos de luz. El aire huele a tierra húmeda, a recuerdos almacenados, promesas
de renacimiento.
Caminar sobre las hojas
secas es despertar la sinfonía del otoño, cada paso una nota en esta partitura
de transición. La naturaleza se prepara para el descanso invernal, pero en cada
rincón se esconde la promesa de la vida que aguarda, paciente, a ser despertada
por el beso de la primavera.
En este tapiz de hojas, cada
una cuenta una historia. Algunas hablan de las tormentas que sobrevivieron,
otras sobre atardeceres pacíficos en los que el sol las pintó de dorado. Todas,
sin embargo, comparten el mismo destino: nutrir la tierra que las vio crecer,
cerrando un ciclo de vida, muerte y renacimiento.
Así, las hojas secas no son
sino un recordatorio de nuestra propia efimeridad, de nuestros otoños internos.
Nos enseñan la belleza de soltar, de dejar ir lo que fue para dar espacio a lo
que será. En el crujir de esas hojas bajo nuestros pies, escuchamos el eco de
nuestra propia transformación, el sonido suave pero firme del tiempo pasando y
de la vida, incansable, encontrando siempre un camino para continuar.
El otoño es un maestro
silencioso que usa el lenguaje de la naturaleza para impartir lecciones sobre lo
efímero. A medida que el día se acorta y las sombras se alargan, cada momento
parece contener un significado más profundo. Las hojas que una vez fueron
verdes y llenas de vida, ahora, adornadas con colores cálidos, nos hablan del
inevitable cambio y de la importancia de fluir con él.
Observando de cerca, cada
hoja parece tener su propia personalidad. Algunas, audaces y brillantes,
parecen resistirse a la caída, aferrándose a la rama con tenacidad. Otras,
serenas y resignadas, se sueltan con una gracia que solo puede venir de la
aceptación completa. Este espectáculo de variaciones infinitas es un
recordatorio de la diversidad en la vida y de cómo cada ser, cada entidad,
enfrenta el final de su ciclo de manera única.
Mientras paseamos por este
manto de colores, no podemos evitar sentirnos parte de algo más grande, un
ciclo de vida que nos trasciende y nos incluye. La caída de las hojas nos
invita a reflexionar sobre nuestros propios ciclos: las primaveras de nuestra juventud,
los veranos de nuestra madurez, los otoños de nuestra sabiduría y los inviernos
de nuestro reposo.
Es también un tiempo para la
introspección. Justo como las hojas que se desprenden para dar lugar a nuevos
crecimientos, nosotros también podemos soltar aquellos pensamientos, emociones
y hábitos que ya no nos sirven. Este desprendimiento no es un acto de pérdida,
sino de liberación, un paso necesario para hacer espacio a nuevos modos de ser
y de pensar.
El otoño nos enseña sobre la
belleza en la decadencia, sobre encontrar la gracia en el final de las cosas.
No hay tristeza en este parque otoñal, sino una celebración de la vida en su
forma más sincera y desapegada. Las hojas secas, con cada crujido bajo nuestros
pies, nos recuerdan que cada final es también un principio, y que la muerte es
solo otra forma de renacimiento.
Mientras la tarde se
desvanece y el crepúsculo comienza a cubrir el cielo, el parque se llena de
sombras y el aire se enfría. Las luces tenues de las farolas se encienden,
proyectando un brillo dorado sobre las hojas que aún caen, como estrellas
fugaces que iluminan brevemente la tierra antes de extinguirse.
Cada hoja que cae, cada
árbol que se prepara para el invierno, nos cuenta una historia de quietud y
preparación. Hay una paz profunda en aceptar el ritmo de la naturaleza, en
saber que después del invierno más crudo, siempre llega la primavera, con su promesa
de renovación y frescura.
Así, mientras el viento frío
sigue soplando y las últimas hojas se desprenden, nos vamos del parque llevando
con nosotros las lecciones del otoño. Con cada hoja que se posa en la tierra,
con cada paso que damos sobre este tapiz de finales, aprendemos a aceptar el
cambio con gracia, a celebrar cada fase de nuestra existencia y a anticipar con
alegría los nuevos comienzos que traerá la próxima estación.
2 diciembre 2024
drbenavides@medmultilingua.com
Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.
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