miércoles, 4 de diciembre de 2024

Hojas secas

 

Hojas secas

 

Por Marco Benavides

 

Las hojas caen, una tras otra, en un murmullo seco que se mezcla con el viento frío de otoño. Descienden lentamente, en un baile de despedida, girando en el aire como pequeñas embarcaciones navegando hacia su último puerto. El suelo se convierte en una alfombra crujiente de tonos ocres, amarillos y rojos, cada hoja un recuerdo de los días soleados de verano que ya no volverán.

El parque se viste de melancolía, los árboles desnudos se inclinan bajo el peso del tiempo, sus ramas estirándose hacia el cielo gris como dedos que buscan aferrarse a los últimos retazos de luz. El aire huele a tierra húmeda, a recuerdos almacenados, promesas de renacimiento.

Caminar sobre las hojas secas es despertar la sinfonía del otoño, cada paso una nota en esta partitura de transición. La naturaleza se prepara para el descanso invernal, pero en cada rincón se esconde la promesa de la vida que aguarda, paciente, a ser despertada por el beso de la primavera.

En este tapiz de hojas, cada una cuenta una historia. Algunas hablan de las tormentas que sobrevivieron, otras sobre atardeceres pacíficos en los que el sol las pintó de dorado. Todas, sin embargo, comparten el mismo destino: nutrir la tierra que las vio crecer, cerrando un ciclo de vida, muerte y renacimiento.

Así, las hojas secas no son sino un recordatorio de nuestra propia efimeridad, de nuestros otoños internos. Nos enseñan la belleza de soltar, de dejar ir lo que fue para dar espacio a lo que será. En el crujir de esas hojas bajo nuestros pies, escuchamos el eco de nuestra propia transformación, el sonido suave pero firme del tiempo pasando y de la vida, incansable, encontrando siempre un camino para continuar.

El otoño es un maestro silencioso que usa el lenguaje de la naturaleza para impartir lecciones sobre lo efímero. A medida que el día se acorta y las sombras se alargan, cada momento parece contener un significado más profundo. Las hojas que una vez fueron verdes y llenas de vida, ahora, adornadas con colores cálidos, nos hablan del inevitable cambio y de la importancia de fluir con él.

Observando de cerca, cada hoja parece tener su propia personalidad. Algunas, audaces y brillantes, parecen resistirse a la caída, aferrándose a la rama con tenacidad. Otras, serenas y resignadas, se sueltan con una gracia que solo puede venir de la aceptación completa. Este espectáculo de variaciones infinitas es un recordatorio de la diversidad en la vida y de cómo cada ser, cada entidad, enfrenta el final de su ciclo de manera única.

Mientras paseamos por este manto de colores, no podemos evitar sentirnos parte de algo más grande, un ciclo de vida que nos trasciende y nos incluye. La caída de las hojas nos invita a reflexionar sobre nuestros propios ciclos: las primaveras de nuestra juventud, los veranos de nuestra madurez, los otoños de nuestra sabiduría y los inviernos de nuestro reposo.

Es también un tiempo para la introspección. Justo como las hojas que se desprenden para dar lugar a nuevos crecimientos, nosotros también podemos soltar aquellos pensamientos, emociones y hábitos que ya no nos sirven. Este desprendimiento no es un acto de pérdida, sino de liberación, un paso necesario para hacer espacio a nuevos modos de ser y de pensar.

El otoño nos enseña sobre la belleza en la decadencia, sobre encontrar la gracia en el final de las cosas. No hay tristeza en este parque otoñal, sino una celebración de la vida en su forma más sincera y desapegada. Las hojas secas, con cada crujido bajo nuestros pies, nos recuerdan que cada final es también un principio, y que la muerte es solo otra forma de renacimiento.

Mientras la tarde se desvanece y el crepúsculo comienza a cubrir el cielo, el parque se llena de sombras y el aire se enfría. Las luces tenues de las farolas se encienden, proyectando un brillo dorado sobre las hojas que aún caen, como estrellas fugaces que iluminan brevemente la tierra antes de extinguirse.

Cada hoja que cae, cada árbol que se prepara para el invierno, nos cuenta una historia de quietud y preparación. Hay una paz profunda en aceptar el ritmo de la naturaleza, en saber que después del invierno más crudo, siempre llega la primavera, con su promesa de renovación y frescura.

Así, mientras el viento frío sigue soplando y las últimas hojas se desprenden, nos vamos del parque llevando con nosotros las lecciones del otoño. Con cada hoja que se posa en la tierra, con cada paso que damos sobre este tapiz de finales, aprendemos a aceptar el cambio con gracia, a celebrar cada fase de nuestra existencia y a anticipar con alegría los nuevos comienzos que traerá la próxima estación.

 

2 diciembre 2024

 

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drbenavides@medmultilingua.com

 



Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

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