miércoles, 25 de diciembre de 2024

El tesoro de la Navidad

 

El tesoro de la Navidad

 

Por Marco Benavides

 

En el silencio de una noche invernal, cuando la brisa helada danza entre las ramas desnudas y las luces cálidas de los hogares titilan como estrellas, surge el espíritu de la Navidad, tan antiguo como la humanidad y tan fresco como el primer copo de nieve. Más allá de las coronas de pino decoradas con esferas relucientes y las velas encendidas que proyectan sombras, más allá de los villancicos que llenan el aire con melodías familiares, hay un significado que no se mide en adornos ni tradiciones.

La Navidad es un recordatorio de que en lo más profundo de nuestra esencia, todos anhelamos lo mismo: paz. No la paz que solo detiene las guerras ni la que aquieta los ruidos exteriores, sino esa paz que nace del entendimiento, del perdón y del deseo sincero de que el prójimo experimente al menos una vez en su vida el calor del amor verdadero y la esperanza inquebrantable.

Es fácil dejarse seducir por las luces y el bullicio. Las calles se llenan de mercados que rebosan dulces y regalos; las familias se reúnen alrededor de mesas adornadas con manjares. Pero el verdadero tesoro de la Navidad no se encuentra bajo el árbol. No está en los paquetes envueltos con lazos dorados ni en los banquetes preparados con esmero. Está en los gestos simples, esos que no requieren precio ni envoltorios.

Es un abrazo que sana viejas heridas. Es el pan compartido con quien no tiene. Es una risa que irrumpe como un milagro en un corazón roto. Es la oración sincera, no por uno mismo, sino por el bien de otros, incluso de quienes no conocemos. Es el niño que despierta en cada uno recordándonos que la inocencia y la bondad no necesitan ser aprendidas; solo necesitan ser recordadas.

La Navidad en su más puro significado trasciende la fe y las culturas. Para algunos es la celebración del nacimiento de Cristo, un momento para contemplar la grandeza de un Dios que se hizo pequeño para abrazar al mundo con misericordia. Este misterio, tan sencillo y a la vez tan sublime, nos invita a mirar más allá de los pesebres y las figuras de porcelana, para descubrir en cada rostro humano la presencia de ese niño divino que vino al mundo para traer esperanza.

El Evangelio relata que aquella noche en Belén fue testigo de un acto de amor sin parangón. El Rey de Reyes no nació en un palacio, sino en la humildad de un establo. Los ángeles no anunciaron su llegada a los poderosos, sino a los pastores, hombres sencillos. Este detalle nos recuerda que el mensaje de la Navidad no está reservado a unos pocos elegidos, sino que es un regalo para toda la humanidad.

Cristo vino al mundo para enseñarnos que la verdadera grandeza está en la humildad y que la verdadera riqueza radica en el amor. En su fragilidad como recién nacido, mostró que incluso en nuestras propias debilidades podemos encontrar la fuerza para amar y transformar nuestras vidas y las de quienes nos rodean.

Para otros, la Navidad es un homenaje a tradiciones antiguas, a la naturaleza que duerme bajo el manto del invierno y a la esperanza del renacer con la luz de un nuevo año. Pero en el fondo, para todos, la Navidad es un instante universal donde el alma humana se permite creer.

En esos días breves de diciembre, cuando la noche parece devorar al día, una llama arde más brillante en los corazones. Es el deseo, quizás ingenuo, quizás utópico, de que al menos una vez al año todos sean felices. Que nadie duerma con hambre. Que las lágrimas de dolor se transformen en ríos de consuelo. Que las diferencias se desvanezcan y los extraños se conviertan en amigos, aunque sea por un breve respiro.

En la espiritualidad de la Navidad, también encontramos un llamado al cambio interior. Es una invitación a contemplar la vida y a preguntarnos: ¿Qué puedo hacer para ser un instrumento de paz y amor? En un mundo que con frecuencia parece roto y dividido, la Navidad recuerda que, como dijo San Francisco de Asís, “Es dando como se recibe”. Cada pequeño acto de bondad, cada palabra amable y cada gesto generoso tienen el poder de encender luces en las tinieblas.

El verdadero significado de la Navidad no está en las cosas que acumulamos, sino en lo que liberamos: el egoísmo, el rencor, la indiferencia. Es abrir el corazón como se abre una ventana en una noche fría, permitiendo que entre el aire fresco de la compasión y la calidez de la gratitud. Es un recordatorio de que todos somos parte de una misma historia, un hilo en la gran trama de la humanidad.

El niño Jesús, cuyo nacimiento celebramos, es también un símbolo de renovación. Una nueva oportunidad para crecer en amor y fe. Nos enseña que el perdón es posible, que la reconciliación es un camino y que el amor, en su forma más pura, es el mayor regalo que podemos ofrecer y recibir.

Y así, mientras el mundo se viste de luces y melodías, mientras los copos de nieve caen silenciosos sobre los tejados, el verdadero milagro de la Navidad ocurre en los corazones. Es un susurro, una promesa: "Hoy, al menos hoy, el amor será suficiente para todos."

La Navidad nos llama a mirar más allá de nuestras propias necesidades y preocupaciones. A tender la mano al caído. Compartir nuestro pan con el hambriento. Ofrecer una sonrisa al desconocido. Es un tiempo para recordar que no estamos solos, que formamos parte de una comunidad global donde cada uno tiene el poder de marcar la diferencia.

En el corazón de la Navidad también está la esperanza. Esperanza de que las heridas puedan sanar, de que los corazones endurecidos puedan ablandarse y de que los lazos rotos puedan restaurarse. Es una esperanza que no depende de las circunstancias externas, sino de una certeza interior de que el amor siempre encuentra un camino.

El verdadero significado de la Navidad es un recordatorio de que la felicidad no se encuentra en las cosas materiales, sino en los lazos que tejemos con los demás. Es un llamado a vivir con gratitud, a dar sin esperar nada a cambio y a abrir nuestros corazones a la maravilla de la vida.

En este día sagrado, cuando el mundo entero parece detenerse por un instante, que nuestras almas encuentren reposo en la promesa de la Navidad. Aunque las noches sean largas y frías, siempre habrá una luz que brilla en la oscuridad, una luz que nos guía hacia la paz, el amor y la esperanza.

 

23 diciembre 2024

 

https://tecnomednews.com/

drbenavides@medmultilingua.com

 



Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario