IV. La nueva dramaturgia
Por Jesús Chávez Marín
―¿Qué pasó, güera?, ¿ya le echaste una ojeada al disquette que te traje
el otro día?
―Claro que sí, Venustiano, por cierto: tiene muchísimas faltas e
ortografía, oye, mídete, ¿no?
―Má, que te pasa maestra, yo soy dramaturgo, no pinche gramático; para
eso están los correctores muertos de hambre que trabajan aquí, por algo les
pagas, pa que te corrijan la ortografía y esas mamadas.
―Bueno, cálmate ¡cómo eres sanguíneo, Venustiano! Te voy a recomendar un
curso de control mental en el Excelaris, te está haciendo falta. Y me perdonas,
pero a tu mamotreto le falta estructura, no cumple con los criterios de la ID (International Drama).
―No seas payasa, güereja, ¿con quién crees que estás hablando?: nada más
ni nada menos que con Venustiano Mireles, no con cualquier pelagatos de esos
que se mantienen haciendo antesala en los inframundos editoriales.
―Ya, ya, bájale un poquito, ¿quieres?
―Tu viste que a mi obra le
metí de todo: un obispo retirado, su novia, dos borrachines de Recursos Hidraúlicos,
33 ingenieros nucleares, cuatro putas del Bajarí, cinco violaciones
hiperrealistas, siete rolas de Locomía y ocho teléfonos celulares en escena.
Además ya mero la estrenamos, la están ensayando desde hace nueve meses unos
actores del Centro Cultural El Gallito dirigidos por la famosa Roxana Mares.
―Pues será el sereno. De todos modos: o le das una pulidita a tu libraco
o aquí te lo publico pura madre. Eso que te quede bien clarito, mi rey.
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