De vestigios
y retornos
Por Víctor
Córdova
Para
Guadalupe Oyuki Realivázquez Aranda
I
Exiliado
de tu boca,
cayendo al
precipicio de tu ausencia,
dejándome
inmolar en el silencio
que emerge
de tus labios,
así
transcurre el tiempo en la distancia.
Esos
labios donde alguna vez nací,
donde fui
concebido con el mágico toque de tu voz
–demiurgo
sonoro que me trajo al mundo–;
ya no son
la casa donde habita el eco,
donde se
gesta el tiempo y el espacio,
donde he
de germinar cada vez que me nombres.
II
La noche
es una hoguera que incinera la calma,
trepidante
de estrellas y recuerdos
consume la
cordura su danza interminable
de los
sueños rotos al contacto de la ausencia.
Arrojado
al vacío que se abrió en este espacio
donde fuiste
la efigie, el símbolo,
centro en
torno al cual gravitaron mis días,
descubro
que tu ausencia es también laberinto;
en él
persigo tu recuerdo:
fantasma
que me asecha en esta soledad de piedra,
paisaje de
silencios persistentes,
geografía
del dolor en que te evoco.
III
Abandono mi estancia en el pasado
donde persiste la memoria en ti,
y descubro la fósil condición de
la esperanza:
Ahora soy solo un vestigio, una
huella silente
de tu paso por mi cuerpo.
Bonito texto, bonitos recuerdos
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