Por Juan Pablo Santana
El silencio es mi arma
Para encontrar de sus luces
la noche más temprana
El vaho de la ciudad debilitando sus grietas
Como la actriz vieja que odia la
alta definición,
alta fidelidad
adora
la débil premonición, leve señal.
En esta calle murieron tres por ocho en siete días y
medio
Por esta propiedad abandonada
apareció mi cuerpo ya viejo de noticias
mientras el humo de mi único cigarro contorneaba
la distancia de un amor no solicitado
Dónde si no, en este cielo que duele por sales y
arenas
Dónde si no, los frutos se le escapan al
refrigerador y
se me pudren en la mano que es Saturno
Ya verás –dijiste–
aprenderás amar a la persona adecuada,
a no perderme el tiempo –
Ya encontrarás una voz de ecos para la cotidianidad
Pero no será esta noche ni en mi cuerpo.
Ya verás –soñaste–
La mujer sentada, la mujer dormida
La mujer del retrato de los templos interminables y
los museos en llamas,
la dama infinitamente retratada a la palma de tu
mano
Pero no en mis labios, para tu origen.
Ya escucharás la voz que es un canto
al responder el teléfono, al descubrirla
entre los pasillos la oirás llamando tu nombre por
la calle o
te silbará una canción de la que te sepas la letra.
Pero no será el amor en mis ojos una flor o la hora
más sagrada del fin de semana.
Ya me imaginarás mientras amo.
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